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Miami como horizonte: Sobre la entrevista de Bayly a Patricia Poleo

Miami como horizonte: Sobre la entrevista de Bayly a Patricia Poleo
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Los hoteles (mentales) de Miami quieren ser trasladados a Caracas
Los hoteles (mentales) de Miami quieren ser trasladados a Caracas (Foto: Archivo)

– ¡Yo quiero la intervención! -dice él
– La quieres pero ya no crees en ella -dice ella.
– Creo que no va a ocurrir.
– Sí, yo también la quiero. Mira, no hay un país que yo respete más que Estados Unidos. Yo fui criada por un ciudadano americano, que además fue héroe de la Segunda Guerra Mundial, héroe de Corea, héroe de Vietnam, tenía todos los corazones púrpuras que podías imaginar, entonces yo sé lo que significa para un país como este un régimen como ese.
– Sí, claro, este es un gran país.
– Y fui formada por él, absolutamente anticomunista.

Parece un diálogo de sofá pero es televisión estadounidense para público hispano. Grabado en Miami, el show de Jaime Bayly es uno de los más vistos por los entusiastas de una intervención militar en Venezuela, cuyo momento cumbre llegó con la entrevista a Patricia Poleo.

Un análisis del discurso serio de lo que se habla en esta media hora de entrevista arrojaría una conclusión que viene aclarándose con las décadas: la subjetividad de la clase media venezolana está tomada por Miami. Su imaginario tiene forma de centro comercial en Brickell: el distrito financiero donde reposan sus aspiraciones. Cada vez que usted escuche por la calle o lea en sus pantallas que Cuba o el G2 dominan Venezuela, piense siempre en Miami.

Según esta tesis, la influencia cubana ha sido más grande que el neoliberalismo global en Venezuela. Cuba planificó el 27 de febrero de 1989. Cuba formó a Hugo Chávez y lo coronó dictador supremo. Cuba nos espía a través de los bombillos ahorradores. Cuba dio muerte a Chávez para dar paso a su títere más fiel, Nicolás Maduro, con el fin de administrar mejor los recursos venezolanos: la imaginación mayamera no tiene límites ni respeto por algún tipo de pacto ficcional.

(Pero hay una nueva tesis, continuada del fallido RussiaGate: «A Venezuela no la gobierna Maduro, la gobierna Rusia».)

Carlos Oteiza ya había documentado, con su Mayami nuestro, el paisaje que se afirmaba sobre la conciencia de la clase media, abultada de petrodólares y en revancha contra lo periférico y subdesarrollado de su propio país, paradójicamente anclado a esa realidad por quienes desde la vanguardia de la sociedad venezolana antes de Chávez, su clase media pujante, sólo entendieron al país en términos cadiveros.

Ahora la ampliación de este modo de pensar cruza a toda la sociedad venezolana, resultado de la crisis y la guerra.

Desde esta Miami celebrada por los ahora representantes de «la diáspora» se conectan individuos llamados periodistas como Bayly y Poleo cuyos fines propagandísticos están ligados a una política que rinde tributo a una política colonial. La frustración que sienten al no concretarse la ansiada invasión pentagonista sobre la cuenca sureña del Caribe no se esconde cuando la periodista venezolana, radicada en Florida, vocifera con energía: «Yo sí soy golpista. Desde que Chávez se montó yo empecé a conspirar».

Miami es el centro de la conspiración, no sólo porque lo diga Poleo, sino porque en esa ciudad se encuentra simbólica, política y económicamente lo que venezolanos de esa estirpe, tan orgullosamente anticomunista y liberal, reclaman para Venezuela. Es la tierra de Tony Montana (en representación de la «gusanera» cubana en decadencia), de las montañas de concreto como lavadero de narcodólares, de los centros comerciales cual esquinas, de la Doralzuela que evoca a los eternos aspirantes a la ciudadanía estadounidense.

