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Entre el nacimiento de la clase obrera en Chile y su constitución como sujeto político (III Parte)

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Dedicado a Luis Vitale

Entre el nacimiento de la clase obrera en Chile y su constitución como sujeto político. El “Congreso obrero” de 1885 y la Huelga general de 1890 como antecedentes históricos de la matanza de Santa María [1] (Tercera Parte).

4. El Congreso obrero de 1885 y la huelga general de 1890. El nacimiento de la clase obrera como sujeto político nacional

La huelga general de 1890, la primera en América Latina [3], fue una de las experiencias más importantes de la lucha de clases en nuestro país durante el siglo XIX. Entre los factores que explican el estallido de la misma, la cual se extendió durante el mes de Julio de 1890 por Tarapacá, Antofagasta y Valparaíso, podemos mencionar los siguientes. Por un lado, la desvalorización de los salarios y los efectos de la crisis económica mundial de los años 1873-96 (caída del precio internacional del salitre) [4]. Por otro, el desarrollo de una importante división política en el seno de los sectores dominantes, así como también la generalización de las protestas obreras; entre otras, las que tenían por objetivo protestar en contra del sistema de pago en fichas [5].

“La crisis política que sacudía al país hacía mediados de ese año fue el elemento catalizador del descontento obrero. La prueba de fuerza entre el Congreso y el Ejecutivo brindó a los trabajadores la oportunidad para lanzar una ofensiva reivindicativa sin precedentes en la historia de Chile. […] Las causas profundas del movimiento que estalló a comienzos de Julio en la provincia de Tarapacá se encontraban en el régimen de ficha-salario y en la depreciación constante del papel moneda con el que eran remunerados ciertos gremios como los jornaleros, los lancheros y los fleteros del puerto de Iquique. La crisis política, las decisiones contrapuestas de los poderes Ejecutivo y Legislativo y la manipulación de la protesta obrera a la que se entregaron ambos bandos, no fue sino el telón de fondo o, si se quiere, el elemento catalizador, la brecha por donde se manifestó el intenso malestar del pueblo pobre ante el cual se exhibía el espectáculo del creciente enriquecimiento del Estado y de las clases dirigentes gracias al boom del salitre” [6].

En este contexto, al calor de una serie de luchas sectoriales, estalla una primera oleada huelguística en Iquique y en las salitreras tarapaqueñas [7]. El 2 de Julio, el gremio de los lancheros, exigiendo el aumento del valor de su trabajo, el pago en monedas de plata o billetes corrientes, se declara en huelga e impide las faenas de carga y descarga, incitando a los demás trabajadores a unirse a esta última [8]. A partir de este momento, a la acción de los manifestantes en las calles, solidarios con la huelga (los cuales impiden el funcionamiento de bancos, casas de comercio, fábricas y transportes), se suma el paro de los operarios de las oficinas de salitre de la pampa, los que comienzan a dirigirse a Iquique para protestar [9]. Así también, el paro de los fleteros y otros sectores, quienes paralizan totalmente la ciudad.

“El pánico cundió en el comercio y los bancos, los que cerraron sus puertas y obtuvieron vigilancia especial de la policía. Las autoridades locales adoptaron medidas de urgencia: se acuartelaron los bomberos y el intendente Blest Gana publicó una enérgica declaración […] Las demostraciones de los huelguistas, a los que se unieron numerosos individuos del pueblo, se sucedieron todo el día: al atardecer unas ocho mil personas se encontraban en la plaza Prat, produciéndose enfrentamientos entre los granaderos que lograron disolver a algunos grupos más combativos, resultando varios heridos” [10].

