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Chile: ¿Qué es una línea política para la transformación social?

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“…no es grave cometer un error. Todo el mundo lo comete.
Lo grave es persistir en él, agrandarlo y justificarlo.”

Mario Roberto Santucho

Una línea política justa es una construcción y pedagogía colectivas que se desenvuelve como un solo momento respecto de los detalles de la estrategia global, sus movimientos tácticos y el balance de las relaciones de fuerza locales e internacionales entre la minoría gran propietaria y el pueblo trabajador ampliado.
¿Qué es una «línea política»? Si la estrategia general es el establecimiento del gobierno de la sociedad misma y de la socialización total de la organización de la vida por el pueblo trabajador en términos ampliados y en camino a la disolución del Estado, del trabajo asalariado y de las clases sociales de intereses antagónicos e irreconciliables, entonces uno de sus momento sustantivos corresponde a que el arsenal político de los intereses de la mayoría explotada directa o indirectamente, aquel que cobra sentido en la articulación de la totalidad de los combates dispersos que se enfrentan al capital (capital/trabajo, naturaleza expoliada y saqueo/ambientalismo consecuente, patriarcado/liberación femenina y del disenso sexual, nacionalismo/socialismo, etc.), es la colaboración resuelta en la generación de las condiciones de la desobediencia popular. La síntesis de la reunión de las luchas anticapitalistas es la superación dinámica de la simple suma de sus partes y de su subordinación a una estrategia transformadora y radical.
Lo anterior sólo es un conjunto de palabras sin el análisis concreto de la realidad concreta, de las relaciones de fuerza en todos los ámbitos, la desmistificación y destrucción del fetiche de la democracia representativa y del develamiento de la dictadura del capital en la acción directa conciente, a escala nacional e internacional. Hoy habitamos el desafío crucial y sin subvenciones de recrear el proyecto liberador del género humano, lejos de los «progresismos» de umbral agotado, los populismos y la ingenuidad de retornar a los paradigmas y programas nostálgicos de un «Estado fuerte», «nacional-desarrollista» y de la ideología burguesa del «progreso infinito».
Una línea política justa reivindica la pre-existencia del y los núcleos humanos que, armados del más amplio pensamiento emancipador producido históricamente, están dispuestos a recorrer el proceso completo de su estrategia. Por eso sus componentes corresponden a las mujeres y los hombres cuyo quehacer práctico –imaginativo, audaz, crítico, valiente, inteligente, autoconciente- deletrea sus expedientes junto y desde el pueblo trabajador en lucha. Al respecto, el rol del núcleo político es democratizar colectivamente el pensamiento y las experiencias transformadoras, de modo de evitar a toda costa la formación de especialistas y de jefaturas eternas, precisamente, obstruir la repetida promesa trágica de la burocratización de cualquier empeño y los riesgos de su cooptación, esclerosis, e independientemente de la “lucidez” de sus cuadros de dirección, de la subsecuente imposibilidad de ofrecerle proyección en el tiempo ante su eventual aniquilamiento o deserción.
Una línea política coherente –en una época de reordenamiento geoeconómico de los capitalismos centrales sobre la base de una ofensiva conjunta que se expresa con brutal rigor en las sociedades dependientes de América Latina, África, gran parte de Asia y el sur de Europa- informa perfectamente sobre la desventaja estratégica desde donde se origina. Como también sabe que lo nuevo proviene de lo viejo, es capaz de descubrir las claves de la hegemonía burguesa, que los planes y las planificaciones corren de menos a más, de lo simple a lo complejo, y que la dialéctica materialista es su método de análisis por excelencia.
Muy lejos del cretinismo y la ingenuidad, en Chile, una línea política justa abreva hoy de su propia historia, en tanto forma nacional del capitalismo mundializado como nunca antes en el devenir de la humanidad, y cautela con celo mayúsculo los primeros pasos de los núcleos insubordinados. El peligro permanente de sus implosiones, desintegraciones y abortos en el actual período constituye su propia formación crítica. La estabilidad de su constante recreación requiere de verdad, disciplina, independencia política de las instituciones e intereses del poder establecido, y de la separación obligada entre las individualidades –personalismo, egotismo, acaudillamiento- y los argumentos fundados en la práctica. La confusión entre los afectos y la realidad de cada uno de sus miembros se instaura como prohibición necesaria. Obviamente, ello no excluye jamás la inclusión en su caja de herramientas analítica de la llamada psicología social y psiquiatría crítica y humanista. De hecho, de resultar desalojados esos saberes, es imposible desarmar las relaciones de alienación dominantes.
En consecuencia, una línea política justa es una construcción y pedagogía colectivas que se desenvuelve como un solo momento respecto de los detalles de la estrategia global, sus movimientos tácticos y el balance cotidiano y pormenorizado de las relaciones de fuerza locales e internacionales entre la minoría gran propietaria y el pueblo trabajador ampliado.
Asimismo, el o los núcleos insubordinados guardan distancia estratégica de la institucionalidad burguesa, dicen con la práctica pre-meditada, ganan capacidad para localizarse y deslocalizarse, se territorializan produciendo al mismo tiempo su propia retaguardia, aprovechan las debilidades del poder (por ejemplo, el descrédito estructural del sistema político que administra el Estado que subsidia al capital y se funda sobre la sobreexplotación del trabajo, la tercerización avasallante, la destrucción de la naturaleza (no existe humanidad fuera de ella) y el patriarcado); sospechan de las reformas que enmascaran la propia desesperación e inestabilidad de los que mandan todavía; se integran protagónicamente al conjunto de luchas atomizadas con el fin de aportar a la politización unitaria de las fuerzas sociales en combate de acuerdo a sus modos, gramática y rítmica.

