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Vendedores de aceite de culebra (Perú y Chile: el triángulo en disputa)

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Alguien podría creer que dos países «serios» se envolverían en conflictos diplomáticos, movilizaran tropas, legislaran, y propiciaran viajes de relevantes autoridades a la región en función de tan solo tres hectáreas de arena, sin valor ninguno, perdidas en medio del desierto?   Sin embargo, esto es lo que nos han estado informando los medios de comunicación durante los últimos días, y cada día que pasa la «tensión» aumenta… Por lo que cabría preguntarse el por qué…
Si miramos la situación peruana nos encontraríamos con que el Presidente Humala tiene una desaprobación del 85 %; el resto de la «clase política» del Perú no lo hace mucho mejor…, elementos que ayudan a comprender la situación están vinculados a casos de corrupción que han llegado a envolver incluso a la esposa del Presidente. Con razón entonces que la «clase política» de Chile indica que el conflicto sucede «por razones de política interna del Perú…».
Pero cabe preguntarse también las razones que tiene Chile para sobredimensionar un tema que, mirado con realismo, es simplemente ridículo. Y las razones son prácticamente las mismas: la «clase política chilena» está tan desprestigiada por la corrupción imperante en prácticamente todos sus sectores que la aprobación que concita es de menos del 15 % de la población (cifra similar al rechazo a Humala en Perú). Y si miramos hacia la máxima autoridad, la Presidenta de Chile tiene una aprobación de tan solo alrededor del 25 % del electorado, tres cuartas partes de el la rechaza.  Su imagen se derrumbó después que se supo de casos de corrupción y tráfico de influencias que envolvieron a su familia inmediata: a su hijo (hoy día fuera del país) y a su nuera. Para mayor estropicio, el sector hegemónico empresarial chileno entró en una crisis porque se descubrió que su principal representante, Eliodoro Matte, la segunda fortuna del país, está vinculado a una colusión que estafó al pueblo de Chile por más de diez años. Y respecto del resto de los empresarios, ellos tienen que responder también por otras colusiones, estafas y defraudaciones como las de las farmacias, los pollos, la Polar, y un sinnúmero de corrupciones vinculadas a la «compra» y cohecho de senadores y diputados por parte de empresas como Soquimich, Penta, Corpesca, y otras aun por descubrir. Por último, se agrega a lo anterior el escándalo que remece al Ejército de Chile que malversó caudales públicos en casinos, viajes, regalos personales, y otros por investigar, cargándolos al diez por ciento que obtiene por las ventas de cobre que efectúa el estado de Chile en el mercado mundial…
De allí entonces que la ridiculez de disputarse un triángulo de tres hectáreas de arena, por dos países «serios» comienza a tener sentido: el sentido que da levantar globos de humo y «vender aceite de culebra» para (como decimos en Chile) «embolinar la perdiz». Tanto las clases políticas de Perú como de Chile «sacan las castañas con la mano del gato» para crear un problema artificial y tratar de ocultar lo que sucede en «el frente interno». Este «diferendo limítrofe» con el cual se nos bombardea diariamente, tanto a peruanos como a chilenos, hace recordar otro hecho bélico-diplomático que permanece en la vergüenza y en la memoria latinoamericana: la Guerra del Fútbol entre El Salvador y Honduras, en 1969.

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