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Borregos de Chile: ¡Es la hora de la indignación!

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El mundo joven de este mundo viejo y corrupto comienza a rebelarse espontáneamente contra una realidad opresiva y aniquiladora. Sus voces y sus acciones de protesta se extienden desde las gélidas regiones del Atlántico Norte hasta el desértico clima del Africa mediterráneo; desde la Patagonia americana hasta las calles de España, Portugal  o Grecia.

Un viejo luchador de la Resistencia Francesa, Stéphane Hessel, ha dirigido a la juventud de su país un llamamiento para que rompa la indiferencia y salga a la calle a luchar por cambiar el sistema político vigente. Su publicación «¡Indignez vous!»-(«¡Indignaos!»)- es éxito editorial y contiene la paradoja de una voz de 93 años que  llama a ¡los jóvenes! a la resistencia y a construir una nueva realidad política y social. En España la primera asamblea de «indignados» de Puerta del Sol en Madrid se multiplica por todo el territorio nacional, y las constituyen toda clase de ciudadanos: jóvenes, jubilados, trabajadores, padres con hijos, dueñas de casa, desempleados, inmigrantes.

Nunca antes en la historia de la humanidad se había observado tal simultaneidad en la demostración del descontento de las masas ciudadanas con las actuales condiciones políticas y económicas que rigen su vida y sus destinos. Quizás, porque nunca antes el instinto depredador y el egoísmo salvaje de los círculos económicos del mundo había sido tan descarado ni colocado a la sociedad y a la Naturaleza tan cerca de la aniquilación total. Quizás, porque nunca antes como ahora, los centros del poder político habían abandonado de modo tan flagrante a la ciudadanía para devenir en una casta con intereses ajenos y opuestos a los de ésta. Quizás, porque el mundo ya no puede seguir dividido entre entre una casta minoritaria de «señores» y otra mayoritaria de borregos.Quizás, porque al oponerse a este mundo perverso que los encadena y que los mata, los ciudadanos sólo puede perder sus cadenas y quizás, recuperar hasta la negada vida.

Chile
Chile es parte de esta realidad agobiante y desesperanzadora. La gran masa ciudadana y en ella, los sectores juveniles, se sienten atados de pies y manos, pues se saben inhabilitados para modificar el cuadro social y político. Es necesario decir que las protestas pacíficas ocasionales, por una u otra causa, que terminan a veces en acciones violentas, son signos de máxima exasperación, pero jamás van a modificar estructura social alguna. Por lícita y justa que sea la motivación, sería iluso pretender que luchar contra una iniciativa legislativa en particular, vaya a modificar definitivamente la realidad política y social. Esta seguirá existiendo y funcionando bajo los parámetros establecidos por la juricidad heredada de la dictadura cívico-militar encabezada por AugustoPinochet.

Cuando se observa la permanente repeticion de una protesta tras otra en contra de las injusticias que golpean a la gente, es imposible no dejar de pensar que todas estas sostenidas y duras batallas de los hombres y mujeres de Chile por la sobrevivencia, por un mejor futuro, por una justicia que nunca llega, ocurren fundamentalmente por la ausencia de la opinión y la participación ciudadana en las instancias que generan políticas y proyectos de gobierno. Y tampoco puede uno dejar de pensar que los objetivos de tanta movilización -siendo totalmente justos- pueden estar completamente equivocados. Pues, tras aquel controvertido proyecto que se rechaza, vendrá otro y luego otro, sin que el sistema político que los crea, sea afectado de modo alguno. La lucha espontánea y ocasional está orientada preferentemente a combatir los efectos de una realidad política, no su causa. Por tanto, generalmente, es una lucha tardía o infructuosa.

