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El retroceso no empieza ahora 

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Jueves, 1 de septiembre de 2016
Se que pertenezco a una ínfima minoría de personas de izquierda con esta posición, pero para mi lo sucedido en Brasil no es un golpe de estado. Un golpe de estado es otra cosa, y quienes por estas tierras americanas lo vivimos sabemos lo que es un golpe y lo que significa, con su estela de represión, cárcel, tortura, muerte, desapariciones. Calificar de golpe al juicio político a Dilma es minimizar todo el drama que vivieron nuestros pueblos a través de una historia perlada de golpes de estado de verdad. 

El proceso que acaba de culminar en Brasil se ajustó a la legalidad establecida en ese país y con todas las garantías. ¿Que los argumentos fueron forzados? Puede ser, para mí lo fueron. ¿Que puede no gustarnos el resultado?. Puede ser, a mi no me gusta. Pero eso no lo transforma en un golpe de estado. El procedimiento es el mismo que se utilizó contra por ejemplo Collor de Melo (él también decía que era un golpe parlamentario en su contra), y allí si nos gustó, y no lo calificamos de golpe de estado. En muchos países existe el de juicio político (también en nuestro país) y cuando nos gusta el resultado lo aplaudimos (Abdalá Bucaram en Ecuador, Collor en Brasil, Nixon en EEUU, etc.) y cuando no nos gusta lo calificamos de golpe de estado (Lugo en Paraguay, Dilma en Brasil). Se dice por ahí que 61 personas destituyeron a una presidenta que fue electa por millones, y eso es una enorme falacia. Cuando se habla de los millones que votaron a Dilma, se está haciendo referencia a la representatividad que eso le otorga, y eso está bien. Pero se tiende a minimizar el hecho de que quienes la destituyeron también fueron electos por millones (muchos de ellos iban en las mismas listas que Dilma y eran sus aliados) y por tanto están revestidos también de una enorme representatividad. ¿Que en su enorme mayoría son delincuentes y corruptos? Si, claro, todo el mundo lo sabe, pero son corruptos electos por el pueblo brasileño, igual que los integrantes corruptos del PT.

He oído a un conocido historiador (Gerardo Caetano) decir: “Dilma cae como consecuencia de un movimiento político, que podemos llamar de diferentes maneras, pero que en definitiva es un golpe de Estado. Por qué es un golpe de Estado, porque efectivamente culmina con un cambio de gobierno”. Y si, obviamente, bingo!!…de eso se trata el procedimiento del impeachment, un procedimiento por el cual se juzga al primer mandatario y que puede culminar (como en este caso) con su destitución. Eso no lo transforma de ninguna manera en un golpe de estado.

Muchos reclaman a nuestro gobierno que tome una actitud condenatoria hacia lo actuado por el parlamento brasileño, similar a la de otros países, retirando a su embajador. Me pregunto por qué razón debería hacerlo (y me pregunto por qué lo hicieron esos países). Un parlamento de un país hermano, electo democráticamente y en uso de sus potestades legales y constitucionales, con la participación del poder Judicial, el tercer poder del estado, pone en marcha un proceso que termina con la destitución de la presidenta. Para colmo, un dato adicional y que todo el mundo parece menospreciar: las encuestas indican que más del 67% de los brasileños está de acuerdo con el juicio político. ¿Cuál sería el argumento para condenar? ¿Que a nuestro gobierno no le gustan los argumentos esgrimidos por el parlamento brasileño? ¿No es eso una brutal injerencia en los asuntos internos de otro país? Para mí lo es, y muchos de quienes reclaman esa actitud de nuestro gobierno se indignarían si otro país se inmiscuyera en las decisiones de nuestros parlamentarios. Es más, muchos ya se indignaron porque los argentinos cuestionaran la instalación de una planta de celulosa en nuestro suelo.

Señores, así es la democracia y esas son su reglas de juego. Los ciudadanos eligen a sus representantes, y estos toman decisiones en el libre juego de mayorías y minorías. Esas decisiones podrán gustarnos o no. Si nos gustan podemos aplaudir (por estas tierras se ven aplaudidores de todo tipo y color), si no nos gustan podemos protestar, movilizarnos e intentar cambiarlas (de paso digo que estoy de acuerdo con quienes, considerando que es un golpe de estado, se movilizan). El parlamento brasileño fue electo democráticamente, por más que la mayoría de sus integrantes puedan ser catalogados de “una manga de delincuentes del primero al último”, en uso de su soberanía tomó una decisión que los ciudadanos brasileños sabrán valorar. Si les gusta aplaudirán, si no, se movilizarán hasta lograr cambiar el estado de cosas. Esto último no parece que fuera a suceder.

¿Qué vendrán tiempos difíciles para los hermanos brasileños? Sin duda. Pero ojo al gol…el viraje conservador no empieza hoy…hace un buen rato que los trabajadores empezaron a pagar el ajuste del gobierno de Dilma. Entre otras cosas, la presidenta cae porque perdió su base de sustentación, porque abandonó a quienes la votaron y a los movimientos sociales que llevaron al PT al gobierno. El Mercosur también sufrirá, sin dudas, ya que muy probablemente haya más ambiente ahora para subirse al carro de la Alianza del Pacífico, en lo que están interesados tanto Argentina como Uruguay y también Brasil. Pero ojo…esto no es producto de la destitución de Dilma y la asunción de su compañero de fórmula. A fines de 2014, el flamante ministro de Desarrollo, Industria y Comercio designado por Dilma Rousseff, Armando Monteiro, señaló que “la política comercial avanzará, si el Mercosur no acompaña, en forma UNILATERAL.. El objetivo es … ¡sellar un acuerdo con la ALIANZA DEL PACÍFICO, con o sin el Mercosur”.

En el fondo, la caída de Dilma y el PT no es otra cosa que una postal del gran fracaso de los progresismos por estas tierras, partidos que alguna vez fueron de izquierda, antisistema, y que llegados al gobierno pretendieron gerenciar el capitalismo. No existen capitalismos buenos y capitalismos malos. El capitalismo es la explotación del hombre por el hombre, la depredación del medio ambiente y de la vida. La opción sigue siendo socialismo o barbarie.

*Fuente: InSURgente

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