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Siete recomendaciones para el año trece del tercer milenio

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Vivir sin aferrarse a nada material:
la crisis nos demuestra que lo concreto se deshace en el aire. Lo nuevo viene desde nuestras acciones pasadas, aún así no tenemos forma de saber como viene el futuro, solamente una leve idea, que a veces se queda chica o es completamente distinta de lo imaginado. Las soluciones del presente y del futuro no son las cosas, somos nosotros viviendo sin apegos materiales.

Vivir a plenitud cada instante:
el mundo está en crisis, es múltiple y algunas de ellas pueden conducirnos al abismo. Todo cambia, lo viejo cae, lo nuevo se levanta, no siempre lo nuevo es mejor y a veces es una mala copia de lo pasado. Este tiempo de conocimientos y peligros colosales puede ser la mayor tragedia del género humano, como también puede ser una oportunidad, quizá la última, para encontrar soluciones humanas. Vivir es mucho más que respirar, es creación, es buscar salidas, es proyección hacia mañana.

Vivir con la idea de cambiar la vida:
sea cual sea nuestro arte y la posición que ocupemos en la sociedad, tenemos una herramienta privilegiada, el cerebro, del cual usamos apenas una pequeña proporción. En el cerebro se pueden registrar más conexiones que todos los átomos que existen en el universo. En realidad el cerebro es un universo en sí. Se alimenta con información que le llega por múltiples vías. Es una herramienta que nunca descansa, el detalle es que no siempre sabemos usarla. El mayor ideal humano es vivir en una sociedad justa que permita el desarrollo del potencial humano, proyectemos la idea de cambiar la vida.

Hacer de la indignación una forma ética de vivir:
el planeta tierra tiene recursos como para vestir, alimentar y dar vivienda a toda su población. Y sin embargo más de la mitad de la población vive con menos de lo humanamente necesario. Es hora de decir basta a esta injusticia social. Crecerán las desigualdades y debe crecer nuestra capacidad de indignarnos, que la ética sea nuestra mayor divisa. Ejerzamos el poder de la indignación y seamos, con los demás, una fuerza de salvación y cambio.

Usar la imaginación y darle curso a la iniciativa:
un problema tiene solución si hay voluntad, con voluntad podemos ver hacia adelante y darle curso a nuestras iniciativas. Imaginemos el mundo que queremos, asumamos la tarea de hacerlo real en unión con todos. Se requiere participación creativa, bañarse cada mañana en el río de la vida, desterrar los miedos y negaciones, atrevernos a mirar la cruda realidad y humanizarla. Que el sentimiento sea moneda de cambio.

Reír trece veces por día:
Reír es la mejor medicina y puede hacer florecer la energía creadora que todos tenemos, pero pocos usan. Riamos como mínimo trece veces por día con los motivos más diversos, en un permanente estado de gracia. La sabiduría es saber reírnos del ego que nos nubla el entendimiento y nos impide disfrutar con la maravilla de lo simple como una gota de rocío, el sabor de la fruta madura, una puesta de sol y tanto más.

Dejar tiempo y recursos para el ocio compartido:
Asistimos a la aceleración del tiempo, que paradójicamente nos priva de capacidad para disfrutar la vida. Crear tiempo y disponer recursos para el ocio compartido es la única forma de acelerar la capacidad creadora de cada uno sin dejar de sentir plenamente cada minuto que estemos en este mundo. Seamos los que somos nosotros por nuestros actos y momentos de ocio y no lo que otros quieren de nosotros para ellos. El mundo es lo que es porque nosotros lo permitimos, entonces que el mundo sea lo que queremos que sea, con nuestras capacidades en la acción y en el reposo creador.

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