Es, sin embargo, un fallo para este intento de supremacismo basado en petrodólares, una especie de occidentalosis de Los Palos Grandes, que se tome a la Florida como modo de representar el futuro de Venezuela (sin chavismo): hija de una invasión y posterior anexión, según la ideología liberal-esclavista de los Padres Fundadores, el Sur pertenece a los «bárbaros», el Norte a los «civilizados», aun dentro de los Estados Unidos. Poleo prefiere ese régimen de colonialismo interno a la «república bananera» que tanto detesta y que con tanto ahínco promocionó, precisamente, Washington en el siglo XX americano.

Marco Rubio, senador por la Florida, es, de hecho, no el más inteligente operador antivenezolano, pero sí el más atrevido de quienes representan al eje mayamero que intenta presionar por una intervención militar en Venezuela. Su papel ha sido clave en el cuadro de asedio y asfixia sobre la población venezolana, sobre todo en la cobertura y cooperación de acciones entre Washington y Miami.

Además, con esta entrevista mayamera podemos diagnosticar una tendencia hacia la desnacionalización. Dice Poleo: «Esta la es primera vez que estamos tan cerca, pero ya no lo veo tan fácil. La oportunidad se va desdibujando».

Por ello culpa a los que rodean a Juan Guaidó, a quien de manera ingenua tilda de personalidad autónoma, como si estuviera en capacidad de decidir el próximo paso de sus acreedores. El clamor de dejar a los políticos tradicionales a su suerte, sólo con el apoyo de los Estados Unidos, es la proposición de los operadores mayameros: «Ojalá los partidos de oposición abandonen a Guaidó».

Le tienen terror a la palabra «cohabitación», aun junto con sus propios coetáneos políticos («los dinosaurios», según Poleo), por lo que se declara una guerra de exterminio contra lo Otro «bárbaro» o «incivilizado». Bayly hace este tipo de llamados constantemente desde su estudio de grabación, en Miami.

La estrategia no está saliendo como quieren estos remanentes de la Guerra Fría. Buscan voltear el plan porque creen que Guaidó va a ser abandonado: «Yo no puedo recomendarle a Guaidó que se quede en Venezuela, además, si a él lo meten preso la gente no va a salir a la calle. La gente está buscando resolver. Y Estados Unidos no va a hacer nada para liberarlo».

¿Por qué? Entre Bayly y Poleo dan en el clavo, aunque no se miren al espejo: «La mayoría de los ciudadanos norteamericanos, y no sólo Trump, creen que todos somos mexicanos. A mí aquí me han dicho mexicana».

Conclusión: «La Operación Libertad tiene que venir del exilio». Poleo apela a los desertores de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y a una pronta reunión del «interino» con esa fuerza para presentarse en Washington, listos para la invasión mercenaria: «¿Qué excusa puede tener Trump si se presenta Guaidó con una Fuerza Armada en el exterior?».

No puede ser otra la exclamación de alguien que está preocupada por que no se debate en la Asamblea Nacional el artículo 187, numeral 11, como si una acción unilateral no tendría otras consecuencias más allá de las que periodistas de ese calado tratan de encubrir. No cuentan con la FANB porque «Padrino López no se va a quebrar», sólo se escudan en la fuerza de una potencia enemiga de la multipolaridad.

Pareciera que el planteamiento, más allá de «acabar con un sistema que ha destrozado las instituciones del país», supone eliminar las fronteras que existen entre «la comunidad de los señores libres» y los recursos habidos en territorio venezolano, donde habita la barbarie del Sur. Washington pretende redefinir los límites en el Caribe y el resto de América, con los aspirantes de siempre apoyando la utopía neoliberal de Patricia Poleo, cuyo guión claramente fue escrito en Miami.

Siendo el neoliberalismo un fenómeno ascendente desde la década de 1970, presentar a estos periodistas como «lo nuevo», como Guaidós con un mínimo de ráting, entregados al bulo mediático y la ideología de dependencia, es un chiste peligroso en tiempos de guerra. Ellos representan una ínfima parte de Venezuela, no sólo porque apoyan una intervención militar a contrapelo de las mayorías; sobre todo porque sangran por la herida de volver a un estatuto colonial del capitalismo mayamero.

*Fuente: MisiónVerdad

 

 

 

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