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Socialismo o barbarie, en Brasil

Socialismo o barbarie, en Brasil
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17 de Diciembre de 2018

La crisis de la izquierda en todo el mundo ha abierto la puerta a que se cuelen los movimientos de la ultraderecha y amenacen nuestras democracias. Revisamos cómo analiza de Sousa Santos este fenómeno en Brasil. English

La crisis de la izquierda en todo el mundo ha abierto la puerta a que se cuelen los movimientos de la ultraderecha y amenacen nuestras democracias.

Lo que Francis Fukuyama llamó ‘el fin de la historia’ tras la caída del Muro de Berlín en 1989, es decir, el final de la lucha de ideologías entre derecha e izquierda en la post-guerra fría, y el triunfo de la democracia liberal como única opción política, perdió toda relevancia treinta años después.

Uno de los grandes pensadores contemporáneos que desde el primer momento se enfrentó a la idea del fin de la historia es el sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos.

De Sousa ha señalado que, tanto la deriva autoritaria que estamos viviendo, como la posible solución a tal deriva, tiene que ver, sobre todo, con la ideología.

En su reciente libro ‘Izquierdas del mundo, ¡uníos! de Sousa Santos analiza varios casos de declive democrático en el mundo y propone una solución: sólo una unión de fuerzas de izquierdas será capaz de contener al sistema capitalista, que tanto ha erosionado los derechos civiles, humanos y políticos de las clases marginadas del mundo.

El capitalismo neoliberal: una fuerza oscura

El punto clave del argumento de Boaventura de Sousa Santos en este libro es que, mientras anteriormente la democracia contenía al capitalismo, instalando un sistema de controles de intervención del Estado para mitigar los abusos más flagrantes del régimen financiero, ahora se ha volteado el escenario.

Y lo que vemos es un tipo de capitalismo neoliberal que controla la democracia (y el Estado), y que los conforma según las necesidades de las élites económicas y los mercados.

Para de Sousa Santos, esta evolución hacia un capitalismo neoliberal implacable es una evolución natural, puesto que el fin último del capitalismo que es la acumulación de riqueza en pocas manos es intrínsecamente incompatible con la democracia.

El capitalismo más puro, por su propia naturaleza, busca siempre la mayor acumulación de riqueza y bienes posible y, en consecuencia, depende de una estructura que incluye a unos pocos y excluye a muchos otros.

La democracia, por otro lado, busca la mayor inclusión ciudadana posible y una ampliación de derechos, tanto humanos como políticos, y eso pasa por atemperar las desigualdades económicas y sociales entre unos y otros.

La forma principal de interpretar las evoluciones que estamos viviendo es, para de Souza Santos, entender los tres ejes de dominación generadores de desigualdades que caracterizan el sistema social actual: el capitalismo, el colonialismo (racismo), y el patriarcado (machismo).

Al exportar y reforzar la privatización y la primacía del mercado, apoyada fuertemente por el imperialismo estadounidense, la globalización neoliberal ha facilitado la erosión del Estado y de la socialdemocracia.

El colonialismo, como generador de desigualdades de raza; el patriarcado, como generador de desigualdades de género; y el capitalismo, como generador de desigualdades económicas y reforzador de los otros dos ejes.

Al exportar y reforzar la privatización y la primacía del mercado, apoyada fuertemente por el imperialismo estadounidense, la globalización neoliberal ha facilitado la erosión del Estado y de la socialdemocracia.

Este imperialismo estadounidense ya no es el mismo al que John Pilger se refería en su documental ‘The War on Democracy’ hace una década. (NdR piensaChile: Puede ver este documental al final de este artículo)

Sus denuncias de imposiciones de dictaduras y de invasiones por fuerzas militares apoyadas por la CIA en América Latina se correspondían con una situación que ha evolucionado fuertemente, y ahora asistimos a otro tipo de desembarco norteamericano, quizás más sutil, pero igualmente peligroso: la promoción y financiación de “iniciativas de democracia amiga del mercado, a través de organizaciones no gubernamentales libertarias y evangélicas”.

El retroceso político en Brasil, el Brasil profundo y el deterioro de la izquierda

Brasil es un ejemplo de cómo estas desigualdades que identifica de Sousa Santos se pueden manifestar de forma más abierta y salvaje, y a ello dedica un capítulo de su mencionado libro.

El país cuenta con uno de los coeficientes de Gini (medida del Banco Mundial de desigualdad económica) más altos del mundo y el más alto de América Latina, siruado en 0,513 en 2015.  Brasil se suma además a los países que actualmente están experimentando una deriva autoritaria hacia la extrema derecha, encarnada en la victoria del exmilitar Jair Bolsonaro, conocido por sus posturas racistas, machistas, homofóbicas y, últimamente, también ultra-neoliberales.

