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Jordi Bertomeu: el hombre clave para el futuro de la Iglesia chilena

Jordi Bertomeu: el hombre clave para el futuro de la Iglesia chilena
Jordi Bertomeu, en ChileAgencias

El nombre del español siempre ha estado sobre la mesa como posible administrador apostólico de Santiago. Aunque sería raro que lo movieran de Roma. En especial por el rol que podría cumplir en la reforma a la curia de Francisco.

(Carla Pía Ruiz y Francisco Artaza, en La Tercera).- «No os extrañéis si permanezco en silencio». El 9 de julio pasado, Jordi Bertomeu advirtió a sus contactos más cercanos que el 11 de julio comenzaría un mes de ejercicios espirituales. Treinta días de silencio total. Apenas fueron seis.

Dentro del retiro -en España, a cargo del jesuita Germán Arana-, Bertomeu nunca se desconectó. Al sexto día de retiro salió. Primero, aprovechó de visitar a su familia. Luego volvió a sus labores. El sacerdote español sabía lo que podía pasar.

La alerta fue un mensaje. Quien se lo pedía era nada menos que el Papa Francisco. El «caso Chile» era una bomba. No había más tiempo.

El martes 31 de julio la señal era clara.

Por los pasillos del Vaticano se vio a un hombre inquieto. Sabiendo que todo era urgente. Los tiempos de «Dios», advirtió, se habían cruzado con los terrenales.

Ese hombre era Jordi Bertomeu. Estaba de vuelta en Roma.

La urgencia por contar con Bertomeu en Roma tenía una explicación.

Ese mismo martes 31 de julio, Francisco marcó el sábado 4 de agosto en su agenda. La razón: debía reunirse con el prefecto de la Congregación para los Obispos, el cardenal canadiense Marc Ouellet.

Era una señal clave. Lo usual es que en esas audiencias de los sábados, entre el Papa y Ouellet, se definan los nombramientos de obispos o administradores apostólicos. En una reunión normal, el canadiense llega con una lista de candidatos. Francisco decide si los aprueba o no.

Pero en el caso de Chile no es así.

En los últimos meses, Ouellet no ha sido protagonista en el proceso de recambio que enfrenta la Iglesia chilena. El llamado «caso Chile» es particular. En él, el Papa trabaja directamente. Incluso tiene un equipo paralelo, encabezado por Bertomeu. Eso no es extraño. El cardenal canadiense es cercano al decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, sindicado como uno de los principales representantes de los sectores que se resisten a la reforma a la curia que promueve el Papa.

Pero aunque Ouellet no ha sido parte de ese proceso, ni siquiera Francisco puede saltarse la milenaria burocracia vaticana y requiere de la oficina que dirige el canadiense para oficializar los cambios.

Francisco no se reunía con Ouellet desde el 30 de junio. En las últimas semanas, el cardenal ni siquiera estaba en Roma. Había viajado a Canadá, aprovechando el periodo de vacaciones, para ver a su familia, en especial a su madre, que está enferma, y celebrar sus 50 años de sacerdocio. En eso estaba hasta que llegó una orden directa desde el Vaticano. Tenía que volver a Italia y asistir al encuentro de ayer con Francisco.

La urgencia tenía nombre y apellido: Ricardo Ezzati.

Todo se precipitó con el anuncio del fiscal regional de Rancagua, Emiliano Arias. Ricardo Ezzati deberá declarar como imputado el próximo 21 de agosto. El italiano es el único cardenal y arzobispo en la historia de Chile que, después de la separación entre la Iglesia y el Estado en 1925, ha sido llamado a declarar como imputado. Fuentes conocedoras del proceso que se lleva adelante en el Vaticano aseguran que, tras la movida de la fiscalía, el Papa decidió apresurar la salida definitiva de Ezzati. Había que poner fin a una decisión que se había prolongado por demasiado tiempo.

La continuidad de Ezzati en Santiago se convirtió en un problema urgente. En especial por la proximidad del Tedeum, una de las celebraciones ecuménicas más importantes que tiene lugar en la Catedral Metropolitana. Y que, en su calidad de arzobispo de Santiago, debería celebrar Ricardo Ezzati. En los últimos días, jefes de partidos, parlamentarios y hasta la presidenta de la Cámara de Diputados habían advertido que no asistirán al Tedeum si es que Ezzati encabeza la celebración.

Incluso, el Presidente Sebastián Piñera puso su asistencia en duda y mandató a la Cancillería a transmitirle un mensaje al Vaticano: el gobierno valoraría una pronta definición sobre la continuidad del arzobispo.