«Señores» y borregos

El marco social y político que da lugar a la marginación de la ciudadanía de todo debate y decisión en materias que conciernen a su propia vida y destino, es anterior a cualquier proyecto legislativo particular. Y no es necesario recurrir a la historia larga para ilustrarlo, salvo para recordar brevemente que el año 1980 Augusto Pinochet y su gurú ideológico Jaime Guzmán dieron a luz y promulgaron -armas en mano y centros de tortura en pleno funcionamiento-  su «Mandato General de Servidumbre y Expoliación Ilimitadas del Reyno de Chile», al cual bautizaron graciosamente con el impresionante nombre de Constitución Política de la República de Chile. Luego, el triunfo del No y la proximidad de un cambio democrático, parieron además, la prolongación de la dictadura en tiempos de democracia, a través del perverso sistema electoral binominal.

La planificación maquiavélica de  ambos dictámenes, convirtieron al mal llamado «ciudadano» chileno, en siervo, en borrego, de un sistema de gobierno dominado y dirigido, sin oposición, por los dueños del poder político y económico, a quienes encontramos en los tres pilares fundamentales en los que se asienta dicho poder: la clase política, los grandes empresarios y los dueños del capital. Pues es necesario recordar que aunque política  y técnicamente todos somos siervos o borregos bajo el mismo Mandato, hay una gran diferencia entre ser autores de dicho Mandato -la ultra derecha cívico-miltar- y ser destinatarios de éste -la gran mayoría ciudadana.

En esta supuesta democracia de carácter representativo, hay una minoría de siervos con poder y con fortuna  -autodesignados como «señores»-  y que desde épocas lejanas son los que deciden y mandan en el país y una inmensa mayoría nacional que carece de poder y de dinero, que no puede opinar, ni decidir ni mandar en absoluto  -nunca lo ha hecho- y que son los sometidos.Y son los primeros, quienes realmente cortan el queso de la vida y no-vida de los chilenos. Los otros, los borregos, deben conformarse con el ejercicio de las dos  únicas funciones que les fueron asignadas por el Mandato General del Reyno y el sistema binominal: primero, ser borrego-elector, acatador y obediente; segundo, ser borrego- mano de obra, también sumisa y obediente.

Los «representantes» políticos

La experiencia de la dictadura y los veinte años de gobiernos concertacionistas, señalan que a la clase política -salvo, tal vez, escasas excepciones individuales que sólo vienen a confirmar la regla- le importan un rábano, tanto la suerte de la ciudadanía como los intereses del país, indiferentemente de las diferenciaciones ideológicas que pudieran caber en ella. Su propio interés político fundamental tiene -cuando más- un carácter, primero  electoral y luego, asistencial. El extremismo de la desigualdad económica debe ser en cierta medida atenuado para evitar cualquier estallido social. Consecuentemente, la distancia entre el ciudadano común y sus representantes políticos, no ha hecho más que aumentar en las últimas decadas, sin ninguna posibilidad de ser revertida.

Los partidos políticos han dejado de ser los vasos comunicantes entre las aspiraciones y derechos de la ciudadanía y la praxis política. Tanto el desarrollo cultural de la sociedad como la evolución social y ética de ésta, los ha convertido en instrumentos insuficientes para la interpretación de los cambios en la idiosincracia ciudadana y para analizar el desarollo político en claves de futuro de corto y largo plazo. Como parte del sistema de dominación, bien se puede decir que ya hace largo rato los partidos políticos, han iniciado su marcha lenta pero segura hacia la obsolescencia orgánica y social. La creación de nuevos partidos o la reagrupación de otros, son ajenos al interés de ciudadanos marginados durante décadas o vidas enteras de todo ejercicio político y consecuentemente, carecen de todo sentido. Por otra parte, los ciudadanos de hoy, particularmente los jóvenes, no quieren ser encajonados en estructuras partidistas de ningún tipo y tampoco etiquetados ideológicamente.

Preguntas incontestables

Las actuales protestas ciudadanas en contra de las hidroeléctricas del sur, señalan por enésima vez que el gobierno de turno actúa despreciando el pensamiento ciudadano y en contra de los argumentos técnicos, ecológicos  y económicos en favor de otras alternativas energéticas más razonables.