Cuando Luiz Inácio Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT) llega al poder en Brasil en 2002, lo hace con el 61% de los votos y como la primera fuerza de izquierda en tomar el poder presidencial en el país. Después de varios intentos, el PT alcanza entonces el palacio presidencial como una fuerza de izquierda finalmente moderada que, a lo largo de los años, fue perdiendo su carácter socialista para emerger como un partido que, si bien defendía un mayor control estatal de la economía, lo hacía siempre dentro del sistema capitalista neoliberal.

El imperio del PT se alargaría 14 años, hasta 2016, cuando se produjo la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff. Durante ese periodo, el coeficiente de Gini mejoró casi 8 puntos gracias a la introducción de políticas sociales redistributivas, un aumento del salario mínimo y la expansión de crédito para las clases populares.

Pero tras ser derrotado por dirigentes derechistas y ultra neoliberales; Michel Temer primero en el golpe parlamentario y Jair Bolsonaro después, en las urnas, el PT se ve sumido en la crisis más profunda de su historia. Algunos analistas atribuyen los resultados de las elecciones recientes a los niveles de ‘antipetismo’ alcanzados, que superaron ampliamente los niveles de desaprobación de Bolsonaro, pero las causas son múltiples y complejas, y es importante saber interpretar el significado de un cambio tan drástico como el que representa la profunda crisis de la izquierda frente a la inesperada emergencia de la derecha autoritaria en Brasil.

Como una de las posible causas de esta emergencia, de Sousa Santos identifica la existencia de un ‘Brasil profundo’, que describe como un Brasil invisible, donde la decepción de la mayoría marginada y empobrecida del país, que se sintió abandonada a la violencia y la marginación, alimentó el rechazo al gobierno del PT y se convirtió una de las fuentes principales del antipetismo que está detrás de la derrota de la izquierda brasileña.

En su análisis, el sociólogo afirma que esta mayoría no tiene acceso al discurso político, y que son las iglesias evangélicas las que actúan sobre el terreno para reemplazar este ausencia de discurso proporcionando a esas poblaciones y nuevo sentido a sus vidas marginales.

Esta mayoría también se sintió abandonada por los gobiernos del PT, y sufrió en carne propia los grandes costes medioambientales y humanos incurridos, en detrimento del desarrollo de políticas sociales, por el apoyo gubernamental al desarrollo de la minería, el agro-negocio y los megaproyectos, como fueron las macro-presas hidroeléctricas y los carísimos estadios para los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol.

En muchas ocasiones el PT, aunque se definía como un partido de izquierda, operó dentro de los mismos marcos neoliberales y neoextractivistas que promueven abiertamente los partidos de la derecha brasileña.

Esta decepción con el PT se reflejó ya antes de las elecciones, cuando en la encuesta publicada por DataFolha sobre intención de voto demostró que incluso los votantes indígenas preferían a Jair Bolsonaro con un 41% versus el 37% de intención de voto para el petista Haddad.

Por ejemplo, durante los gobiernos de Lula y Rousseff, se llevó a cabo la construcción de la represa Belo Monte en la tierra indígena del río Xingú en el estado de Pará, sin que se respetase la integridad territorial y el derecho a la consulta previa de los grupos de población afectada, y aunque la Corte Federal de la 1ª región falló que el proyecto era inconstitucional según la Constitución Federal de Pará, el Supremo Tribunal Federal devolvió la licencia y exigió reemprender de inmediato la obra para, así dijo, evitar los daños que se podrían causar a la economía y la política energética de Brasil.

Esta decepción con el PT se reflejó ya antes de las elecciones, cuando en la encuesta publicada por DataFolha el 10 de octubre sobre intención de voto para la segunda vuelta demostró que, incluso los votantes indígenas, preferían a Jair Bolsonaro con un 41% versus el 37% de intención de voto para el petista Haddad.

El rol de los EEUU y la deriva autoritaria

De Sousa Santos señala también que la supuesta intervención imperial neoliberal proveniente de los EEUU influyó decisivamente en los resultados de las elecciones brasileñas.

Según el sociólogo portugués, un grupo de millonarios estadounidenses, con intereses opuestos a la intervención del Estado, las políticas de desarrollo, y de redistribución en Brasil, sintieron que el país tenía que volver a obedecer únicamente al mercado libre, sin cortapisas ni regulaciones, para asegurar que las compañías estadounidenses pudiesen explotar sus recursos naturales y acceder libremente al mercado interno según sus apetencias. Y, utilizando la propaganda y el poder judicial, actuaron en consecuencia.

Uno de los pilares principales de esta “intervención imperial” de nuevo cuño fue la incitación a la protesta social a través de las redes sociales, manipulando instituciones y organizaciones civiles para impulsar sus intereses a través de fake news y el uso de la desinformación.

