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El triunfo del NO, fue posible, por la lucha de Resistencia a la dictadura

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Lo que define la lucha en contra de la dictadura es la actitud de los hombres y mujeres que vivieron y sintieron en sus cuerpos y en su vida diaria, los rigores de una de las dictaduras más crueles ( todas lo son ) del continente y del mundo. Una dictadura cívico militar que gobernó al país por 17 años, prescindiendo del ordenamiento jurídico y del estado de derecho, diseñando una constitución a su medida y sin ningún tipo de oposición, para imponer un orden económico y político, reprimiendo y asesinando a miles de nuestros compatriotas.

Las alternativas para terminar con este orden de cosas siempre fueron dos; la primera, esperar a que los mismos que decidieron derrocar y asesinar al Salvador Allende, por medio de un golpe militar, determinaran el momento político para sacar al dictador cuando éste ya no les fuera útil para sus intereses. La segunda,  construir una fuerza política y social de oposición que  progresivamente fuera fortaleciendo la resistencia a la tiranía en todos los planos, políticos sociales y también militares, porque no se trataba de oponerse a un gobierno democrático, sino que, luchar en contra de una dictadura.

El plebiscito de 1989 fue el producto de una decisión política que surge por una razón simple y concreta; a finales de 1984 el proceso de ascenso de la lucha de resistencia antidictatorial en el país, (con gran apoyo solidario internacional) alcanzó niveles que el gobierno norteamericano estimo peligrosos y que por tanto debían ser contenidos. Y tal como había sucedido una década antes en 1973, cuando surgen riesgos de proyectos políticos y sociales emancipadores, en los que confluyen la búsqueda de la democracia y la idea del socialismo, la respuesta de Estados Unidos fue la misma, pero esta vez, alentando a los sectores políticos aliados en el país, para zafarse de una dictadura antes aliada y que en ese momento incomodaba sus intereses.

Una decisión que tomaron cuando los crímenes y las violaciones a los derechos humanos se transformaron en el “talón de Aquiles” de la tiranía, y cuando ya eran  imposible de justificar, desconocer y ocultar, como lo habían hecho por los años que Pinochet se mantuvo en el poder.  A esas alturas los aparatos de seguridad comandadas por las sádicas huestes de la CNI, se habían desbocado, cometiendo asesinatos sólo comparables con el sadismo nazi de los años 40, intentando amedrentar la creciente y valiente lucha antidictatorial: En 1985 degollaron a Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Manuel Parada. En 1986 quemaron vivos a Rodrigo rojas y a Carmen Gloria Quintana y en 1987 asesinaron cobardemente a 12 combatientes del FPMR simulando enfrentamientos que nunca existieron.

Así entonces la opción de buscar una salida negociada con la dictadura cívico militar, orquestada por Estados unidos y materializada en Chile por sectores “democráticos” de la derecha, por la Democracia Cristiana, por sectores ”renovados” del socialismo chileno tuvo éxito. Porque a esas alturas habían cambiado las condiciones políticas, la dictadura estaba debilitada, aislada y se transformó en la “vía corta” para terminar con Pinochet y su tiranía. A esta opción se sumaron sectores de la izquierda y ciertamente la mayoría del pueblo chileno, cansados y cansadas por una larga lucha, que había costado muchas vidas de compatriotas, valiosos hombres y mujeres, para recuperar la libertad de nuestro país.

Así se llego al plebiscito de 1989 y al triunfo del NO, que con el pasar del tiempo su éxito quiere ser apadrinado por quienes bailaron, bailan y seguirán bailando con la música de la “orquesta norteamericana”, tergiversando la historia para ocultar su participación en el brutal y asesino golpe de estado de 1973. Desconociendo además, los esfuerzos valientes de resistencia que desde el primer momento y en condiciones de desventaja absoluta, hicieron combatientes entre otros del MIR, militantes trabajadores y estudiantes, socialistas y comunistas, incluidos militares patriotas, que en las Fuerzas Armadas se negaron a participar en la falsa guerra que inventaron para justificar el crimen y la represión.