Durante los días 4 y 5 de Julio, la huelga se extiende a varios sectores. Carretoneros, cocheros, panaderos, centenares de huelguistas de la pampa y simpatizantes de las barriadas populares, así como los trabajadores del ferrocarril y del gremio de los jornales, los cargadores y los carreteros de mina, los peones de recoba y los carpinteros, se declaran en huelga [11]. La movilización de los trabajadores y los métodos de acción directa se multiplican. Algunos periódicos patronales como La Voz de Chile son apedreados durante horas [12]. Entre tanto, la situación del interior era “[…] mucho más inquietante. El 6 de Julio, el subdelegado de Huantajaya había comunicado al Intendente que los trabajadores del mineral de su localidad se habían declarado en huelga exigiendo el pago en plata fuerte o su equivalente en billetes. Al día siguiente, se anunció que las oficinas salitreras de San Donato había sido quemada y las Tres Marías, Rosario y Ramírez, saqueadas, resultando muerto el pulpero de Las Tres Marías y varios heridos. De inmediato, las autoridades locales de Iquique mandaron por mar cincuenta soldados de refuerzo a Pisagua y pidieron otros a Tacna. Al mismo tiempo, los huelguistas de Huantajaya y Santa Rosa bajaron a Iquique con banderas” [13].

Durante estos momentos, la huelga se masifica, obteniendo además una primera conquista [14]. Una serie de importantes concesiones que debieron hacer los sectores patronales hacia las demandas obreras. A la vez, el gobierno empieza a preparar una salida de fuerza. Indeciso aún, comienza a desplegar una importante cantidad de tropas, en vistas a una posible radicalización del conflicto. Para el 7 de Julio, la huelga se había extendido ya por la pampa y amenazaba a varias oficinas salitreras que aún no se habían plegado, las cuales debieron ser reforzadas con seguridad militar. Los métodos de violencia obrera se extienden por la región, varias salitreras son incendiadas. Muchas pulperías e instalaciones mineras, destruidas [15].

“Desde Santa Catalina se comunicaba a Iquique, el 9 de Julio, que un grupo de doscientos o más hombres había saqueado el comercio de la estación Zapiga y las pulperías de la salitrera y que, al intentar quemar la estación de ferrocarril, habían sido recibidos a balazos por el jefe y vecinos armados, muriendo seis de la turba y dispersándose. Las llamas de rebelión abrasaban toda la pampa” [16].

Es solo a partir del jueves 10, después de que la huelga se extendiera a otras ciudades como Antofagasta, cuando las negociaciones entre patrones y obreros, las demostraciones de fuerza de las tropas y las mediaciones de los comisionados gubernamentales, comienzan a debilitar el proceso huelguístico [17]. Aún así, hacia el 21 de Julio, la huelga se extiende a Valparaíso [18]. A la huelga de los lancheros y fleteros de la Compañía Sudamericana de Vapores, se sumaron prontamente las de varios sectores obreros y populares, paralizando completamente la ciudad [19]. Entre las provincias del interior, panaderías de Quillota y Limache también adhirieron a la huelga. Sin embargo, a pesar de lo anterior, la huelga no alcanzó a extenderse finalmente a Santiago, concluyendo unos pocos días más tarde [20].

5. Conclusiones
El estallido de la huelga general de 1890 y la convocatoria al “Congreso Obrero” de 1885 son el producto de un importante proceso de acumulación de fuerzas y de experiencia política [21]. A la vez, sobre todo la huelga general de 1890, marcaron el nacimiento definitivo de la clase obrera como actor político nacional, como dijimos, el surgimiento de su protagonismo histórico. Dicha huelga, y el proceso de ascenso obrero y popular de aquel periodo, significó también la continuidad, a la vez que ruptura y superación [22], de las formas de lucha y organización que los sectores populares habían levantado hasta ese entonces. En este sentido, si el nacimiento del mutualismo, de carácter esencialmente artesanal, marcó el nacimiento de los sectores populares chilenos a la vida política, la huelga general de 1890 planteó, con la irrupción de la clase obrera devenida en el eje articulador de estos últimos, un nuevo punto de inflexión en la historia de la lucha de clases.

