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Clotario Blest y su concepción de partido político

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«Mis queridos amigos: en esta lucha me tenéis incondicionalmente a vuestras órdenes.
Estaré al lado vuestro en los momentos en que se requiera,
porque la única felicidad grande al término de mi vida ya, será morir peleando por la clase trabajadora,
por mis hermanos los que sufren, por mis hermanos los pobres.
¡Por mis hermanos los que sufren en esta vida callados y silenciosos!…»

(Clotario Blest: Discurso en la ANEF al cumplir 80 años)

 

INTRODUCCIÓN

El día 31 de mayo recién pasado se han cumplido 22 años del fallecimiento de uno de los hijos más ilustres que ha producido la tierra chilena. Me refiero a Clotario Blest Riffo, creador de la Central Única de Trabajadores de Chile CUTCH, más tarde, simplemente, Central Única de Trabajadores CUT.

La figura de Clotario Blest no constituye un bastión aislado dentro de la historia de nuestra Patria, sino se encuentra inextricablemente unida a la de otros dos grandes hombres que fueron (son, y seguirán siéndolo) Fermín Vivaceta y Luis Emilio Recabarren. El primero, de profesión arquitecto (diseñó la actual torre de la Iglesia de San Francisco), fue el campeón del mutualismo, del socorro mutuo, de la hermandad; el segundo, refundador de la Federación Obrera de Chile FOCH[1] y reorientador de la misma, organizador de la clase obrera, maestro. Clotario Blest continuó la obra de esos gigantes: fue organizador de los trabajadores, unificador de las categorías de empleados y obreros (‘asalariados’, les llamaba) y gigante como aquellos que le antecedieron.

Extraño sino el de estos hombres ilustres: ninguno buscó ni intentó, siquiera, ser líder, dirigente, ‘personalidad’ u hombre ‘importante’, sino simples servidores sociales, héroes anónimos, individuos prestos a defender el interés y honra de los demás. Dotados de una empatía prodigiosa, nacieron en épocas y lugares precisos para cumplir el rol que debían desempeñar. Y lo hicieron a la perfección. De ahí el aura de grandeza que los rodea.

Clotario Blest Riffo nació en 1899 y fue un hombre en el más exacto sentido de la palabra. Porque tuvo defectos y virtudes como cualquier mortal. Pero fue colosal, inmenso como pocos, grande entre los grandes. No perteneció al siglo 20, circunstancia de la cual, entre broma y broma, siempre destacó. Tal vez, porque quiso que su figura recordase la de un caballero, la de ese gentil hombre, casi perfecto, protagonista de las novelas de los clásicos, paladín de las viudas y de los huérfanos. O, tal vez, como la Tiberio Graco, un tribuno del pueblo, un hombre dispuesto a ofrendar su vida por sus ideales y por los demás. Fue, no obstante, diferente a aquellos: este caballero, este tribuno a quien jamás se le escuchó pronunciar palabras de mala crianza, sólo tuvo por armadura el overol de los obreros municipales, por casco una vieja boina que lo acompañó hasta su muerte, por escudo su valor de hombre recto, y por única arma sus brazos.

En la persona de Clotario Blest hay innumerables aspectos que merecen destacarse. Pero son demasiados; ameritan extensas biografías o análisis. Por eso, hemos elegido, en esta oportunidad, solamente uno de aquellos, tal vez el más discutido de todos, o el más polémico, cual es su aparente desprecio por la política y lo político, entendida la primera como el campo en donde se realizan las prácticas políticas y el segundo como conjunto de instituciones estatales.

Y decimos ‘aparente’ porque, para quienes tuvimos la suerte de trabajar junto a él, su rechazo a la política y a lo político nos pareció, sin lugar a dudas, una actitud tan sólo aparente. Porque Clotario Blest no fue únicamente, en sí, un político, sino un extraordinario político. Lo demuestran sus propias obras, su vida entera y sus mismas palabras. Pero, para entender estos asertos, previo es sentar algunos precedentes.

EL CONCEPTO DE POLÍTICO

Si la política es el campo en donde se realizan las prácticas políticas y lo político es el conjunto de instituciones estatales, político es quien realiza esas prácticas y se desplaza dentro de tales instituciones. Desde este punto de vista, un político siempre se va a presentar como un individuo que actúa dentro del sistema. No quiere decir esto que no intente cambiarlo. Puede tratar de hacerlo ‘desde dentro’, sin lugar a dudas; pero puede también realizar dicha tarea ‘desde fuera’, pues no siempre actuará guiado por la ideología imperante. Las personas que actúan en política pueden encontrarse, a menudo y teóricamente, tanto fuera como dentro del sistema. Ocurre con ellas lo mismo que sucede a una persona recluida en algún recinto carcelario: puede estar encerrada, pero puede pensar en el sentido más puro de la palabra o, lo que es igual, puede ser verdaderamente libre; un contradictor del sistema puede, en suma, no ser afectado por la ideología dominante.