La presión tuvo efectos. Ayer Ezzati cedió. En un breve comunicado el arzobispo comunicó que no presidirá el Tedeum, ceremonia que encabezará el deán de la Catedral Metropolitana.

Para el cardenal, el tiempo se agotó. Francisco urgió a su asesor estrella, el joven Jordi Bertomeu, a apresurar la búsqueda del sucesor del arzobispo de Santiago. Con una fecha límite: a más tardar el viernes 3 de agosto, el día previo a su reunión con el prefecto de los obispos, Marc Ouellet, Bertomeu debía entregarle una lista acotada, de tres o cuatro nombres.

El viernes 18 de mayo, luego de tres días de reuniones con el Papa en Roma, la Conferencia Episcopal lanzó un misil. La renuncia masiva de todos los obispos chilenos se dio a conocer en una declaración en la Sala Pío X del Vaticano. Eran las 12.30 en Roma. Los prelados, frente al mismo Papa, ya habían puesto sus cargos a disposición. Francisco no se demoró en concretar medidas ante ese escenario.

Justo después de ese episodio nació el «Equipo de seguimiento y consulta».

Los pasos de Jordi Bertomeu en relación a Chile tenían un principio y un final. Ese final estaba marcado con fecha 20 de marzo en el calendario. Estaba. Porque a la cabeza del equipo está, precisamente, el español.

Son cinco personas, con Bertomeu a la cabeza. Dos de los miembros están en Roma y cada uno de ellos se comunica, de manera independiente, con otras dos personas que están en Chile.

En simple, el equipo son los oídos y ojos de Francisco.

Estricta reserva para todo es la primera regla. El equipo funciona como un organigrama compartimentado, donde los miembros no se conocen entre sí. Solo hablan con quien les da las instrucciones.

Los dos miembros del equipo que están en Chile se encargan de preguntar por posibles candidatos. El primer requisito es excluyente: el candidato en cuestión no puede tener ningún antecedente, de ningún tipo, que ensucie su hoja de vida. Si el candidato pasa esa etapa, los dos chilenos preguntan en cada diócesis por ellos.

Santiago es la prioridad del equipo. En esa búsqueda se cayeron cuatro candidatos por tener antecedentes. Esa investigación es reportada por cada uno de los miembros que están en Chile, a quienes les dio las instrucciones en Roma. Y ellos le informan a Bertomeu.

Pero ahí no termina la investigación.

El español revisa los nombres y, además, le consulta a un grupo de tres consejeros externos. Son tres chilenos que no se conocen entre sí. Si la misma información sobre un candidato en cuestión le llega a Bertomeu por esos tres «canales», ¡bingo! Habemus candidato.

Recién en ese momento Bertomeu le entrega los posibles candidatos directamente al Papa.

Entre el 29 y el 30 de julio, luego de ser investigada y pasar por los primeros filtros, llegó una lista de candidatos a Chile.

Hay cinco candidatos para asumir la arquidiócesis que hoy está a cargo de Ricardo Ezzati. Quien llegue a Santiago puede hacerlo en calidad de arzobispo o como administrador apostólico.

La primera opción de Francisco era atrevida. El Papa quería dar una señal y nombrar a un presbítero chileno como arzobispo.

Sería muy radical y revolucionario que nombrara a un cura como arzobispo -dice un funcionario del arzobispado.

Ezzati, con Chomalí y Ducasse

Fuentes del clero aseguran que se sondearon tres candidatos: los jesuitas Pablo Walker y Juan Díaz, y el provincial de los franciscanos en Chile, Isauro Covili.

Walker, explican cercanos, habría dicho que no. De hecho, actualmente está en México. Los dos restantes, Díaz y Covili, habrían quedado descartados. Cercanos a la Iglesia aseguran que la razón fue tener vínculos con sacerdotes acusados de abusos.

La segunda opción del Papa es elegir a alguien entre los obispos chilenos existentes. Surgieron dos nombres. Uno es conocido: Fernando Chomalí, actual arzobispo de Concepción, suena hace tiempo como sucesor de Ezzati. Pero su candidatura tambalea luego de que se conocieran denuncias de abusos sexuales en su arquidiócesis. Además, dicen fuentes eclesiásticas, debe ordenar los problemas económicos que sufre su propia diócesis. Y Roma lo sabe.

El otro nombre con más posibilidades, hasta ahora, era desconocido. Ignacio Ducasse, a cargo de la Arquidiócesis de Antofagasta, es el segundo candidato. El mismo que se vio muy cercano a Ricardo Ezzati en las reuniones de la Conferencia Episcopal en Punta de Tralca. El problema con Ducasse es que debe estar completamente «limpio». Sin ningún antecedente. Y en el Vaticano miran con inquietud su paso por el Seminario Pontificio Mayor, del que fue rector entre 1994 y 2002.