Frecuentemente, se hace, por parte del gobierno actual, gran ruido mediático con iniciativas y proyectos que se dice favorecerán a diversos sectores sociales y sin embargo, a poco andar, descubrimos que tales proyectos están plagados de trampas y resquicios que reducen los supuestos beneficios a la  tercera o cuarta parte de lo que se anuncia con bombos y platillos. O se enarbolan como propias, ideas legislativas originadas en gobiernos anteriores, las cuales fueron combatidas duramente por quienes hoy quieren alardear con ellas. La ilegitimidad, la mentira, la carencia de ética, campean en la practica politica, sin que nadie se averguence de ello.

Esta execrable realidad, desata de inmediato en la ciudadanía -ya sea en nuestro país o en cualquier otra parte del mundo- ciertas interrogantes lógicas y elementales:

– ¿Cuál es el sentido y cuál la justificación ética de una estructura legislativa y gubernamental que hace parte de su esencia la omisión  sistemática de la opinión y el interés ciudadano; que favorece a perpetuidad a los dueños del poder político y económico aumentando a límites insoportables la desigualdad social y que no resguarda verdaderamente los intereses generales de la Nación?

– ¿Cuánto valor podemos asignar a una democracia llamada «representativa» cuyos agentes políticos son por regla general adversarios de toda profundización y perfeccionamiento democrático de la sociedad y cuya identificación con el sentir y pensar de la ciudadanía es escasa o inexistente?

– ¿Qué seriedad y qué validez moral y jurídica puede tener una «Constitución Política» (la de 1980) que se niega y anula a sí misma, al impedir que sus propios fundadores y mandantes -el pueblo soberano- puedan enmendarla y perfeccionarla a través de plebiscitos? Es del todo absurdo e irracional que el propio pueblo soberano que se supone habla y dictamina a través de su Constitución, decida no sólo abolir su propio derecho deliberativo y su facultad inherente de decidir las políticas del Estado, sino también las de todas las generaciones venideras.

– ¿Porqué el voto de 150 o 200 parlamentarios tendría que tener mayor valor ético y social que el voto de varios millones de ciudadanos? Consecuentemente, ¿porqué, asuntos trascendentales para la vida de los individuos y de la Nación, sólo pueden ser discutidos y votados por un pequeño número de individuos y no por los millones de ciudadanos responsables que conforman esta Nación?

– ¿Qué razones y cuáles principios éticos pueden justificar que determinados grupos de tiburones financieros concentren en su poder -con mínimas regulaciones o ninguna- la mayoría de las fuentes de trabajo del país, que se apropien del patrimonio del Estado y se apropien también , tanto de las riquezas naturales, como de aquella producida por el trabajo de millones de hombres y mujeres quienes, a cambio, sólo obtienen preferentemente precariedad salarial, horarios de trabajo propios de esclavos, miserable previsión social, pobreza perpetua y hereditaria, ninguna oportunidad de progreso individual o familiar?

Estas son sólo algunas de las decenas o cientos de interrogantes que se plantean en estos momentos millones de compatriotas nuestros a lo largo de Chile y muchísimos millones más de ciudadanos a lo ancho del planeta. Los problemas que afectan a los chilenos, a los españoles, islandeses, griegos, tunecinos , etc. son exactamente los mismos, las causas, similares.

