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La cooptación como forma de ejercer el poder

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Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él”.
(Proverbio árabe)

Es de la esencia de una contienda que los elementos contrapuestos busquen, por todos los medios puestos al alcance, imponer su voluntad al otro. Las formas de hacerlo si bien varían en cada circunstancia pueden, sin embargo, reducirse a dos: llevar al adversario a un enfrentamiento directo que lo obligue a claudicar, o acercarse a él y unírsele a fin de cambiarlo desde su interior. Con un conjunto de variables, estas dos formas de enfrentar las contiendas han persistido a través de los tiempos y se muestran especialmente activas, en nuestros días, dentro de las justas políticas.

En las contiendas democráticas, no obstante, la forma preferida ha sido y es la de unirse al enemigo para la consecución de los fines, actitud que no es casual. Los diálogos a fin de lograr acuerdos, los encuentros con miras a dar solución a distintos enfoques entre distintas facciones constituyen una manifestación de esa línea de comportamiento que evita el enfrentamiento directo. Las razones son dos, principalmente. Por una parte, para quien desea introducir un cambio en la institucionalidad del país y no busca imponerse a través de los medios con los cuales cuenta implica un menor costo social; por otra, en los regímenes democráticos el enfrentamiento directo conlleva implícita la amenaza del golpe de Estado que, como lo hemos señalado en otros de nuestros documentos, es parte consubstancial del sistema capitalista.

Sin embargo, la unión o colaboración con el enemigo constituye también una forma de hacer política entre las propias organizaciones que defienden los intereses de las clases postergadas a fin de imponer a otros sus puntos de vista. El ‘entrismo’[1], forma empleada tradicionalmente por los partidos de orientación trotskista es una de ellas; persigue la destrucción del cuerpo al que se ha ingresado, introduciendo allí elementos de discusión que provocan dudas a sus integrantes y, finalmente, dispersión en el grupo social elegido. Entonces, para la organización ‘entrista’ el terreno es fértil para la captación de nuevos militantes. La ‘infiltración’ es otra de las formas de introducirse en el cuerpo enemigo a fin de recabar información y, en lo posible, entregar información equívoca y producir discordias al interior del mismo a fin de lograr su dispersión o claudicación.

Sin embargo, existen otras formas tanto o más efectivas de lograr la sumisión de quienes resultan ser elementos odiosos y pueden causar molestias o desórdenes dentro de una coalición que busca ejecutar un determinado plan. Es la ‘cooptación’ del rival, la captación de quien se supone adversario, a fin de emplearlo para la consecución de los propios fines. La cooptación, normalmente, se emplea sin exigir sacrificio alguno al cooptado a quien sólo se le reconocen méritos para determinados desempeños.

La cooptación puede revestir dos formas: a) el alejamiento del adversario de los lugares o sitios en donde pueda ocasionar disturbios, bajo la apariencia de otorgarle una merecida retribución, y b) la incorporación del adversario a las labores de ejecución del plan concebido por el grupo social dominante. En ambos casos, la cooptación puede o no contar con la aquiescencia del cooptado. Lo hace cuando éste, consciente y deliberadamente, acepta la misión que se le encomienda creyendo poder, con ese gesto, torcer desde dentro el rumbo que ha emprendido el grupo social cooptante; no lo hace cuando acepta la misión suponiendo que ella se le encomienda como retribución de un servicio o reconocimiento (ethos) de una actitud anterior. Pero, en todo caso, la cooptación supone, finalmente, la sumisión de la voluntad del cooptado a la del cooptante. Podemos ilustrar un clásico ejemplo histórico al respecto.

Manuel Rodríguez resultaba ser un elemento tremendamente conflictivo para Bernardo O’Higgins en su desempeño como Director Supremo de Chile. En su intento de alejarlo de Chile, le ofreció O’Higgins un cargo representativo en Estados Unidos que el líder guerrillero, astutamente, se negó a aceptar pues advirtió a tiempo el objetivo de esa ‘diputación’. El Director Supremo pretendía cooptar al coronel Rodríguez Erdoyza, tentarlo con un cargo que podría satisfacer su ‘ethos’ y alejarlo, de esa manera, de la política contingente del país.