Ducasse no tiene denuncias directas por abusos sexuales. Pero en su historial pesan ciertos episodios y conexiones. Mientras era rector, cuatro seminaristas se fueron. Nadie sabe por qué. Incluso, a Roma llegó una carta en la que un seminarista relata situaciones respecto de otro sacerdote, ocurridas durante la gestión de Ducasse. Su periodo en el seminario coincidió con dos sacerdotes del círculo más cercano de Fernando Karadima. Primero con Andrés Arteaga, quien fue director de estudios, y luego con Rodrigo Polanco, en el mismo cargo. Ducasse trabajó con los «Karadima» en puestos claves.

Octubre de 2010. El caso de Rimsky Rojas estalló en Valdivia, mientras estaba en el Instituto Salesiano. En aquella época, el obispo de Valdivia era Ignacio Ducasse. Un detalle: Ricardo Ezzati era prefecto de los salesianos y él mismo se hizo cargo del caso. La denuncia llegó incluso a la fiscalía.

Ducasse nunca se refirió al tema.

Este mismo antecedente llegó en febrero pasado a los oídos de Charles Scicluna, arzobispo de Malta y enviado especial del Papa. Marcelo Vargas, denunciante de Rimsky Rojas, le contó del silencio de Ducasse.

La última opción como carta para Santiago es elegir a un extranjero. Si bien hace meses la idea sonaba descabellada, hoy hay quienes creen que puede ser una buena salida para Francisco.
Dos europeos y un latinoamericano estarían en carrera. Este último, dicen cercanos al clero, sería el uruguayo Carlos María Collazzi, actual obispo de Mercedes y el mismo que visitó en 2012 Chile para investigar la Pía Unión Sacerdotal de Karadima.

De los tres extranjeros solo hay un nombre seguro dentro del grupo de candidatos, el más popular: el propio Jordi Bertomeu.

La señal

Francisco tiene dos factores en contra para tomar su decisión para Santiago: debe hacerlo rápido y no puede cometer errores.

La decisión, dicen fuentes eclesiásticas, debe tomarse antes del 22 de agosto. Ese día, Francisco se «desconectará» para preparar su viaje a Irlanda, el 25 y 26 de agosto.

El equipo de seguimiento y búsqueda también tiene que actuar rápido. Tener a Ezzati presidiendo el tedeum podría profundizar aún más la crisis que vive la Iglesia.

Aunque la solución para Santiago puede ser más simple de lo que parece. Puede estar a la vista de todos. Incluso de Francisco.

Pasó en el mundo político. La anécdota es famosa en Estados Unidos. El año 2000, George W. Bush, entonces candidato a la Casa Blanca, le pidió a uno de sus asesores más cercanos, Dick Cheney, que encabezara el comité de búsqueda para resolver quién sería su vicepresidente. Cheney buscó, pero ninguno de los candidatos cumplía con el perfil. La historia tuvo un giro sorprendente.

El seleccionado para el puesto fue el propio Cheney, que se convertiría en la figura más poderosa del futuro gobierno.

Paradojas así también podrían existir al interior de la Iglesia Católica.

Desde su primera visita a Chile, junto a monseñor Scicluna, la figura de Jordi Bertomeu destacó. Francisco, en la carta enviada a los obispos chilenos, lo alabó. Nunca se había visto un documento papal en el que se alabara tanto a un sacerdote en específico. Por petición expresa del Papa, Bertomeu no solo siguió trabajando en el «informe Scicluna», además fue el anfitrión de los dos grupos de víctimas de Karadima.

El nombre del español siempre ha estado sobre la mesa como posible administrador apostólico de Santiago. Aunque sería raro que lo movieran de Roma. En especial por el rol que podría cumplir en la reforma a la curia de Francisco. Aunque, dicen algunos vaticanistas, el futuro de su papado depende de la intervención a la Iglesia chilena.

Y Bertomeu podría ser clave.

Por eso, el mes de «desconexión» de Jordi Bertomeu, que comenzaba el 11 de julio, era justamente para discernir sobre su futuro. Antes de entrar se lo habían advertido.

Había planes para Bertomeu. Nuevas responsabilidades.

El candidato ideal del equipo de seguimiento y búsqueda, creado especialmente por el Papa, encabezado por Jordi Bertomeu, hoy sondeando con urgencia un candidato para Santiago, podría ser el mismo Bertomeu.

Antes de entrar al retiro, con la advertencia ya hecha, Jordi Bertomeu les pidió algo a sus más cercanos:

-Rezad por mí.

*Fuente: Periodista Digital

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