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Apocalipsis Now: Una civilización que se desploma por sus propias contradicciones

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Aquí estoy sentada en mi departamento, con vista a todo el valle de Santiago de Chile.  Vengo de clases de Yoga, es la hora de almuerzo y tengo apetito.  Pongo el I-Pod con la música que me hace más feliz y empiezo a cocinar cosa que me gusta mucho ya que cada cocimiento es una creación.  Por mis oídos desfilan Mozart, Alfredo Krauss el cantante canario español, el grupo Mocedades, vascos que fueron jóvenes por los 80 y que cantan con emoción las pequeñas cosas de la vida, una cueca cuyana en piano, lindísima, que me recuerda que esta es  mi tierra americana.  Si, porque esta América del Sur, mezcla del Mediterráneo, del Imperio Romano, de los moros y árabes islámicos, mezcla de Quechuas, Aymaras, y Mapuche de las Pampas y de los lagos de Chile es mi América.  Desde aquí miro el mundo, al igual que una señora del Imperio Romano que vivía en la provincia.

 

¿Y qué es lo que veo? El Imperio Norteamericano que es la metrópolis, la Roma actual, hija del Imperio Británico, cuya alza empezó en el siglo 19 y su culminación estuvo en el siglo 20, se está derrumbando, víctima de su propia ideología imperial, de su codicia, de su pérdida de valores, su violencia y su rapacidad. Simplemente el Estado Norteamericano está en quiebra.  El Imperio que después de intervenir con tutti en la 2ª Guerra Mundial, impuso al mundo entero su moneda, sus costumbres, su presencia, tiene un Estado quebrado.  El Imperio que tenía en Fort Knox  el oro con que respaldaba su moneda y de paso la de los otros,  que “convenció”  a todos los países de arrimarse a su economía y a su oro,  y  que descubrió olímpicamente en los años 70 que el oro ya no existía, pero que su Estado era confiable, ya que  estaban armados hasta los dientes, está en quiebra.   Ni oro ni confiable, nada de nada y si extremadamente  armado  Y claro, quien va a querer dejar que este gran globo que embarcó a todo el planeta en su ideología y en sus negocios, se desinfle por falta de fondos, porque su valor real es menor que el valor con que están contabilizados en sus libros, porque son un bluf mantenido para que todo el mundo no se derrumbe. Nadie quiere, sobre todo porque está ahí, lleno de armas mortales, vigilante de que el antiguo orden no se derrumbe, que la ideología del individualismo siga rampante.

Pero las cosas no son simples.   Los pueblos actuales también tienen hambre y empiezan a desplazarse y a exigir; el Senado de la Polis no da cuenta de los problemas y los poderosos se abrazan a sus riquezas, a sus villas y viñedos, a sus minas y a sus exportaciones, a la posesión del agua, igual que lo hicieron cuando se derrumbaba el Imperio Romano.  Los señores de provincia filosofaban, componían poesía y contemplaban los viñedos y comentaban el resultado de la vendimia, igual que nosotros.  Estaban al tanto del valor del oro, de la plata del cobre y del estaño, y de si los barcos habían llegado con la carga  de vinos y aceite al puerto cercano. Sabían cuanto valía un esclavo en Judea, en el Cáucaso o en España, y si el Estado por falta de plata estaba adulterando la moneda.  Sabían también de la vida farandulera de Césares y Cónsules y de los motines de los pueblos sometidos,  igual que nosotros.   Y se hundieron porque además cambió el clima y los pueblos empezaron a pasar hambre, igual que ahora.

Cuando el Imperio Romano se estaba hundiendo por la incapacidad de sus gobernantes y además porque  era un Imperio que se alimentaba de nuevas conquistas, de oro y esclavos nuevos, lo que significaba mantener un tremendo ejército motivado por la conquista y el botín de guerra, el cambio climático secó las praderas del Asia Central y los pueblos de Asia con hambre empujaron a los que estaban asentados al lado del Mar Negro, y miles de personas atravesaron el Danubio, con hambre, con sed de riqueza y confort, e invadieron la Europa Imperial.  Venían mezclados Godos con Alanos, Suevos y Wendos,  Hungaros de origen Turcomano y Mogol de los Urales con Judíos y Eslavos.  Todos querían vivir mejor, tenían hambre y rabia. Porque veían las riquezas de Bizancio y de Roma y el confort de los ciudadanos romanos y su arrogancia.   Su meta era vivir en tierra propia, matar al que se opusiera a  esta idea y no pasar hambre nunca más.  Movimientos de pueblos que duraron 400 años y cambiaron la faz de Europa enterrando al Imperio.