En la reciente historia política del país, el arma empleada por la Concertación ha sido la cooptación de la dirigencia política y social, empezando por los jóvenes de la generación del 90 o G90, cuyo representante más genuino es Rodrigo Peñailillo que, hasta el momento, ha desempeñado, en dos oportunidades, el cargo de Vicepresidente de la República y se vislumbra como un posible candidato del bacheletismo a la presidencia de la nación en 2017. Peñailillo fue dirigente estudiantil. Fue cooptado junto a otros jóvenes por los dirigentes del PPD de ese entonces (Francisco Vidal, Sergio Bitar, en fin) y dada su absoluta lealtad hacia sus mentores se le asignaron cargos de Gobierno entre los que debe mencionarse la Gobernación de Arauco. Para esos jóvenes, que dificultosamente podían pagar sus estudios, recibir sueldos de dos o tres millones de pesos era una fortuna. Hoy, Peñailillo viste ternos cuyo valor supera los 550 mil pesos y es considerado el hombre más bien vestido del Gobierno de Michelle Bachelet[2].

La cooptación no es algo nuevo. La abogada de derechos humanos Carmen Hertz, de destacada participación en los casos de violaciones a los derechos humanos, fue cooptada en el primer gobierno de Bachelet. Sus continuas quejas ante la tolerancia de la Concertación en contra de los violadores de los derechos humanos terminaron abruptamente cuando se le ofreció el cargo de embajadora en Rumania, cargo que aceptó de inmediato. El elemento díscolo fue retirado del teatro de operaciones democrático.

La cooptación es una forma de conquistar adeptos sobre la base de incorporar el elemento del interés pecuniario o el cargo de importancia. Para el cooptado, se eleva su ego, lo que Aristóteles llamaba ‘reconocimiento’ social o ‘ethos’; el individuo que recibe el nombramiento deja de ser una persona común, es un ‘famoso’, un individuo ‘del poder’, alguien a quien se le puede pedir ‘favores’ o ‘misericordia’, en su caso. Gran parte de la cooptación se realiza a través de la oferta de cargos en el Gobierno: subsecretarías, embajadas, agregadurías, jefaturas de servicios, dirección de empresas, cargos en los directorios, en fin.

La cooptación se realiza no sólo a través de individuos particulares sino también de instituciones que no desean mantenerse al margen de lo que sucede en los ‘círculos del poder’.

Dentro del pacto ‘Nueva Mayoría’ hay algunos casos de instituciones que merecen especial mención. El primero de ellos es lo sucedido con el partido Comunista; el segundo, con el partido Progresista.

En el caso del partido Comunista, no puede decirse que la cooptación exista como una forma de tentar a su militancia; en realidad, y paradojalmente, es parte de la estrategia de ese partido. El partido Comunista siempre ha sido un partido institucional; siempre ha librado sus luchas dentro de los cánones democráticos, siempre ha sido respetuoso de la legalidad. Con excepción del corto período que abarca el nacimiento, pasión y muerte del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el partido Comunista se caracterizó por su profunda convicción democrática. A nuestro entender, ese rasgo explica que muchos políticos lo vean como el más conservador de todos los partidos que existen en Chile. Como decía un buen amigo nuestro: si ha mantenido consecuentemente una línea política por casi cien años, no debe sorprender que la mantenga por otros cien. El partido Comunista siempre ha querido realizar las transformaciones dentro de los marcos establecidos por el sistema siendo acusado en numerosas oportunidades de ‘reformista’ por otras organizaciones políticas. No debe llamar la atención, en consecuencia, que haya participado en el pacto ‘Nueva Mayoría’ pues tal participación es parte de su línea política. Pero sí llama la atención que algunos de sus personeros, vinculados a los movimientos sociales hayan cambiado su discurso acomodándolo a las formas tradicionales de hacer política, propias de la Concertación.

No es el caso de Bárbara Figueroa, presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) que, desde antes de su elección como presidenta de la central, pertenecía al grupo que encabezaba Arturo Martínez, en ese entonces, flamante Vicepresidente del PS. Que Bárbara Figueroa tenga un doble discurso hoy no constituye novedad alguna pues la CUT no ha dejado de ser una estructura dependiente de las ayudas que el Estado pueda darle a través de aportes fiscales. La Central Unitaria de Trabajadores no se diferencia de la antigua Central Única de Trabajadores por la sola circunstancia de tener otro nombre: hay inconmensurables abismos que se abren entre una y otra. La existencia de una Central Autónoma de Trabajadores CAT, de una Confederación General de Trabajadores (CGT), entre otras organizaciones disidentes de la línea de aquella, no es casual. Hay una resistencia a aceptar el liderazgo de la CUT en tanto no cambien determinadas formas de funcionamiento que den garantías suficientes de independencia sindical a los trabajadores.