Por eso, para determinar cuándo una persona o una organización actúa dentro del espacio trazado por el sistema y cuándo lo hace orillándolo e, incluso, contradiciéndolo, se hace necesario examinar tanto los comportamientos individuales y colectivos, como las conductas de las instituciones dentro del campo de la política.

Por eso, puede decirse, como lo hace nuestro buen amigo Patricio Orellana en su artículo ‘La política de los apolíticos’ que

«El político es el hombre que se preocupa por el destino de su sociedad y aspira a participar en las decisiones que la afectan. Ser político es ser consciente de la realidad y especialmente ser consciente de la posibilidad humana de cambiar la realidad»[2].

O, tal vez, como lo señala en una carta,

«[…] la política es el arte de lo posible, pero en el sentido de que debe ser el arte de hacer posible lo necesario porque, solo, lo posible sin principios (lo necesario) es una política de baja calidad.»

Desde este punto de vista, cabe explicarse que Aristóteles haya insistido en el carácter de ‘zoon politikon’ del ser humano. Y desde ese mismo punto de vista, que podamos nosotros encuadrar la figura de Clotario Blest no solamente como la de un político, sino la de un extraordinario político. Porque sus incursiones en la creación y desarrollo de organizaciones políticas, como lo veremos en el transcurso de este documento, fueron sorprendentemente productivas.

CLOTARIO BLEST, EL POLÍTICO

La vida política de Clotario Blest comienza con su liberal concepción del cristianismo, doctrina que no puede entender sin un mensaje de hermandad[3]. La cruz, para Blest, va unida inseparablemente a la hoz y el martillo[4]. Coincide en sus concepciones sociales con un sacerdote que se destaca por esos años en sus relaciones con los trabajadores: el P. Fernando Vives. Clotario Blest organiza el grupo ‘Gérmen’, que tiene por finalidad estudiar un proyecto de nación o país en donde los derechos de los más débiles puedan considerarse más protegidos; lo dota de un emblema que ha de identificarlo: una cruz acompañada de la hoz y el martillo, símbolos ―éstos últimos― de la laboriosidad.

Cuando el referido sacerdote crea la ‘Liga Social de Chile’, organización que busca traducir el anhelo de gran parte de la población nacional por la construcción de una nueva sociedad, incorpora Clotario Blest su grupo a aquella. En ese movimiento participan, junto a él, personajes como Mario Góngora, Jaime Eyzaguirre, Julio Philippi y otros.

No deja de ser sintomático que, cuando esa Liga desaparece de la vida pública, el grupo ‘Gérmen’ sienta la profunda necesidad de vincularse políticamente a una organización: Clotario Blest está un tanto dudoso pues, aunque hay una bastante idónea (el Partido Corporativo Popular PCP), considera que es necesario fundar otra y participa, junto a los miembros de la ex Liga Social de Chile, especialmente con Mario Góngora, en la creación y organización del Partido Social Sindical PSS que pasa a dirigir Carlos Vergara Bravo. Pero ambas organizaciones también se extinguen, son de corta duración.

Esta actividad de construcción partidaria, si bien se interrumpe durante el tiempo en que desempeña el cargo de presidente de la CUT, continuará, más tarde, con su llamado a alzarse en contra del gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez, con la creación del Movimiento de Fuerzas Revolucionarias MFR y, en tiempos de Frei (14 y 15 de agosto de 1965), con la creación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, organización de la cual fue miembro de su Comité Central.

RAZONES POR LAS QUE CLOTARIO BLEST REHUSABA LA POLÍTICA

La trayectoria consignada más arriba no permite explicarnos cuál fue la razón que, en repetidas oportunidades, manifestara Clotario Blest su abominación por los políticos y la política.

Comencemos diciendo que la generalidad de quienes participan en las luchas sociales pocas veces tiene cuidado de precisar con detención cuáles son los conceptos que emplea para expresar sus ideas. Y es que dentro del universo de la comunicación, las palabras que se usan pueden producir, a menudo, confusión, pues rara vez se es acucioso en precisar qué se entiende por militancia, partidos, política y político. En el caso de quienes se dicen ´marxistas’ es manifiesta la falta de empleo de las categorías creadas por el maestro de Tréveris. Basta sólo señalar que la generalidad de ellos emplea los términos ‘derecha’ e ‘izquierda’ con una soltura increíble; Marx jamás utilizó esas expresiones de por sí imprecisas, vagas y poco rigurosas. Si aquello ocurre en el mundo de las organizaciones políticas, también esa falta de acuciosidad existe en otros ámbitos, como el sindical. En las conversaciones cotidianas, en las diarias discusiones, pocas veces se emplean términos previamente elaborados y que permitan el correcto entendimiento.

La interpretación que hacemos en este documento acerca de qué pretendía decir Clotario Blest cuando manifestaba abominar a la política y a los políticos es que solamente se refería no a la militancia propiamente tal, sino a quien o a quienes anteponía(n) los intereses de grupo a los intereses de toda una sociedad. En suma, a quienes, antes de nada, defendían los intereses partidarios por sobre los intereses generales de los trabajadores.