El problema

La disociación entre quienes gobiernan y quienes son gobernados, entre quienes son los creadores de riqueza y quienes la poseen y la usufructan,  divide de modo cada vez más hondo y definitivo a la sociedad humana en todas las latitudes del planeta. La imposición violenta de las leyes del mercado y del capitalismo salvaje, bajo la doctrina del lucro y del egoísmo más implacable, destruye sistemáticamente toda vida y toda posibilidad de bienestar y desarrollo de continentes enteros, de grandes conglomerados humanos. Evidentemente, el mercado puede ser  -lo es- instrumento de riqueza y desarrollo cuando funciona bajo la tuición que ejerce la ciudadanía a través del Estado. En cambio, la desregulación total que promueve el neoliberalismo y que rompe el equilibrio necesario entre el interés individual y el interés social, sólo puede conducir  -indefectiblemente- al desastre financiero y  a la pauperización generalizada que vive el mundo de hoy. La crisis económica global no es una casualidad, tiene causas concretas y también responsables que pueden ser individualizados.

La estrecha dependencia y conexión entre poder, dinero y política concede a políticos, empresarios y capitalistas un status especial en el cual las identificaciones ideológicas o partidistas, si bien pueden ser claras, tienen menos peso aglutinador que los intereses y objetivos que los conectan y que los apartan de las mayorías ciudadanas, las cuales espontáneamente suelen identificarlos como una clase en sí. Desde esta percepción, es que los rebeldes del M-15 español plantean que no quieren que sus vidas sean hipotecadas «ni por políticos ni por banqueros», pues son éstos la causa primaria de su problemática social y humana. Es el reconocimiento de que la lucha de clases que tiene lugar en diversos escenarios del mundo, es un fenómeno fundamentalmente socio-económico y ético y está más allá de cualquier padrinazgo ideológico.

Participación democrática

La solución de esta situación social cruel y abyecta, sólo puede surgir de la abolición de la representatividad política en la mayor medida posible y su reemplazo por la ingerencia directa de las masas ciudadanas en los asuntos de la política pública. La democracia representativa ha demostrado de forma exhaustiva su ineficiencia y su arbitrariedad, por tanto, es la hora de asumir la necesidad de una democracia eminentemente participativa. Es precisamente esta perspectiva la que comienza a tejerse en Puerta del Sol en Madrid y en otros lugares, en una clara conjunción del pensamiento y el corazón de la gente para poner fin a las recetas políticas tradicionales y a los dogmatismos castradores. Es la ciudadanía sin apellidos ideológicos al rescate de sus fueros. Se trata de comenzar a construir ahora lo que será la democracia del futuro, una democracia horizontal sin intermediarios, única forma de gobierno con atributos de máxima solvencia ética y eficiencia.

Los ciudadanos quieren, pueden y exigen ser los protagonistas de la vida política nacional, simplemente desde su condición de individuos con derechos soberanos y se niegan a ser simples espectadores de un juego ajeno donde los perdedores o ganadores de éste, son ellos mismos. Es aspiración y tarea de la propia ciudadanía CREAR nuevas formas y nuevas estructuras para la realización de la política, en conocimiento de que cada individuo está plenamente facultado para representarse a sí mismo y consecuentemente para debatir o votar en cualquier instancia de decisión, con pleno derecho. Aunque pueda parecer ambicioso -lo es, sin duda- en esta era digital que se consolida día a día, la creación de concejos municipales o parlamentos nacionales «on line» – o algo semejante- es perfectamente posible. Pues, lo que no era factible hace apenas algunas décadas atrás, ya lo es hoy, gracias al mayor desarrollo cultural de la sociedad y a los avances de la tecnología de la comunicación.

Diez millones de «concejales»o diez millones de «diputados», sin dieta, siempre crearán políticas más razonables, más justas o más acertadas que doscientos parlamentarios generosamente remunerados y que no ofrecen ninguna garantía de fidelidad al pensamiento ciudadano o a los intereses generales de la Nación. Particularmente, cuando éstos están sometidos a un lobby antidemocrático e inmoral y a la presión e influencia de diversos círculos de interés. Eventualmente, siempre será posible sobornar  a doscientos individuos, pero no a diez millones.

