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Oxi: el posible retorno a la cuna de la ciudadanía

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La crisis del endeudamiento griego revela mucho más que las decisiones económicas puestas en juego. El sometimiento que intenta imponer a Grecia la llamada “troika” (esa conjunción en la que concurren la Comisión Europea –CE-, el Banco Central Europeo –BCE- y el Fondo Monetario Internacional –FMI-) excede el marco económico, apuntando al control de la totalidad de las decisiones cardinales de su vida social y política. El propio proyecto europeo contempló desde sus orígenes que la integración económica era sólo un momento de una más amplia totalidad convergente, política y geopolítica. El de un capitalismo regional (donde cada estado-nación cede voluntariamente partes sustantivas de su soberanía hacia instituciones comunes centralizadas) finalmente regido por una tecnoburocracia de claustro, sin control democrático alguno, cuyas decisiones son adoptadas de espaldas a sus víctimas o beneficiarios. Buena parte de la ciudadanía de los países europeos más periféricos y con menor desarrollo social, liderada por élites políticas conservadoras y opacas que apelaron al cebo de un capitalismo “a la escandinava”, clausuró en su momento el debate acerca de las posibles consecuencias negativas y la pérdida de soberanía con el ingreso a la Unión Europea y a la Eurozona. Se encandiló con las luces de una marquesina económica de utilería y recibió finalmente un obsequio griego que no resultó ateniense sino troyano. Pero tardíamente la discusión se está instalando, a la luz de la debacle social y la emergencia embrionaria de nuevas izquierdas y progresismos.
Es indispensable mensurar, aún a vuelo de pájaro, la magnitud de lo que Syriza caracteriza como “genocidio social” en su país. En los últimos 5 años, Grecia perdió la cuarta parte de su PBI, incrementando su deuda hasta el 180% de su producción anual llegando a 320.000 millones de euros. Semejante contracción no puede dejar de notarse en el empleo: 29% de la población económicamente activa está desocupada, cifra que trepa al 62% entre la juventud que aún no huyó en busca de mejores horizontes, como hicieron los 200.000 jóvenes emigrantes, muchos de los cuales son profesionales universitarios.
Mucho más significativa aún que las divergencias en materia de alternativas económicas que se dirimieron en la disyuntiva electoral del domingo pasado, fue la confrontación de dos modelos diametralmente opuestos de representatividad. Por un lado la iniciativa del gobierno electo de llamar y alentar a la movilización callejera y de convocar a la ciudadanía a decidir de manera directa sobre la aceptación o rechazo de la propuesta de ajuste de la troika, lo que implicó también darla a conocer sacándola del encierro de las oficinas. Y por el otro, una tríada de funcionarios que pretenden negociar en nombre de toda Europa, cuando ninguno fue electo por ciudadanía alguna de manera directa. Ni siquiera el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que surge entre los 28 miembros de la CE designados por los estados miembros, propuesto luego por el Consejo Europeo y finalmente electo por el Parlamento Europeo. Una larga secuencia de ejercicio del regio dedo, maquillada a último momento con un toque de rubor parlamentario. Menos democrática aún fue la designación de la directora del FMI Christine Lagarde (surgida entre 24 directores ejecutivos designados por los países centrales que concentran casi todo el peso en el organismo) o la del presidente del BCE, integrante del Comité Ejecutivo, designado de común acuerdo entre todos los presidentes o primeros ministros de la Eurozona. No es casual por tanto que su hábitat natural sean los cómodos despachos y sus sillones, su motivación las jugosas rentas personales y sus procedimientos las negociaciones secretas y el lobbismo. Si por el contrario, el antecedente de Syriza diera paso a la consolidación de la regular apelación a la democracia directa y a la difusión del contenido de las negociaciones de todo tipo y en todos los niveles, se estaría inaugurando un camino de superación de la subordinación de la ciudadanía al imperio de élites burocráticas y políticas, tan inmunes al padecimiento social pero tan diestras para su autoreproducción.