Lo que sí sorprende es el comportamiento de los líderes sociales más emblemáticos del PC, su cambio de discurso, su adscripción a las formas de lucha política y argumentos de la antigua Concertación. En esa dirección lo hacen Karol Cariola y Camila Vallejo que de dirigentes estudiantiles evolucionaron a flamantes diputadas, institucionalizando su forma de actuar y de presentar las demandas sociales; también el caso de Rodrigo Rocco quien, años atrás, tratara de ‘traidor’ a Rodrigo Peñailillo cuando éste firmó por separado un acuerdo con el gobierno concertacionista de turno, dejando en la estacada al movimiento estudiantil. Rodrigo Rocco asesora hoy al ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre, economista que ideara convertir a los jóvenes universitarios en clientela bancaria a través de la implantación del crédito estudiantil con aval del Estado (CAE).

No ha sido diferente el caso de Eduardo Contreras, el más prestigioso de los abogados de derechos humanos, que ha dejado su labor humanitaria para asumir el cargo de embajador en la República de Uruguay. Tampoco el de Cristian Cuevas, el más emblemático dirigente de la CUT y de los trabajadores del cobre, cooptado para asumir una agregaduría laboral en España. Ni el de Antonio Arévalo Sagredo, agregado cultural en Italia, entusiasta partidario de la Concertación.

De si la línea adoptada por el partido Comunista de incorporarse al pacto ‘Nueva Mayoría’ dará los frutos que espera o si resultará un completo fiasco es algo que está por verse. Fresco está en la memoria el intento que hizo de apoyar al gobierno de González Videla y el desastroso final de esa alianza; fresca está aún en la memoria las estrofas que dedicara Pablo Neruda (‘El pueblo lo llama Gabriel’) a bendecir tan espurio enlace. Pero también es posible que pierda la credibilidad de los sectores dominados. La rebelión de los profesores, expresada en la marcha de fines de este mes, es una advertencia que con las reivindicaciones sociales y las esperanzas de los postergados no se juega.

El caso del partido Progresista (PRO) que fundara Marco Enríquez-Ominami no deja de ser tragicómico pues de la generalidad de las afirmaciones hechas por su abanderado y creador, durante la campaña, no quedan hoy vestigios, y su cercanía al pacto ‘Nueva Mayoría’ es manifiesta. Para que el ingreso a dicho pacto sea inminente falta solamente acomodar algunas nominaciones, circunstancia que puede suceder en el corto o mediano plazo.

El partido Revolución Democrática no está ajeno a esta cooptación. Su principal líder, Giorgio Jackson, oscila entre participar junto al pacto ‘Nueva Mayoría’ y mantener su independencia. Pero Miguel Crispi, dirigente de esa colectividad, es asesor del ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre. Y hay dos o tres dirigentes de esa colectividad que también han sido cooptados con la oferta de cargos gubernamentales.

Algunas otras cooptaciones son lamentables pues los movimientos sociales pierden a prestigiosos líderes como es el caso de Javiera Parada Ortíz, hija de José Manuel Parada, una de las víctimas de la dictadura, que parecía haber roto sus lazos con el pacto ‘Nueva Mayoría’. No era así, sin embargo. Por el contrario, sus lazos se habían intensificado al extremo que logró imponer que el ejercicio de la agregaduría cultural, que se hacía en Washington, se hiciese en Nueva York porque su pareja vive allí y su ‘tía’, la presidenta Bachelet, ‘es comprensiva’.[3] Javiera era dirigente del movimiento por una Asamblea Constituyente y hoy ejerce el cargo de agregada cultural en Nueva York, con un sueldo no inferior a los 10 mil dólares mensuales.

La cooptación de la dirigencia de las organizaciones sociales no se ha limitado solamente a la captación individual de personas; también ha sido hecha en forma colectiva. Y en una forma bastante reprochable.