Sostenemos, por consiguiente que, en el caso de Clotario Blest, esa falta de rigurosidad existió, sin lugar a dudas. Sin embargo, no explica aún el origen de la odiosidad que animaba al anciano sindicalista. Para nosotros, tal odiosidad encontraba sus raíces en circunstancias bastante concretas:

  1. La trágica experiencia de Luis Emilio Recabarren y su recuerdo siempre presente en la mente del sindicalista.
  2. La marginación que sufre de la Central Única de Trabajadores CUT, ocurrida el 4 de agosto de 1965.
  3. La separación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), organización que creara, en 1965.

Sin embargo, para comprender estas circunstancias, preciso es, antes de nada,  aventurarse en los escabrosos senderos de la historia.

CLOTARIO BLEST Y EL RECUERDO DE LUIS EMILIO RECABARREN

La figura de Clotario Blest está unida indisolublemente a la de Luis Emilio Recabarren no sólo por el hecho que éste haya reconstruido el movimiento obrero al refundar la Federación Obrera de Chile FOCH, y aquel lo haya organizado (con la creación de la Central Única de Trabajadores de Chile CUTCH) sino porque ambos fueron fundadores de organizaciones políticas que, en los momentos difíciles, no solamente les abandonaron, sino guardaron cierta distancia respecto de sus obras. Luis Emilio Recabarren, después de militar en el Partido Demócrata, fundó el Partido Obrero Socialista POS que derivó, más tarde, a Partido Comunista de Chile PC; Clotario Blest, junto a Luis Vitale, Ernesto Miranda y Enrique Sepúlveda, lo hizo con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR.

Comencemos afirmando que la muerte de Recabarren se encuentra vinculada a una serie de factores, entre otros, a desaveniencias políticas. Recabarren choca contra el derecho a discrepar que todo militante tiene derecho a exigir dentro de la organización en la cual milita, y el que ésta tiene para castigar a la militancia díscola, o renuente a perseverar en la línea política adoptada por la mayoría. No pocos autores informan que Recabarren era criticado por sus alusiones contrarias a algunas actuaciones del Partido Comunista soviético luego de la muerte de Lenin. Recabarren muere en 1924, tres años después que haya ocurrido en la Unión Soviética la revolución del Kronstad, y Trotsky diera la orden de exterminar a los disidentes. Recabarren tuvo reparos frente a esa masacre. En el Partido Comunista chileno, por lo demás, comenzaban a soplar vientos renovadores; un conjunto de jóvenes dirigentes de provincia (La Serena y Valparaíso) exigía ya su derecho a participar en la dirección de la organización y a poner en tela de juicio el marcado ‘obrerismo’ de la organización. La discusión se dio entre ‘fochistas’ y ‘no fochistas’, es decir, entre quienes estaban al mando de la FOCH y la juventud que exigía participación, culminando con el triunfo de estos últimos y la separación de gran parte de los dirigentes antiguos. No ocurría de manera diferente a cómo lo hacía el partido de Lenin, en la Unión Soviética; también allá un grueso contingente de intelectuales comenzaba a incorporarse a las tareas de dirección. En Chile, dicho movimiento era liderado por Carlos Contreras Labarca; la pugna entre la dirección de Recabarren y la intelectualidad joven se hizo manifiesta. En Viña del Mar, el periódico ‘Rebelión’ , abiertamente ‘antifochista’ se caracterizó por las fuertes críticas que hizo a la conducción del partido dirigido por Recabarren; en Valdivia, ‘Jornada Comunista’ reprodujo esta disputa mostrando el contenido de ambas tendencias en pugna. En ese clima de confrontación, Recabarren citó a una manifestación a la que concurrieron no más de 50 personas. Recabarren era un hombre extremadamente sensible; le afectaba el desdén de los demás y, en especial, el de sus propios amigos y camaradas. Una serie de circunstancias se encargó de influir en su decisión de poner fin a su vida: una enfermedad que no le abandonaba, desengaños amorosos, falta de lealtades, y un carácter individual con fuerte tendencia a la depresión.  Es probable que todo aquello influyera en su estado de ánimo[5] y le empujara al suicidio. Para Clotario Blest, Recabarren pasó a ser una víctima del partido que creara.

En los años posteriores, la discrepancia del desaparecido dirigente obrero con la línea adoptada por el partido, seguida por la mayoría de su dirigencia, fue tan manifiesta que su figura pasó a ser odiosa; por eso, poco o nada se le mencionó en lo sucesivo y puede aseverarse que su recuerdo llegó a desaparecer de la memoria del PC hasta 1953, año en que Clotario Blest, al momento de fundar la CUT, y sin pedir el consentimiento a los representantes de ese partido en la Central, hizo colocar un inmenso lienzo con su rostro impreso al inaugurar la primera gran asamblea.