Conjeturo que la victoria del “Oxi” (No) por tan amplio margen en un contexto de chantaje y amenaza, se debe particularmente al modo en que Syriza, el Presidente Tsipras y el equipo de gobierno griego han venido dialogando con la sociedad movilizada a lo largo de la desgastante negociación, fundamentalmente publicitando las posiciones. El resultado (61%) casi duplica los votos propios obtenidos hace 5 meses (36,34%), sacando una diferencia de más de 20 puntos sobre la temerosa resistencia conservadora. Las reuniones cerradas y las presiones son el campo y las reglas de juego propias de la troika que no tiene que rendir cuentas a ningún electorado. Sentarse allí ya es estar en desventaja pero revelar su contenido es un modo de contrarrestarla, debilitando algo la comodidad en la que se desenvuelven estas castas parasitarias. Consultar a la ciudadanía lo es más aún. Un ejemplo es la razón de la renuncia del ministro de economía Yanis Varoufakis para facilitar las negociaciones posteriores, ya que la troika tenía “ciertas preferencias” para excluirlo, cosa que habla muy bien de él y su rol durante el encierro con los funcionarios. Si mi hipótesis está bien orientada, el camino de reducción de la brecha entre representantes y representados, los puentes entre la dirigencia y la ciudadanía deberían extenderse para incidir en la correlación de fuerzas. No veo razón alguna para que estas reuniones en que continúan las negociaciones sean reservadas, como lo he sostenido para todo ámbito en el que se traten cuestiones que afecten a terceros. Hoy no hace falta siquiera intervención de las industrias mediáticas para registrar audiovisualmente o difundir toda clase de reuniones y hasta televisar en directo mediante métodos caseros tales como la aplicación “Periscope” que retransmite videos en tiempo real a través de Twitter.
Como sostienen varios analistas, efectivamente los atenienses inventaron la democracia en el Siglo de Pericles (V a.c.) pero aquella dista de su versión liberal actual al menos en dos aspectos esenciales. El primero es el carácter no universal de la ciudadanía (restringida a varones mayores atenienses militarmente entrenados, cosa que excluía a mujeres, esclavos y extranjeros residentes) que no sin dificultades y tardíamente hoy está universalizada en el mundo occidental. El segundo, que toda la ciudadanía tenía derecho a participar de la instancia por excelencia para la toma de decisiones: la asamblea. A diferencia de los parlamentos actuales, los miembros no eran elegidos sino que los ciudadanos podían asistir y participar cuando quisieran, de forma tal que la democracia ateniense no era representativa sino directa. Algunos de los funcionarios eran elegidos por la asamblea mientras otros lo eran por sorteo y todos integraban cuerpos colegiados. Reconciliar la acción política con estos últimos aspectos de aquella cuna de la democracia, no sólo facilitará las negociaciones, sino la construcción de una nueva izquierda europea.
El derrotado “Nai” (Sí) fue estimulado por toda clase de amenazas como la expulsión de la eurozona, el llamado “grexit”. Juncker, presidente de la Comisión Europea, lo sostuvo enfáticamente: “estoy firmemente en contra de un “Grexit”, pero no podría impedirlo si el gobierno griego no hace lo que debe hacer. La Comisión está preparada para todo. Tenemos un escenario del “Grexit” preparado en detalle”. Para él no hay polémica ni puntos de negociación, sino un solo camino. Justamente aquel para el que se postula como guía. Esta es una de las posibles alternativas que podrían decidirse hasta hoy mismo. Pero la apuesta inmediata del gobierno es la de retomar las negociaciones, no sin costos en su propia interna. De hecho Tsipras solicitó autorización al parlamento para retomar las negociaciones argumentando que el nuevo ministro de economía necesitaba el máximo apoyo para encararlas, encontrando la abstención de la presidenta del parlamento y de líderes como el ministro de energía y el voto en contra de dos diputados, todos ellos del propio partido. En su discurso reconoció que el planteo que llevaría contaba con muchas concesiones y “estaba lejos de nuestro programa”.
El camino de salida no es sencillo ni la recuperación inmediata al carecer de banco central propio como para definir su política monetaria de un día para otro, pero menos será la salida a la crisis que trasladará al resto de la Eurozona. Si este nuevo paso desemboca en una alternativa de corto y mediano plazo que mitigue el deterioro social, dependerá de los resultados de la puja. Pero es encomiable que una izquierda reconozca las dificultades que la realidad le impone al cumplimiento de su programa, alejándose de mesianismos u ocultamientos que generan desconfianza ciudadana. No se trata sólo de revisitar los orígenes dos milenios y medio después para recrearlos, sino para recobrar las expropiadas potestades ciudadanas.
En Grecia o donde fuere.
El autor, Emilio Cafassi, es profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano, ciudadano uruguayo. cafassi@sociales.uba.ar

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