En efecto, en el período anterior de Bachelet, había el gobierno instituido el derecho a atención gratuita de salud para todos los dirigentes sociales y vecinales. Este derecho fue suspendido en 2010 por Sebastián Piñera. El día 7 de junio, la presidenta anunció la reposición de ese derecho basado en la circunstancia que

“[…] quienes asumen un esfuerzo adicional en sus vidas, cual es el liderazgo de las organizaciones vecinales, quienes hacen un esfuerzo adicional por sus vecinos, con los ciudadanos, sin retribución monetaria alguna, sin restricción de horario, y sólo para contribuir a la comunidad, merecen ser compensados también por el Estado”[4].

El fundamento al que recurre Bachelet para justificar la medida no es el mejor. Explicar la concesión de salud gratuita a los dirigentes vecinales por la sola circunstancia de actuar éstos en beneficio de los demás sin recibir retribución alguna, implica no entender el rol de esos dirigentes. Un dirigente actúa sin retribución alguna porque actúa por solidaridad, por el simple deseo de hacer el bien, no por dinero, privilegios ni prebendas. Establecer derechos a favor de esos dirigentes implica establecer separaciones odiosas entre ellos y el resto de la población, implica crear una categoría de privilegiados que desvirtúa la calidad que ellos detentan. Y es que los dirigentes (no solamente los vecinales) son tales porque luchan para conseguir beneficios comunes a todos ellos y no para llenarse de privilegios personales en detrimento de sus propios representados. Asignar beneficios de esa naturaleza que separan a los dirigentes de sus bases es intentar cooptar a la dirigencia para instalarlos como clientela electoral. Y eso es algo inaceptable.

Es problema de las cooptaciones es grave. Cuando se hace tanto a través de la concesión de privilegios como de la asignación de cargos, implica comprometer a quienes los reciben y hacerlos depender de una voluntad ajena que, en definitiva, va a decidir sobre sus destinos. Implica hacerlos depender de concesiones especiales o sumas de dinero que no sólo proveen sus respectivas subsistencias sino les permiten llevar una vida holgada y, a la vez, postergar cualquier crítica que puedan formular en contra de quienes les han otorgado semejantes beneficios.

Es verdad que no se puede asegurar se compre la conciencia de los cooptados por el simple hecho de la cooptación, pero sí puede decirse que se neutralizan las eventuales críticas que puedan formularse en contra de quienes detentan el mando de la nación. La cooptación deslinda sus fronteras con la corrupción por lo que es importante tener presente, al respecto, una anécdota que nos cuenta Clotario Blest cuando, en cierta oportunidad, un presidente de la República le ofreció el cargo de Tesorero General de la República.

“No, presidente”, repuso el dirigente, “no puedo aceptarlo. Traicionaría con ese acto a los trabajadores que han depositado su confianza en mí”.

La asignación de cargos es una de las formas más frecuentes a través de las cuales se manifiesta la cooptación. Compromete al cooptado. Cuando se trata de algún dirigente social que lucha por las reivindicaciones de su grupo, le hace postergar el cumplimiento de las obligaciones que debía realizar en su calidad de tal. Y es la antesala de la corrupción. Saber reaccionar a tiempo y establecer los límites de la cooptación o de la manera de participar en el juego del adversario sin adoptar sus hábitos ni propagarlos es tarea de quienes insisten en llevar adelante esa estrategia. De lo contrario, tarde o temprano terminarán siendo engullidos por la insaciable voracidad del sistema.

Estocolmo, junio de 2014

Notas:

[1] Que viene del verbo ‘entrar’.

[2] Redacción: “El precio de la elegancia del ministro Rodrigo Peñailillo”, ‘El Mostrador’, 29 de mayo de 2014. En todo caso, Peñailillo no es el personero de Gobierno que más gasta en ropa; hay otros que lo superan o lo han superado en la historia de las vanidades políticas chilenas.

[3]Contreras, Mario y Candia, Viviana: “Scanner a los nombramientos de agregadurías de Bachelet en el exterior”, ‘La Segunda’, 13 de junio de 2014, pág. 22.

[4] Cable de Agencia UPI: “Bachelet anuncia restitución de atención de salud gratuita a dirigentes sociales”, ‘El Mostrador’, 07 de junio de 2014.

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