LA SALIDA DE CLOTARIO BLEST DE LA CUT

La salida de Clotario Blest de la CUT tiene sus orígenes en el llamado a paro nacional para el 29 de agosto de 1961 acordado en la Asamblea Nacional de Federaciones de esa institución, de fecha 22 del mismo mes. La ocasión se dio cuando, en la tarde del día anterior al que debía realizarse el paro, es decir, el  28 de agosto, dos miembros del Partido Comunista convocaron a una nueva Asamblea de Federaciones para suspenderlo

«[…] en consideración a que los gremios no estaban en condiciones de ir al movimiento»[6].

A pesar del corto tiempo mediado entre la convocatoria y el día elegido para iniciar el paro, la Asamblea pudo realizarse. Y puesto que el sector mayoritario de la misma estaba constituido por miembros del Partido Comunista, la resolución de la Asamblea fue ampliamente favorable a la petición de los dirigentes del Consejo; el resto, aún cuando estaba en contra de la proposición, para no quebrar la Central, decidieron acatar la resolución. Así, a las 23,15 horas del 28 de agosto de 1961, la CUT suspendió el paro decretado para el día siguiente. Clotario Blest apareció, así, desautorizado por el Consejo directivo de la CUT; no le cabía sino presentar su renuncia, lo que hizo en forma verbal y de inmediato. Más tarde, señalaría, al respecto, en carta enviada a los medios de comunicación:

«Mi renuncia se debió por estar absolutamente en desacuerdo con esa resolución de la asamblea de la Federación. Además por razones de elemental solidaridad y honradez gremial»[7].

La renuncia de Blest obligó a la directiva de la CUT a designar, en su reemplazo, al dirigente comunista Juan Campos[8] y, para no causar daños a la organización, solicitar al anciano sindicalista mantenerse dentro del Consejo Directivo de la organización hasta dirimir su permanencia cuando se realizase el Tercer Congreso Nacional el cual sería convocado a la brevedad. El daño estaba hecho, sin embargo. Los partidarios del paro, molestos con lo sucedido, se organizaron en torno a un llamado ‘Comité Pro Solidaridad a Blest’ al que comenzaron a adherirse numerosos gremios. Clotario se transformó, de esa manera, en un problema de discordia para el resto de los dirigentes de la CUT.

La Central se había organizado respetando la militancia de la dirigencia; Clotario Blest había aceptado aquella forma de dirimir la representación, confiado en que los intereses del gremio prevalecerían por sobre los intereses partidarios. Craso error.  Los partidos políticos tenían mucha influencia en el Consejo directivo de la Central. Por eso, cuando la escena política de la nación comenzó a reacomodarse, dichos reacomodos alcanzaron a la CUT. El primero en provocar ácidas discusiones por su actitud fue el Partido Radical que había sido llamado por Alessandri para participar en el gobierno. El Partido Comunista adoptó una actitud cauta: temía que se dictara en contra de ellos una nueva ‘Ley Maldita’ y preferían dar pasos seguros dentro del sistema para evitar cualquier medida que los colocara en difícil situación; y puesto que el Partido Socialista mantenía una línea más o menos similar, comenzó a establecerse un pacto entre ambas colectividades a fin de tomar el control de la organización sindical en resguardo de una eventual acción de radicales y demócrata cristianos dentro de la CUT. En la misma línea, y sin que Clotario Blest tuviera conocimiento de lo que sucedía, la Democracia Cristiana celebraba acuerdos con el Partido Radical a fin de, en conjunto, disputar el control de la Central a comunistas y socialistas. Por lo demás, el propio Clotario Blest y el grupo que lo acompañaba, profundamente desilusionados del sistema político y convencidos que el sistema electoral no resolvería los problemas de las grandes mayorías nacionales, asumían la vía insurreccional de masas distanciándose, cada vez más, de la línea de las demás organizaciones políticas hasta derivar en una organización que bajo el nombre de Movimiento de Fuerzas Revolucionarias MFR vio la luz el 21 de octubre de ese mismo año. Clotario Blest diría, sobre el mismo, al respecto:

«Yo estimo que esta posición sindical clasista e insurreccional, debe tener expresión en un movimiento que aglutine a todos los sectores, personas y organizaciones que piensen del mismo modo. No debe ser un partido político, ni mucho menos un partido más, sino un movimiento de voluntades dispuestas a crear una acción acorde con las exigencias que los pueblos están reclamando […]»[9]

«Ya no creemos más en el sufragio electoral como posible pócima milagrosa: sólo una izquierda revolucionaria, como la que hoy estamos dando por inaugurada podrá efectuar realmente la transformación de las estructuras sociales y políticas, a base de la acción directa del pueblo organizado, sólo así podremos vencer a la oligarquía prepotente, pues ésta no trepidará en defender a sangre y fuego sus privilegios económicos y políticos»[10].