La centralidad social del pequeño productor y su programa político característico: entre otras cosas, el proteccionismo económico y la industrialización, así como también las más distintas expresiones de rebeldía peonal, comenzaron de esta manera a ser superadas por el advenimiento de las formas de lucha propias del proletariado. Comenzaba así el camino hacia la independencia de la organización política de los sectores populares. Y es que si el artesanado, y el peonaje, habían sido incapaces (por su respectiva condición de clase en el proceso histórico) de romper con la hegemonía política del ideario de la burguesía democrática [23], el movimiento obrero comenzaba por estos años, por el contrario, a dar una serie de decididos pasos en aquella dirección.

Tempranamente, los métodos de lucha de la clase obrera se revelaron como una amenaza de la propiedad privada y de la legalidad burguesa [24]. ¿Qué mejor ejemplo de esto que la respuesta represiva del Presidente Balmaceda, reconocido por su ideario “progresista”, ante la expansión y radicalización de la huelga general de 1890? A fines del siglo XIX, el avance de la organización y la lucha de la clase obrera tomaban de esta forma un cariz mucho más amenazante para el dominio de las elites dirigentes que el que había adquirido, con anterioridad, tanto la acción del artesanado como las expresiones de rebeldía social asociadas al peonaje.

En definitiva, fue en este periodo de “transición en las formas de lucha” [25] en el cual deben ser enmarcados los sucesos de la matanza de 1907. Como hemos dicho, la constitución del proletariado a nivel nacional y el desarrollo de sus propios métodos de clase, los cuales tendían a amenazar de raíz la existencia del orden burgués [26], además de la necesidad imperiosa de las clases gobernantes por conjurar dicho peligro, se encuentran así en la base misma del desarrollo de los sucesos de la escuela Santa María.

Sin todavía entrever otro camino para enfrentar la creciente presión de los sectores obreros y populares, como el que emprenderían más tarde los sectores dirigentes a partir del gobierno de Alessandri (con las primeras reformas democratizadoras del aparato estatal), las elites criollas, siguiendo una vieja costumbre, optaron por arremeter “a sangre y fuego” en contra de quiénes osasen cuestionar su dominio. De alguna manera, tenían razón. La amenaza era seria. Tan solo un tiempo después, el movimiento obrero terminaría de cortar el cordón umbilical del ideario liberal-democrático, poniendo en pie sus primeras organizaciones y partidos de clase. Con la creación de la  “Asamblea Obrera de la Alimentación Nacional”, el origen de la FOCH y la fundación del Partido Comunista (afiliado a la III Internacional de Lenin y Trotsky), así como a partir de la adopción de la estrategia política de la independencia de clases y del Marxismo [27], la clase obrera daría cuenta de aquella trascendental ruptura. Pero la burguesía, y el régimen capitalista de conjunto, no se quedarían de brazos cruzados. Aprenderían de este primer enfrentamiento, y forjarían nuevas armas para el combate: entre otras, el surgimiento del régimen democrático moderno y de los partidos burgueses de masas, la estatización de los sindicatos y la coptación legalista del movimiento obrero. No estarían solos, contarían con la pronta colaboración de la tradición política del reformismo y de la conciliación de clases, esta vez en el seno de las mismas organizaciones y partidos que la clase obrera había creado. Comenzaría así una nueva fase histórica de la lucha de clases moderna en Chile, distinta a aquella fundacional de la cual la masacre de Santa María había sido uno de sus más importantes hitos. Una nueva etapa para el desarrollo de la experiencia política del movimiento obrero, con nuevos desafíos y obstáculos, distintos y en gran medida más avanzados que los anteriores.