Junto a este pilar está el de la supuesta intervención en el sistema judicial, que logró implantar una investigación ‘anticorrupción’ (Lava Jato) altamente politizada, y que acabó con Lula da Silva en la cárcel, pero dejó incólumes a múltiples políticos de la derecha, igualmente implicados en el escándalo.

Las fake news difundidas en redes sociales han sido, sin duda, la estrella de estas elecciones presidenciales recientes en Brasil. El rol de intereses basados en los EEUU en este ejercicio antidemocrático, es más ambiguo, si bien estuvo presente en varios momentos. Una investigación de Mídia Ninja demostró que muchos grupos de WhatsApp difundiendo noticias falsas tuvieron su origen en los EEUU, donde orbita la figura ultraderechista intervino decisivamente en la elección de Trump usando noticias falsas en 2016, Steve Bannon, que se reunió con Eduardo Bolsonaro. En esa reunión previa al inicio de la contienda electoral, acordaron que Bannon lo asesoraría a lo largo de la campaña de su padre.

Lo que el análisis de Sousa Santos olvida, y no es un olvido menor, es el rol fundamental de la complicidad de las élites brasileñas en el juego de los intereses neoliberales estadounidenses, tengan o no vínculos directos con los EEUU, y sin la cual hubiera sido difícil lograr una victoria ultraderechista.

Una investigación de la BBC demuestra que existieron más grupos de noticias falsas a favor de Bolsonaro en WhatsApp que a favor de cualquier otro candidato, mientras que el escándalo Caixa2 revelaba que una red extensa de empresarios brasileños pagaron millones de dólares para inundar masivamente las redes sociales y las comunicaciones personales con fake news contra Haddad.

En este viciado contexto, el sociólogo brasileño Luiz Alberto de Vianna Moniz Bandeira denuncia que la destitución política de Dilma Rousseff en 2016 fue impulsada por fuertes intereses estadounidenses, que pretendían reforzar su hegemonía en la región antes de negociar la construcción de dos bases militares en Argentina.

Dinero de Wall Street llegó rápidamente al país para asegurar el éxito de la destitución de la primera presidenta de Brasil., Dilma Roussef. Además, Sergio Moro, el juez que encabeza la investigación y quien encarceló a Lula da Silva, tiene fuertes vínculos con los EEUU, y cursó un programa sobre el combate a la corrupción en Harvard. Desde entonces, viaja de forma frecuente a los EEUU. Ahora, con Lula encarcelado, el PT derrotado y la extrema derecha en el poder, ha sido nombrado ministro de justicia del gobierno Bolsonaro. Su aceptación de este cargo no ha estado exente de polémica, puesto que podría paracer una recompensa «por los servicios prestados».

Las causas de la deriva autoritaria que sufre ahora Brasil y el mundo entero son múltiples. Sin embargo, para de Sousa Santos, la solución es única: una unión de fuerzas de izquierda que proteja los derechos humanos y la intervención del Estado.

Las causas de la deriva autoritaria que sufre ahora Brasil y el mundo entero son múltiples. Sin embargo, para de Sousa Santos, la solución es única: una unión de fuerzas de izquierda que proteja los derechos humanos y la intervención del Estado con el fin de contrarrestar los efectos deshumanizantes del neoliberalismo.

Pero en un sistema tan multipartidario como el de Brasil (cuenta con más de 30 partidos diferentes en la cámara de representantes) donde la izquierda está altamente dividida entre quienes creen en la hegemonía del PT y quienes abogan por un cambio, una fuerza unida de izquierdas es bastante improbable.

Así, la izquierda, enmarañada en una discusión sobre sus identidades múltiples, queda en una posición vulnerable frente a una derecha que lo tiene muy claro y que se define según lo que no es: comunista.

Pero la disyuntiva entre socialismo o barbarie que plantea de Sousa Santos puede parecer exagerada y demasiado dicotómica, quizás porque viene teñida de un anti-imperialismo norteamericano un poco trasnochado, y que además contrasta con la actual senda aislacionista de la América de Trump. A esto se suma el hecho de que el capitalismo salvaje y colonizador es hoy, también Chino, y hasta Ruso, y en América Latina su fuerza emergente se está haciendo sentir.

Pero el maestro Boa lleva razón en que esta peligrosa deriva autoritaria que actualmente asola Brasil, sólo podrá combatirse desde la autocrítica constructiva y la unión de las izquierdas en la superación del hegemonismo del PT, junto el reconocimiento de que la historia no se acabó con el fin de la Guerra Fría, como vaticinó Fukuyama, sino que continúa más viva que nunca, por lo menos desde la perspectiva de sus famosas «epistemologías del Sur».

*Fuente: OpenDemocracy

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