La tarea

Un cambio semejante requiere una total reeestructuración política del Estado que rescate al ciudadano común de la periferia del poder político y lo coloque en el centro, tanto como gestor así como destinatario de éste. Es una ímproba, dura y larga tarea que, en nuestro país, apenas comenzaría con la gestación de una nueva Constitución Política, lo que implica primeramente una reforma indispensable para reestablecer el derecho al plebiscito eliminado por el Mandato General de Pinochet y compañia. La oposición a esta sola iniciativa, por parte de políticos, grandes empresarios y capitalistas, es hoy y lo será mañana, feroz y decidida, pues ella pondrá en riesgo su posición de dominio absoluto sobre la sociedad chilena. Para ellos es inaceptable que Pedro, Juan o Diego -es decir, el ciudadano común-   pueda ejercer los mismos derechos políticos que ellos han ejercido en forma exclusiva durante doscientos  años.

A pesar de vivir en medio de esta realidad, los borregos chilenos demuestran poseer serias dificultades para asimilar el único y auténtico origen de su borreguez, consecuentemente, para analizar la generación de la problemática social que los afecta. Incluso, pareciera que prefieren olvidar cuál es la  verdadera «madre del cordero» y al hacerlo, equivocan fácilmente al enemigo. Desde luego, los responsables de la marginación política y de las injusticias que a diario combaten, no son las vitrinas de las tiendas ni los hombres vestidos de verde que procuran contener sus protestas. Si quisieran individualizar al enemigo podrían, -cuando más- encontrar a sus representantes sentados en las butacas del parlamento o de las municipalidades, en el palacio de gobierno o en los directorios de bancos y de empresas, a pesar de que éstos tampoco son realmente «el enemigo», pues el enemigo no son personas de carne y hueso. Éstas van y vienen, aparecen hoy y desaparecen mañana.

El enemigo es un sistema político nefasto, permanente, autosostenido e inmutable, que lo seguirá siendo, mientras los borregos chilenos se resistan a identificarlo y combatirlo. Es ilustrativo que las llamadas que alguno o otro borrego hace a luchar en contra del Mandato General que da cuerpo y vida al sistema de «señores» y borregos, y en pro de una nueva Constitución, apenas tiene eco en la masa ciudadana. Hasta ahora, ésta ha preferido dispersar sus energías en decenas de combates aislados sobre diversos temas , en lugar de asumir el tema fundamental y la necesidad de una sola y gran batalla. Los «indignados» de la Puerta del Sol de Madrid y otras ciudades europeas, en cambio, no han dudado un instante en identificar, sin mayores elucubraciones, la única y verdadera causa de sus problemas. Tanto por su convicción de verdad y justicia como por su prescindencia ideológica y claridad de pensamiento, están señalando a todos los borregos del mundo, un camino con significaciones históricas.

Es la necesidad de la reestructuración política del país y la urgencia de abolir los mandatos dictatoriales, lo que debiera estremecer fundamentalmente la conciencia social de nuestros ciudadanos y jóvenes, pues ningún problema particular puede ser solucionado sin eliminar la base real que los ocasiona. Para ellos no habrá jamás presente ni futuro sin acometer antes esta lucha y sin admitir que la perspectiva de una Constitución Democrática es la única bandera capaz de levantar un amplio movimiento social por el cambio. Por tanto, si los puños y banderas que se levantan en contra de HydroAysén -por ejemplo- se levantaran al mismo tiempo en favor de una auténtica constitución ciudadana, recién comenzaríamos a transitar por el largo camino hacia una nueva sociedad.. No bastará con eso, pero sería el primer paso. Lo hemos dicho otras veces y no nos cansaremos de repetirlo: no existe en el Chile político y social de hoy tarea más urgente ni más trascendente que la lucha por una Constitución Política Democrática y democratizadora de la vida nacional. Todas los combates, todas las reivindicaciones, todas las «justicias», están implícitas en ella. Es hora de que nuestros hermanos borregos lo comprendan y asuman la única motivación válida para su lucha: la indignación creadora. §

30 de mayo de 2011

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