Notas
1. Este artículo ha sido presentado como ponencia en el “II Encuentro de Historiadores. A Cien Años de la Masacre de la Escuela de Santa María. 1907-2007”. Universidad Arturo Prat. Iquique, Diciembre 2007.
2. Licenciado en Historia. Estudiante de Licenciatura en Antropología con mención Arqueología (IV año). Universidad de Chile. casilla2009@hotmail.com
3. Vitale, L., op.cit.
4. Ídem.
5. Ídem.
6. Grez, S., De la regeneración del pueblo…, op. cit., p. 708.
7. Grez, S., De la regeneración del pueblo…, op. cit.
8. Ídem.
9. Ídem.
10. Ídem, p. 711-712.
11. Ídem.
12. Ídem.
13. Ídem, p. 719-720.
14. Ídem.
15. Ídem.
16. Ídem, p. 722.
17. Ídem.
18. Ídem.
19. Ídem.
20. Ídem.
21. Ídem.
22. Grez, S., “Transición en las formas de lucha…”, loc. cit.
23. Para dar cuenta de esto último bastaría con remitirnos al ideario (liberal-democrático) de las principales organizaciones mutualistas del periodo.
24. Grez, S., De la regeneración del pueblo…, op. cit.
25. Grez, S., “Transición en las formas de lucha…”, loc. cit.
26. Entre otros, algunos ejemplos de estas formas de organización y lucha obrera, de calidad muy superior a las impulsadas anteriormente por el artesanado o el peonaje, se pueden encontrar, justamente, al calor de la realización de la poderosa huelga salitrera de 1907 en Iquique. Para una revisión de este proceso huelguístico, ver Devés Eduardo, 1989. Los que van a morir te saludan. Historia de una masacre: Escuela Santa María, Iquique, 1907. Ediciones LOM. Santiago. Elizondo Pedro, 1993. Santa María de Iquique 1907. Documentos para su historia. Ediciones del Litoral. Santiago. Igualmente: Grez Sergio, 2007. Los anarquistas y el movimiento obrero: la alborada de “la Idea” en Chile, 1893-1915. LOM Ediciones. Santiago.
27. Durante estos años, no podemos dejar de mencionar el relevante papel que tuvo el Anarquismo y otras corrientes de corte socialistas en el seno de las organizaciones obreras.

Referencias bibliográficas
-Grez, S., (1994). “La trayectoria histórica del mutualismo en Chile, 1853-1900”, en Mapocho número 35, DIBAM, Santiago.
-Grez, S., (1998). De la regeneración del pueblo a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890), DIBAM – RIL Editores, Santiago.
-Grez, S., (2000). “Transición en las formas de lucha: motines peonales y huelgas obreras en Chile (1891-1907)”, en Historia, número 33, PUC, Santiago.
-Goicovic, I., y Nicolás Corvalán, (1993). “Crisis económica y respuesta social: el movimiento urbano artesanal. Chile, 1873 – 1878”, en Última Década, CIDPA, Viña del Mar.
-Illanes, M., (1990). La Revolución Solidaria. Editorial Prisma. Santiago.
-Ortega, L., (1981). “Acerca de los orígenes de la industrialización en Chile”, en Nueva historia, año 1, n° 2, Londres.
-Pinto, A., (1959). Chile, un caso de desarrollo frustrado, Editorial Universitaria, Colección América Nuestra, Santiago.
-Ramírez, H., (1956). Historia del movimiento obrero, siglo XIX, antecedentes, Editorial Austral, Santiago.
-Salazar, G., (1991). “Empresariado popular e industrialización: la guerrilla de los mercaderes. Chile, 1830-1885”. En Proposiciones número 20, SUR Ediciones, Santiago.
-Salazar, G., (2003). Historia de la acumulación capitalista en Chile (apuntes de clases), LOM Ediciones, Santiago.
-Salazar, G., (1985). Labradores, Peones y Proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX, SUR Ediciones, 1985, (LOM Ediciones, 2000), Santiago.
-Vitale, L., (1997). Interpretación marxista de la Historia de Chile, Tomo V, LOM, Santiago.

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