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Argentina: Números y geografía del cinismo

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Durante las tres semanas del paro de las entidades agropecuarias, la carne -algo así como el segundo documento nacional de identidad de los argentinos- se ha convertido en un artículo de lujo, haciendo añicos casi dos siglos de consumo popular.

Y la verdura, en cualquiera de sus variantes, aumentó de tal manera sus precios que dentro de poco explicarán que su producción está vinculada a las oscilaciones del valor del barril del petróleo.

Algo parecido ocurrió con la leche.

Ninguno de esos precios bajó.

Todos se quedaron muy lejos del alcance del bolsillo del argentino medio.

Carne, verduras y frutas y leche. Aquello que hace al esqueleto del consumo.

Sin embargo el Gobierno pontificó que la inflación en marzo fue de un 1,1 por ciento.

Y hasta uno de sus principales funcionarios, Alberto Fernández, jefe de Gabinete, se mostró enojado y cansado porque percibe que la gente no cree en estos números de fantasía, perversos.

Explica, Fernández, que la gente no compra ni la leche en botella ni los cortes que el Gobierno dice que hay que consumir.

El problema es del pueblo, no del Gobierno ni de las especulaciones mafiosas de los formadores de precios.

No. La culpa es de las víctimas. Una vez más.

El Índice de Precios al Consumidor incluyó valores promedio “de ficción para el pollo (4,52 pesos el kilo), la carne picada (8,49 pesos), el asado (9,82) y el bife (10,69). Ninguno de esos productos se consiguió durante la mitad del mes, cuando empezó a tener efecto la medida de fuerza contra la suba de retenciones a la exportación de soja”, apuntaron las organizaciones que pelean por los derechos de los consumidores.

Para ellos, lo más preocupante es que “los precios que se dispararon por los bloqueos no se hayan retrotraído aún a sus niveles previos, pese a que el abastecimiento terminó de normalizarse a una semana de su levantamiento. ‘El pollo subió de 6,50 a 10 pesos durante 20 días y después bajó. Pero la carne sigue más cara, el pan está un 10% arriba, el aceite pasó de cinco pesos a ocho y encima los supermercados lo están racionando’, protestó la presidenta del CEC, Susana Andrada”, reflejaron los medios de comunicación nacionales.

Pero más allá de los precios dibujados y los reales, la pobreza crece en la Argentina.

Por cada punto real de inflación se agregan 150 mil pobres al agujero negro de la desesperación existencial.

Una familia necesitó reunir ingresos por 982,38 pesos en marzo para superar la pobreza, aunque la cifra trepa a 1.300 pesos si los cálculos son realizados por economistas privados. El límite de la indigencia son 455,57 pesos mensuales. Cifra que debería alcanzar para dar de comer a un matrimonio con dos hijos.

¿En qué país, en qué geografía del cinismo viven los funcionarios del gobierno nacional?

¿Cuántas familias que no llegan a mil trescientos pesos mensuales pudieron comer carne, verdura, frutas y leche durante los días del paro agropecuario de manera permanente?

Hijos de la mentira, los números oficiales intentan ocultar el crecimiento de las urgencias, el aumento de la pobreza, la sombra amplia que genera la invicta concentración de riquezas en pocas manos.
14/04/08

* Fuente: Agencia de Noticias Pelota de Trapo

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