No valió ni el Muro de Adriano que contenía a los Pictos de Escocia, ni el Danubio, ni las Legiones  leales, ni los Alpes ni los Pirineos, ni el Mediterráneo que separaba a África.  Todo cayó y en forma trágica, ya que los hambrientos que llegaban mataban y destruían, pero no sabían todavía cultivar la tierra.  Vinieron tiempos de hambruna e incluso de canibalismo que duraron varios siglos.  Bandadas de hambrientos recorrían los caminos saquendo lo que podían, quemando las bibliotecas, destruyendo las bodegas, los olivares y viñedos y las villas de los señores.  Ya no había esclavos ni señores, solamente hambre y frío y la ignorancia se extendió por el mundo alrededor del Mediterráneo.   Se detuvo el comercio, los senadores y jueces huyeron, y las virtuosas señoras romanas perdieron la virtud y a veces la cabeza.  Un silencio ominoso cayó sobre las nobles ciudades y el fuego quemó todo lo quemable.

Ahora vemos tambalear al Imperio rector del mundo,  yankilandia.  Está quebrado, necesita mucha energía del petróleo o de la que fuere para sustentar el estilo de vida.  La guerra  la rapacería y su peligrosa tendencia al juego, han sido su motor.  Pero su  ideología  mezcla de darwinismo  y  malthusianismo trasnochado anti humanista, aunque están llenos de cristianos fundamentalistas, se ha extendido por el mundo sin un átomo de humanidad y se vuelve contra ellos, porque los pueblos hambrientos a los que se les ha quitado todo están rabiosos y reaccionan contra  ese estilo de vida  y de las injusticias que ha acarreado.  Y sus acreedores se están poniendo nerviosos, y empiezan a pedirle cuentas solapadamente.

Y todos los que vivimos en la provincia, como Jesús en Galilea, hemos sido sometidos a este régimen ideológico que ensalza el materialismo en forma delirante y sus convicciones mesiánicas acerca de su destino manifiesto.  Todos nos hemos enfrentado a la arrogancia del Imperio. Ahora ellos están quebrados, es decir mantener sus guerras y sus banqueros, sus bases militares, sus cohortes les sale más caro que lo que producen e inventan y pueden exportar.    Su estilo de vida es inviable para la humanidad, sus calefacciones consumen petróleo a destajo, sus desperdicios alimenticios podrían alimentar a los pobres del mundo. Sus banqueros y militares se han enriquecido y no han producido nada nuevo. Y el número de pobres dentro de sus países ha aumentado. Y entonces China, una esclavitud comunista con un estado capitalista y 1.300 millones de personas  se los come con zapatos y es dueño de un gran porcentaje de la deuda. Y China, que no es la de Confucio ni Lao Tsé ni de Buda, se va a quedar con todo.  Y nosotros, las provincias, veremos suceder lo mismo que vio la Galia cuando llegaron los Visigodos y el Imperio les quitó las tierras a sus dueños para asentar y aplacar a los bárbaros, y los Galos fueron la moneda de cambio y se convirtieron en “inquilinos”, esclavos de la tierra para los nuevos amos.

Y los muros del Rio Grande, y de Palestina y del Mediterráneo no podrán contener a gentes hambrientas e indignadas que se movilizan arrancando de las hambrunas a los que la tecnología de los pueblos ricos puede disparar a matar, hasta que su propia gente indignada los mate a ellos, ya que el corazón del Imperio actual está lleno de pobres.  Estas revoluciones son inevitables y ya se están viendo.  Pero es solo el comienzo.