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2 Comentarios

  1. José Maria Vega Fernandez

    El fondo simple de todo esto: trabajo vs capital.
    Afinando un poco mas : yo laburo y tu especulas porcentuando.
    Te gusta mas ganar mas que yo y usar la cabeza para hacer negocios gordos.
    Yo uso las manos y sudo, porque encuentro un gran placer en trabajar.
    Tu me pagas una miseria pero me tienes cogido del cuello.
    Y más encima me amenazas con usar robots para fabricar mis «podridas sillas», y dejarme a solas con mi amor al trabajo.
    Y mi mujer e hijos me ruegan que no me suelte de tí, que es necesario el salario…..
    Parece que el mundo del trabajo por el trabajo, la creatividad por ella misma, no tendrán cabida en el mundo…
    …No sigo.
    Mejor paso por la botillería para olvidar mis penas.

  2. Alfredo Armando Repetto Saieg

    Estando de acuerdo con el autor de este artículo quisiera agregar algo más en el debate sobre la estrategia de cambio a seguir porque me parece fundamental: Simplemente afirmar que estoy hastiado que me digan que esta «Nueva Mayoría» vino a hacer cambios en favor de los trabajadores. Me cansa ese argumento porque la Concertación nunca fue democrática. Ya con Aylwin nos mostraron que eran un conglomerado de partidos que simplemente venía a administrar el neoliberalismo porque ideológicamente estaban y están comprometidos con sus paradigmas. Indigna el hecho de que es precisamente este mito (de que la Nueva Mayoría es progresista) el que en parte no nos deja avanzar en la organización política del movimiento social.
    Los atajos no sirven: nadie hará por nosotros las transformaciones estructurales que Chile requiere con urgencia. Depende de la mayoría, de los estudiantes y trabajadores, alterar este régimen de locura reaccionaria y oscurantista, de un autoritarismo que conmueve, de un consumismo superfluo que nos mantiene endeudados de por vida y de una falta de respeto increíble cuando se trata de los derechos del pueblo. No lo olvidemos: la UDI, RN, la Concertación y los falsos progresistas, oportunistas todos ellos, encarnan lo más retrógrado de nuestro país. Entonces, no confiemos en que trabajen por el bien comun.

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