Todo estos esfuerzos son los que sumaron y están presentes en el triunfo del  plebiscito de 1988, es el propio presidente Salvador Allende, el que abrió el camino de la resistencia a la dictadura, apertrechado con un pequeño grupo de valientes defendiendo La Moneda y con ello, la dignidad de un pueblo que nunca estuvo dispuesto a dejarse avasallar por la prepotencia de un poder autoimpuesto por la fuerza. Una gesta heroica que nunca podrá ser olvidada porque Allende es un héroe del pueblo.

Y esa fue la segunda opción que muchos intentamos construir, alentados por ese tremendo ejemplo de ética y moral, un esfuerzo que hicieron todas y todos quienes, sabiendo los riesgos de aquello, se comprometieron a organizar al pueblo para oponerse al dictador, preparándose  política y militarmente para hacer uso del legítimo derecho a la rebelión, ubicándose al frente de cada pequeña y gran batalla que le dimos al tirano. No es ningún secreto que un importante grupo de oficiales del FPMR, militares revolucionarios, preparados para ello en academias militares de países que solidariamente brindaron todo su aporte internacionalista para ello, cumplieron el valioso rol de instruir a las fuerzas combativas del pueblo.

Organizando y realizando también acciones que atacaban el corazón del poder  dictatorial, que elevaban la moral combativa de todos quienes empezaban a oponerse con todas las formas de lucha a la dictadura. Oficiales revolucionarios que cumplieron con su deber y que cayeron combatiendo a los criminales de la dictadura: José Valenzuela Levi, Moisés Marilao, Waldemar Araya, Roberto Nordenflych, Raúl Pellegrin entre otros.

Así fue que se gestó la organización y la lucha político militar antidictatorial, aprendiendo a defenderse y a usar las armas, para atacar de manera permanente y desgastar a un poder, que fundamentaba su razón política en la fuerza militar, en el miedo y el terror. El FPMR surge de allí, junto a los pobladores de Santiago y otras ciudades del país, en las universidades, en pueblos alejados donde la prepotencia dictatorial  ejercía su fuerza terrorista, materializando la valentía de los chilenos y chilenas que tempranamente le dijeron NO a la dictadura, en una organización que en esos años con el ejemplo de cada uno de sus combatientes, hombres y mujeres, dignificaron política.

Nosotros no estuvimos de acuerdo con la salida negociada a la dictadura, pero respetamos la voluntad del pueblo, como seguramente lo hicieron un número importante de militantes de la izquierda, hoy limitada por mantenerse en el sistema heredado de la tiranía, desdibujada por la pérdida de su identidad y de su propia historia.

Como se dijo en uno de los últimos análisis de la Dirección Nacional del FPMR,  con Raúl (Pellegrin):

“el triunfo del NO que merecidamente nuestro pueblo celebra, porque termina con la  dictadura, va a perpetuar el modelo de dominación política y económica que construyeron a balazos, en 1973. Si la izquierda no es capaz de tomar el rumbo de los acontecimientos y se permite que se desmantele la tremenda red social que luchó en contra del tirano y se silencia a los medios y a los y las periodistas que levantaron la voz cuando todos callaban o, rendían pleitesía al tirano, lo que viene para Chile es el olvido y la impunidad, para los criminales de la dictadura y también, para quienes se favorecieron y crecieron como nuevos ricos, adueñándose no solo de nuestras riquezas sino que de las empresas del Estado.

Como se ha hecho durante toda nuestra historia, los mismos que traicionaron una vez a su pueblo, intentarán maquillar y legitimar la esencia de un sistema injusto y criminal para justificar sus acciones.

Por eso no debemos de dejar de luchar y mantener la lucha irrenunciable del pueblo por su dignidad y la justicia”.

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