Ahora es más fácil matar millones con los plaguicidas, con las vacunas, con los remedios que humanitariamente las transnacionales químicas experimentan con los pobres y también los ricos del tercer mundo.  Y así los que tomen el poder harán espacio para los nuevos conquistadores y a sus propios descendientes y se apoderarán del agua dulce, de los territorios de pesca, y de las minas estratégicas que ya han sido cedidos por los gobiernos títeres.   Se apoderarán de las pampas para producir granos y criar vacas y cerdos y producir bio combustibles en substitución del petróleo, y alimentar al nuevo Imperio, que de seguro será el chino.

La Era de Acuario no es romántica ni cariñosa, no se conmueve por la misericordia y la humanidad, es tecnológica y fría en sus decisiones y relaciones.   No tiene acercamientos personales, sino a través de Internet y antes que logre nuevas formas de vivir, sacará a flote todas las contradicciones que se acumularon los últimos 2000 años. Se apaga oficialmente el pensamiento del judío iluminado de Galilea ; irá al baúl de las antigüedades junto con las iglesias y los ritos de los que no supieron entenderlo ni seguirlo con honra, de los que se instalaron en sus construcciones y cúpulas y diría yo también cópulas secretas y vergonzantes, y en el mejor de los casos quedará larvado esperando mejores tiempos, porque ¡Ésto se acaba, señores!  Como decía el croupier de la ruleta del Casino.  Y quedan con vida los chinos, los narcotraficantes, los traficantes de almas de las transnacionales, los banqueros, o los que tienen la suerte de vivir en un país pobre y disimulado, al que nadie envidie ni desee conquistar.

Ya todo está dicho, las cartas están arriba de la mesa y el que no se ha enterado es porque no tiene ganas de enterarse.  Ya todos sabemos que las guerras no son santas sino el motor del capitalismo y de los imperios.  Que la palabrería de los que gobiernan ya no sirve, sirven acciones que aunque tardías den esperanza.  Que las ideologías se fueron al hoyo y solo nos queda  como último recurso, la humanidad.  Solo quedamos nosotros, desnudos de vanidad y si no reaccionamos debido a nuestra soberbia, desapareceremos del planeta como los dinosaurios.

Y quedará un puñado que tendrá que empezar de nuevo si es que la oscuridad y el caos nos invaden.

Mientras tanto contemplo el sol de Invierno esperando que un Maestro Tapicero retire el sofá de la sala para tapizarlo, porque  la sangre todavía no llega al río y la vida corriente continua, porque no hay que perder la esperanza y hay que dejar que las fuerzas del cosmos actúen ya que es poco lo que los individuos sin poder podemos hacer.  Después que me dejó 6 meses esperando, desde la nada misma surge el tapicero, como si no hubiera pasado nada. ¡ Bendita sea su frescura!  Así en medio del caos puede surgir una voz que tenga la suficiente fuerza,  que tenga cordura y que aquiete al mundo que está airado y asustado.  Y quizás podríamos retapizar nuestras vidas y nuestra civilización con un nuevo contrato social, con una nueva esperanza.

En medio de otras melodías, ya que mi I Pod tiene y mezcla de todo por su cuenta al azar, escucho  un coro que canta en Latín.  Afino el oído y puedo distinguir una  Misa de Requiem, “Qui tollis peccata mundi  Suscipe deprecationes nostram. Tu que quitas los pecados del mundo, escucha nuestras suplicas,” palabras proféticas  que nos vienen como anillo al dedo.  Es la sincronía del absurdo.   Ay, Dios mío, no sabes cuánto deseo que Te hagas un poco cargo de nuestra estupidez.  Esa es mi oración del día, y creo que es la única posible.

Y dejando esta súplica pendiente, me despido;  lavaré los platos sucios, tomaré el tejido y veré como el Sol ajeno a nuestra confusión sigue su camino inexorable y se pone en la Cordillera de la Costa recién nevada, majestuoso y ajeno a nuestro devenir como lo ha hecho los últimos  4.500 millones de años.
Agosto 2011

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2 Comentarios

  1. ja

    Que complejidad….

    [ hay que culpar al Ipod…o al tapicero maestro…]

    Agnus dei qui tollis peccata mundi, miserere nobis

    la pura verdad… » dona nobis pacem.»

    Y danos coherencia cuando escribamos….

  2. nelson figueroa

    me gusto el articulo, a ratos brillante para plasmar el asombro y lo abismante de estos tiempos…me ha impresionado …muy bueno (!)

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