El Congreso de la CUT se realizó en medio de un ambiente hostil. En primer lugar, se aplazó en varias oportunidades hasta fijar la fecha definitiva entre el 1 y el 5 de agosto de 1962; en segundo, hubo problemas para el otorgamiento de las credenciales para los miembros del MFR; en tercer lugar, muchos de esos sindicalistas fueron excluidos de algunas Comisiones; en cuarto lugar, había una gran cantidad de panfletos en contra de Blest a quien acusaban de ‘agente del imperialismo’, ‘sirviente de la policía’ y ‘anciano maricón’. Su renuncia no fue analizada por la Comisión que debía hacerlo (la N° 1), sino se le dejó para el plenario. Cuando Blest fue a hablar, se desconectaron los micrófonos y no pudo dar las explicaciones del por qué de su marginación, mientras una lluvia de monedas y gritos ensordecedores se dejaban oír. Clotario Blest no entendía lo que sucedía. Estaba tan desconcertado que solamente atinaba a mirar, atónito, una actitud que le parecía por entero incomprensible. Al fin, decidió retirarse para no crear obstáculos. No podía destruir la organización que tanto le había costado crear.

“¡Ándate a casa, viejo! ¡No sirves para nada!”, le gritó alguien. Y el aludido respondió, casi sin voz y sin fuerzas:

“No es delito ser anciano”[11].

Clotario Blest se retiró solo, sin compañía. Fue directo a su domicilio pensando en una acción similar a la que había realizado Luis Emilio Recabarren. Le siguió, temiendo lo peor, su amigo Ernesto Miranda. Sabía que el dirigente sindicalista atentaría contra su vida. Llegó en el preciso momento en que Clotario, con el revólver que se había suicidado su hermano, miraba el inmenso cuadro de Jesús que tenía sobre una de las paredes del salón de su casa.

El anciano sindicalista supo siempre que había sido Bernardo Araya Zuleta, dirigente del Partido Comunista, quien manifestara mayor encono en contra suya y encabezara los ataques. En una oportunidad, interrogado por nosotros acerca de si guardaba rencor a aquel dirigente, a quien detuvieran los servicios de seguridad de la dictadura pinochetista ―hoy detenido-desaparecido―, nos miró con esos ojos tan vivos que tenía, que se humedecían en cada aciaga remembranza y parecían querer coger de golpe el universo que le circundaba, para decir:

“No. De ninguna manera. Jamás guardo rencor. A nadie. Pobre Bernardo. Fue fiel a sus principios. Le tengo mucho cariño y respeto. Y me da mucha pena el destino que pudo tener”.

Sin embargo, lo que le había sucedido en la CUT traía a su memoria el drama de Recabarren. La historia parecía repetirse. Y su conclusión no podía ser más amarga: los intereses partidarios se situaban, una vez más, por sobre los intereses de la clase trabajadora.

CLOTARIO Y SU SEPARACIÓN DEL MIR

La separación de Clotario Blest de la última organización política que creó marcó, también, su desprecio por el comportamiento de quienes anteponían el interés de la secta por sobre el de las grandes mayorías nacionales.

El MIR fue creado en la asamblea convocada por el MFR para los días 14 y 15 de agosto de 1965, realizada en San Francisco 268, y su primera directiva estuvo integrada de la siguiente forma:

“Secretario General de la nueva organización, fue designado por unanimidad de los asistentes el doctor Enrique Sepúlveda y miembros del Comité Central: Clotario Blest, Oscar Waiss, Álvaro Rodas, Jorge Cereceda, Humberto Valenzuela, Dantón Chelén, Gonzalo Villalón, Manuel Medina, Juan Huenqueo y Melania Ahumada”[12].

La salida de Clotario Blest del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR se originó por discrepancias políticas y guardó una asombrosa similitud con la situación experimentada por Luis Emilio Recabarren dentro del Partido Comunista. En el caso de Clotario Blest, las discrepancias se produjeron por la sovietización de la revolución cubana. Para el dirigente sindicalista, el vuelco que dio Fidel Castro a la revolución cubana, abrazando las ideas de una potencia que jamás ayudó al grupo rebelde a derribar la dictadura de Fulgencio Batista, constituía una traición a los ideales del ‘Che’. Clotario fue, siempre, profundo admirador del guerrillero. Las bases de la división estaban dadas. Junto al sindicalista salieron de su Comité Central todos aquellos que provenían del movimiento obrero; no fue un conflicto generacional como podría suponerse, sino un problema de creencias, de suponer que ciertas personas serían obstáculo para la aplicación de determinadas líneas políticas de acción. La operación en contra de la dirigencia que provenía de la CUT fue dolorosa. Miranda la recordaría como traumática; Clotario Blest preferiría no acordarse de ella.

Al salir Clotario Blest de la directiva del MIR en 1967, luego de su Tercer Congreso, una nueva generación de jóvenes tomó el control del movimiento. No obstante, Clotario Blest jamás perdió el contacto con dos de sus más connotados dirigentes: Luciano Cruz (que iba constatemente a visitar al sindicalista y que, al momento de ser expulsado Blest de su dirección se encontraba en Cuba) y Edgardo Enríquez, que después llegó, en repetidas oportunidades, al domicilio del sindicalista.

