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La élite corrupta está cavando su propia tumba

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Los personajes de la élite corrupta chilena son tan ignorantes o, bien, confiados en que los “borregos“ ciudadanos, ni siquiera, los llamarán a rendir cuentas de sus abusos y sinvergüenzuras, que no alcanzan a vislumbrar que, por ejemplo, que en Brasil, producto de la corrupción en la empresa Petrobras, no cortada a tiempo de raíz, está a punto del provocar el derrumbe del gobierno de Dilma Rousseff – en la actualidad tiene sólo un 13% de apoyo ciudadano, récord apenas superado por el gobierno de Fernando Collor de Mello con un 5%, destituido constitucionalmente por el Congreso de ese país, el 29 de diciembre de 1992 – y así ha ocurrido con otros países casi siempre en la historia, pues los poderosos jamás han demostrado capacidad para el camino errado, así sea por mero egoísmo de conservar sus privilegios y, ni siquiera, como Luis XIV, de Francia, son capaces de decir, “después de mí, el diluvio”.
Aun cuando lo hecho dicho en varias ocasiones, en Chile no existe la democracia, sino una monarquía electiva y plutocrática, cada vez más corrupta. No es que la gente no crea en las instituciones, tanto estatales, como privadas y religiosas, lo que ocurre es que están podridas. Un ejemplo de ello es el famoso Tribunal Constitucional, un organismo de facto, creado por una Constitución ilegítima y tramposa, tanto en su origen como en la práctica; este Tribunal es un supra-poder integrado por miembros cuoteados por las dos combinaciones que se han apropiado del Congreso y otros que son nominados a dedo por el poder judicial y que ejerce su autoridad omnímoda sobre toda la vida del país, además sus fallos son inapelables.
En el reciente caso del holding Soquimich hemos asistido a un espectáculo verdaderamente deplorable: en un primer momento, el Servicio de Impuestos Internos ha intentado paralizar la investigación por parte del Ministerio Público, sosteniendo que no cuenta con suficientes elementos para iniciar una querella; aprovechándose de la situación, un miembro del directorio de dicha empresa, Patricio Contesse – compañero de curso del accionista principal, Julio Ponce Lerou – presentó un recurso al Tribunal Constitucional para que fallara en el sentido de detener la investigación de la Fiscalía, que logró un resultado positivo, pues atrasó la investigación por más de una semana. No hay que ser muy astuto para comprender que lo que pretende el grupo de seguidores del yerno de Augusto Pinochet es lograr que los eventuales delitos tributarios prescriban, que su fecha límite el 31 de abril del año en curso.
En el caso del escándalo Penta, cada día se hace más patente que sin la delación de Hugo Bravo hubiera sido imposible enviar a prisión a los dueños de ese holding. El caso de Soquimich el asunto es aún mucho más grave y tiene aristas aún no exploradas. Por ejemplo las acciones de SQM se cotizan como ADR en la Bolsa de Estados Unidos – no sería raro que el organismo regulador de ese país, la SEC, interviniera en este caso -; por otra parte, entre los accionistas minoritarios de SQM se encuentran inversionistas canadienses que, acostumbrados a la imposibilidad de eludir impuestos en su país, se han opuesto a la maniobras antiéticas de Ponce Lerou y su grupo. Es tan grave el problema de este holding que, en la sesión de la Bolsa de Comercio del día miércoles 18 de marzo, llegó a caer un 12%, suspendiéndose sus cotizaciones.
Julio Ponce Lerou, que cuenta entre los directores de sus empresas a hermanos, a antiguos pinochetistas, sobre todo a Hernán Büchi y a personajes de la Concertación, ha podido, hasta ahora, sortear con éxito la multiplicidad de escándalos y juicios a los cuales han sido sometidas sus empresas, entre ellos el caso Cascadas, el escándalo financiero más grande en la historia de Chile y que, para variar, también se encuentra en el espurio Tribunal Constitucional.
Pienso que con tanto abuso de la élite corrupta vamos derecho al despeñadero – sería fatal que cayéramos en las manos de un tipo tan corrupto como lo que ocurrió en Italia, con Silvio Berlusconi.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
20/03/2015

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1 Comentario

  1. Alfredo Armando Repetto Saieg

    La «democracia» en la medida de lo posible se caracteriza por hacer reformas para ganar la confianza de los trabajadores pero sin molestar ni perjudicar los intereses de la patronal. El problema es que semejante hipocresía y oportunismo tiene altos costos para la derecha duopólica. El peor es que así pierden la hegemonía; de a poco, paulatinamente pero a la vez sin pausas. En otras palabras, queriendo dejar contentos a todos, no dejan contento a nadie, por lo menos no a la amplia mayoría de los chilenos.
    Lo aclaro porque los grandes beneficiarios del neoliberalismo, de la apertura indiscriminada de la economía- que de hecho arruinó nuestra industria nacional- de las privatizaciones fraudulentas, de la flexibilización laboral, de la tercerización de los servicios, etc., tuvieron y tienen un gran benefactor: la élite, esa misma que hoy es cuestionada por los casos Caval, Penta y Soquimich. Los que perdemos, las víctimas del libertinaje del mercado y de sus irracionalidades, de sus dogmas y utopías, somos nosotros, los que sobrevivimos con su salario también definido de antemano por los dominantes.

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