EL CODEHS Y LA CONCEPCIÓN DE NUEVA SOCIEDAD

Sobre las bases indicadas más arriba, el Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales CODEHS ―dos instituciones (primero, Comité de Defensa de los Derechos Humanos CODEH y, después, Comité de Defensa de los Derechos Sindicales CODES), que se fusionaron en una, CODEHS― continuó, hasta donde le fue posible, el desarrollo de esas concepciones. Pero no lo hizo sin la participación de su presidente. Fue, por consiguiente, un proceso que se multiplicó, y no se dividió, como bien lo acota Patricio Orellana en sus conversaciones.

El CODEHS partió de la base que un político debe tener una visión de la sociedad que quiere implantar; porque un verdadero político ha de tener visión de futuro. Clotario Blest, como político, quería una sociedad diferente a la que llamaba ‘democracia del proletariado’. Y luchaba por hacerla realidad. Esa sociedad comenzó a ser definida por el CODEHS en pequeños documentos, en breves análisis, en tesis más o menos elaboradas.

En enero de 1982, y un año antes del auge de las protestas, decidió el CODEHS realizar su Primer Encuentro que, además, sería el único. En dicho Encuentro se analizarían dos temas:

a)      El concepto de nueva sociedad o ‘democracia del proletariado’; y,

b)      El concepto de partido político.

Para llevar a cabo dicho encuentro, su Comisión de Estudios elaboró un documento/tesis intitulado, precisamente, ”Hacia una nueva sociedad: la democracia del proletariado”, en el que se señalaba que, para llevar a cabo esa tarea, se debía, antes de nada, esbozar las líneas generales acerca de lo que se quería decir con esas palabras, en primer lugar; en seguida, si se necesitaba de un instrumento o no para realizar esa tarea y, en el caso de ser necesario dicho instrumento, qué características debía tener. El documento se puso en conocimiento de Clotario Blest quien, luego de leerlo en toda su extensión lo aprobó a grandes rasgos.

ALGUNOS ASPECTOS DEL DOCUMENTO ‘HACIA UNA NUEVA SOCIEDAD: LA DEMOCRACIA DEL PROLETARIADO’.

El documento en referencia no existe hoy en día. Apenas si hay algunas citas consignadas en otros documentos que dan cuenta de su contenido. A pesar de ello podemos señalar, en primer lugar, que las tesis contenidas allí planteaban la necesidad de construir un movimiento

«[…] organizado nacionalmente, afincado territorialmente, con autoridades generadas desde las propias bases y en pie de lucha»[13].

¿Cómo establecer ese movimiento? ¿Cómo darle vida y continuidad? Las protestas no se hacían aún presentes; sin embargo, el CODEHS ya preveía lo que podría suceder. Por eso el documento decía, en segundo lugar, que ese movimiento

«…] no es otra cosa que un poder social conformado por las organizaciones de trabajadores, cesantes, pobladores, campesinos, mujeres, estudiantes, pequeños productores y comerciantes empobrecidos; en suma, por todos aquellos sectores del pueblo que nunca se beneficiarán con la aplicación del Modelo Económico actualmente en vigencia»[14].

Organizado ese movimiento, el dominio territorial daría pie a un nuevo tipo de organización que echaría por tierra la estructura institucional vigente reemplazándola por otra nacida desde las bases mismas. Para llevar a cabo esa tarea, en tercer lugar, urgía dar por realizada otra: dar vida a un partido o a una entidad social, un movimiento, un destacamento que pudiese empujar la organización de semejante estructura territorial.

El CODEHS, por consiguiente, consideraba necesaria la existencia de un grupo humano que ayudase a la creación de un vasto movimiento social organizado territorialmente, pero no aceptaba la vertical estructura de las organizaciones políticas convencidas que

«[…] las funciones de ‘hacer’ la revolución corresponde a los militantes, mientras los dirigentes se reservan la tarea de ‘pensarla’»[15].

Igualmente, criticaba las tendencias que se daban entre los partidos de la llamada ‘izquierda’, en el sentido de competir entre ellos por encabezar las luchas de los sectores populares y pretender situarse por sobre las organizaciones sociales. Al respecto, señalaba el documento:

«Los partidos con vocación popular deberían, en esta perspectiva global, redefinir su rol abandonando las pretensiones vanguardistas y las teorías del partido representante absoluto de una clase, del partido-estado y otras que son el fundamento ideológico de las burguesías de estado, burguesías de nuevo tipo cuya existencia indesmentible podemos encontrarla en los llamados países de “socialismo concreto»[16].

Dado que no bastaba solamente con criticar la estructura y comportamiento de los partidos tradicionales, sino entregar una visión distinta de lo que había de entenderse por un partido de nuevo tipo, señalaba el documento indicado lo siguiente:

«Un partido será popular o de clase en la medida que efectivamente esté por contribuir al desarrollo del poder autónomo de los trabajadores y del pueblo en la perspectiva que sean éstos los que ejerzan directamente el poder en la nueva sociedad»[17].

Y por si aquello fuere poco, agregaba el documento:

«Los partidos que el pueblo necesita no son los que actúan en su nombre desarrollando la política que les parezca mejor sino aquellos que dedican todo su esfuerzo para que el pueblo actúe sobre sí mismo»[18].

El concepto de ‘partido vanguardia’ también fue analizado en el documento en comento; lamentablemente, no tenemos el original a mano para entregar copias de las citas pertinentes. Pero podemos señalar que el documento vertía fuertes críticas a los partidos que se preparan para gobernar y no se ponen al servicio de las organizaciones sociales que son, en definitiva las que manifiestan los verdaderos problemas que aquejan a una sociedad.

Por eso, y luego que las conclusiones del Encuentro fuesen entregadas a Clotario Blest para su revisión y aceptación, puede decirse que el CODEHS (y Clotario Blest, por consiguiente) estaban contestes en considerar:

  1. Que el partido político es necesario para las luchas sociales;
  2. Que existen muchos tipos de partidos;
  3. Que los partidos organizados hasta ese momento no servían para enfrentar los desafíos del momento;
  4. Que, por consiguiente, los movimientos sociales requerían de un partido diferente o de nuevo tipo;
  5. Que las características del nuevo partido deberían ser:

5.1.             Elaborar alternativas para ofrecerlas al movimiento social;

5.2.             Ayudar al desarrollo de los movimientos sociales;

5.3.             No prepararse para gobernar, sino para colaborar con quienes deberían asumir esa tarea, es decir, las personas indicadas por los movimientos sociales y cuyas acciones fuesen vigiladas por los mismos;

5.4.             Ponerse al servicio de las organizaciones sociales y no intentar suplantarlas o dirigirlas;

5.5.             Negarse a sí mismo, es decir, disolverse una vez alcanzada la finalidad de construir una nueva sociedad e integrarse a las luchas sociales de la comunidad;

Como ya se ha adelantado, esas concepciones iban en abierta contradicción con el partido ‘vanguardia’, entidad creada para gobernar determinada formación social y para tomar el control de la misma. Rechazaba, por consiguiente, a las estructuras organizadas verticalmente, con una jerarquía de cargos establecida en su interior, preocupada de exigir el cumplimiento de su línea política y sancionar a quienes se apartaban de ella: rechazaba, en suma, a las organizaciones que se sentían dueñas de la verdad y hacían someterse no sólo a su militancia a las ideas de la dirigencia sino a toda la comunidad. En 1982, el CODEHS, con su presidente a la cabeza, rechazaba toda forma de ’mesianismo’ y a las organizaciones y personas que se atribuían la representación de la clase obrera.

De si Clotario Blest suscribía íntegramente estas concepciones, no hay testimonio sino suposiciones avaladas en su conducta; y es que sí hay constancia que el anciano sindicalista leyó el texto definitivo, no le opuso objeción alguna, lo aprobó  y el documento pudo, así, salir a la luz.

CONCLUSIÓN

Así, pues, Clotario Blest fue un político, aunque negase serlo y no vacilase en criticar a la política y a los políticos. Porque sus acciones fueron políticas y su crítica, dura por cierto, jamás se orientó a desprestigiar la política como tal y a los políticos, sino a destacar lo mucho que la política contingente se desprestigia a sí misma y cómo hacen lo mismo los actores que se desplazan por la escena política de una nación. Era cierto que, en lugar de los partidos, organizados normalmente bajo las estrictas reglas de la sociedad, prefería la organización de ‘movimientos políticos’, estructuras más ágiles, con poca vocación de burocracia, organizadas a la manera que lo desean sus integrantes, con escaso o nulo apego a las normas vigentes sobre constitución de organizaciones políticas; pero no era menos cierto que esa posición en modo alguno significaba que el sindicalista fuese un ‘antipolítico’.

Nuestra concepción, al respecto, es que Clotario Blest, poco riguroso en precisar lo que verdaderamente entendía por política y político, como muchos otros dirigentes, utilizaba esas palabras para manifestar su profunda desazón ante quienes, privilegiando el mezquino interés de las corrientes ´partidarias, pasaban por encima del sagrado deber de todo individuo de proteger el interés de las grandes mayorías nacionales. Clotario Blest estaba seguro que era, precisamente, la defensa del interés general lo único que podría proteger el interés particular y no al revés.

Clotario Blest fue, pues, un político aunque él lo negara. En ese sentido, tuvo mucha razón nuestro amigo y compañero Patricio Orellana cuando escribiera ese memorable artículo intitulado “La política de los apolíticos” haciendo ver que el ‘apoliticismo’ ha sido siempre una actitud de la clase dominante de la que el dirigente sindical era su contraparte. Porque nuestro Clotario era un político consumado, aunque un político diferente; destacar este rasgo de su personalidad no es superfluo. Por el contrario, reviste el más alto interés. Porque, si fue capaz de crear la categoría de ‘trabajador’ y unir, en consecuencia, dentro una sola organización sindical a empleados y obreros, también fue capaz de unir en una sola verdadera federación de tendencias a trotskistas, anarquistas, socialistas y ex comunistas. Porque no otra cosa fue el Movimiento de Fuerzas Revolucionarias, antesala del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR. Hacer aquello constituyó, a no dudarlo, una proeza pues, hasta los años 60, el Partido Comunista (y la propia Unión Soviética) ejercía una suerte de verdadero monopolio de las ideas de Karl Marx. Con Clotario Blest las demás tendencias del socialismo mundial se dan cita para convertirse en organización. Y esa virtud suya de unir en torno suyo opiniones tan disímiles le hizo, también, contar con amigos extraordinariamente leales e ideas muy diferentes, como lo fueron Ernesto Miranda, Humberto Valenzuela y Luis Vitale.

Clotario Blest, pues, no fue hombre que abominara de la política ni de lo político. Ni siquiera de los partidos. Su única contradicción con ese universo radicaba solamente en la vocación de servicio que mostraba su militancia. Es la lección que nos entrega esta fecha que nos recuerda a un gran hombre que ya no está con nosotros pero sigue viviendo en el recuerdo de quienes lo conocimos y quisimos.

(Este documento fue redactado con la colaboración y aportes de Raúl Elgueta, Patricio Orellana y Oscar Ortiz, miembros del CODEHS, a quienes se agradece su participación)

Santiago, junio de 2012


NOTAS:

[1] La FOCH fue fundada, paradojalmente, por Pablo Marín, hombre del Partido Conservador, en 1909. Luis Emilio Recabarren la refundó bajo la dirección obrera en 1917, integrada en gran medida por trabajadores de los Ferrocarriles. En Rusia el fenómeno fue similar: la clase obrera que participó en el Ejército Rojo provino mayoritariamente de los Ferrocarriles.

[2] Orellana Vargas, Patricio: “La política de los apolíticos. Los apolíticos de la política”, Revista ‘Avance’, N° 5, diciembre de 1979, pág. 35.

[3] En la concepción cristiana de Clotario Blest, el empleo de la fuerza constituía uno de los tantos elementos orientados a conseguir el fin propuesto. De hecho, el modelo empleado por él es el de Cristo sacando a latigazo a los mercaderes del templo. La figura del extraordinario sindicalista como la de un anciano bondadoso llamando siempre a la paz y a la concordia, como aparece insistentemente en representaciones o alusiones referidas a su persona, no pasa de ser más que una simple caricatura suya.

[4] Clotario sentía admiración por Karl Marx. No fue casualidad que, una vez creada la Central Única de Trabajadores de Chile CUT, fuese él quien ideara el lema que orientaría las luchas de esa confederación: ‘La liberación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos’, frase que también empleara el filósofo alemán en su mensaje a la Primera Internacional.

[5] Constituye un disparate aseverar que Recabarren fue muerto en una pugna entre comunistas, como lo asegura Víctor Farías, citando a Clotario Blest. Las veces que el líder sindical nos contó de sus relaciones con Recabarren dejaba muy en claro la diferencia de edad que existía entre ambos y que les había impedido un trabajo conjunto. Jamás nos hizo ver una posibilidad como la que anota Farías. Esta circunstancia fue dada a conocer a ‘El Mercurio’ por quien escribe este documento, pero el periódico jamás publicó esa carta aclaratoria.

[6] Ortíz Vásquez, Oscar: “Nuevas Crónicas Anarquistas de la Subversión Olvidada”, Editorial La Simiente, Santiago, 2008, pág. 265.

[7] Diario ‘La Nación’, Santiago, 31 de agosto de 1961, pág. 22

[8] Clotario Blest era muy amigo de Juan Campos; jamás dejó de tratarlo como ‘Juanito’. Campos fue en repetidas oportunidades a visitar al anciano sindicalista. Resulta hoy difícil olvidar el rostro de Clotario Blest, iluminado por una sonrisa, al referirse a quien le sucediera en el cargo de presidente de la CUT:

“¡Tan bueno que era Juanito!”

[9] Periódico ‘La calle’, N° 5, Santiago, primera quincena de septiembre de 1961, pág. 4.

[10] Recorte de prensa “Clotario Blest preside el Movimiengto de Fuerzas Revolucionarias. Acto inaugural en el Teatro Princesa”, sin fecha ni identificación. Tomado del Archivo Clotario Blest, en poder de Oscar Ortíz.

[11] Artículo “No es delito ser anciano”, Diario ‘El Clarín, de fecha 20 de agosto de 1962, pág. 3.

[12] Diario “Clarín”, Santiago, 20 de agosto de 1965, pág. 3.

[13]“Hacia una nueva sociedad: la democracia del proletariado”, documento de discusión para el Primer Encuentro CODEHS, Enero 1982.

[14] Id. (13)

[15] Id. (13)

[16] Id. (13)

[17] Id. (13)

[18] Id. (13)

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