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La misteriosa enfermedad que inquieta a las compañías forestales

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A fines de abril, cuando se realizó en la sede de la Sofofa la junta anual de accionistas de Empresas Copec, los principales ejecutivos de la compañía exhibieron un video corporativo destacando los últimos logros del holding que encabeza Anacleto Angelini. Pero nada dijeron sobre los problemas por los que atravesaba Celulosa Arauco y Constitución (Celco), una de sus principales filiales.

No hubo ninguna mención al conflicto sindical, que estallaría dos semanas más tarde, ni tampoco dijeron nada a sus accionistas sobre la misteriosa enfermedad que está atacando a las plantaciones de pino insigne y que tiene en alerta a la industria forestal, en especial a la gigante propiedad del empresario italiano.

“En el verano del año pasado visité la zona entre Arauco y Lebu y me di cuenta de que algunos pinos tenían un color rojizo, otros un tono gris y algunos simplemente tenían las acículas –las hojas del pino– secas, como si las hubieran quemado. Nunca antes había visto algo así”, recuerda un ingeniero forestal de la Conaf.

Cuando el profesional realizó este viaje, el fenómeno ya llevaba un par de años registrándose. Sus primeros síntomas fueron detectados en 2003 por personal técnico de las mismas empresas. Sin embargo, la luz de alarma se encendió recién a fines del año pasado, cuando los ejecutivos de las forestales vieron que la plaga pasó de afectar sólo algunos terrenos aislados a cubrir más de 60 mil hectáreas. De inmediato, al interior de las compañías comenzaron a circular mails alertando a los funcionarios sobre el extraño suceso.

Arauco, otra vez
Pese a que también han sido afectados algunos bosques de la provincia de Cautín y de la zona costera de la provincia de Valdivia, la mayoría de las plantaciones dañadas se encuentran en el suroeste de la Región del Biobío, entre las comunas de Arauco y Tirúa. Según explica un profesional de la Controladora de Plagas Forestales, todas estas ubicaciones tienen influencia marítima, y los pinos que presentan los mayores daños son los que se encuentran en las quebradas y en las orillas de los caminos.

Que esta plaga se focalice principalmente en la provincia de Arauco no es un hecho menor. Más de la mitad de la superficie de la zona está ocupada por plantaciones de esta especie y la mayor parte de ellas pertenece a forestales del holding de Angelini. Un alto ejecutivo de Forestal Arauco asegura que en total son cerca de 100 mil las hectáreas afectadas por el daño foliar del pino –como hasta ahora se ha denominado a esta enfermedad– y que la mitad de ellas pertenece al grupo Arauco. Sin embargo, fuentes de otras firmas del sector sostienen que este porcentaje se acerca al 90%.

Eliodoro Matte, presidente de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC), aseguró a LND que “la plaga no está afectando a nuestras plantaciones, porque nuestros bosques están en otras zonas”. Pero un ejecutivo de Mininco, la principal forestal del grupo Matte, afirma que sus pinos también están siendo atacados, aunque el daño no superaría las 100 hectáreas.

El mayor deterioro lo han sufrido los bosques del grupo Angelini, donde más del 5% del millón de hectáreas que tiene el grupo –cifra que también incluye los activos forestales en Brasil, Argentina y Uruguay– está siendo afectado por esta inédita plaga.

Si se tiene en cuenta, como dice un informe del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), que este problema podría derivar en la “disminución de productividad de las plantaciones afectadas”, se entiende el estado de alerta en que se mantiene la mayor firma forestal del país.

Una muerte lenta
Según los investigadores que están estudiando esta enfermedad, sus síntomas son cíclicos y se repiten año a año. Cuando comienza el invierno, las acículas de los pinos afectados, de entre uno y 20 años de edad, comienzan a decolorarse progresivamente: empiezan con un tono amarillo, más tarde se tornan grises y a fines de la primavera toman un color rojizo. Después de dos temporadas con estos síntomas, el proceso termina con la muerte del follaje. El resto del año, los síntomas no son detectables a simple vista.

Eugenio Sanfuentes, académico de la Universidad de Concepción que está investigando esta patología junto a Bioforest –la empresa de investigación del grupo Angelini–, explica que cuando el árbol pierde su follaje disminuye su fotosíntesis y, por lo tanto, crece menos y más lentamente. “Cuando la defoliación es persistente o severa, el pino puede manifestar algún un tipo de estrés y quedar susceptible al ingreso de otros agentes patógenos. Incluso, cuando las pérdidas de follaje son consecutivas y lo atacan otros hongos, el árbol puede eventualmente morir”, asegura el investigador.

Precisamente para evitar el ataque de agentes secundarios que aprovechen la debilidad del pino, Bosques Arauco realizó en varias oportunidades fumigaciones aéreas en las superficies afectadas, aplicaciones que provocaron diversos daños en las comunidades cercanas a las plantaciones (ver recuadro).

Pese a que la plaga se detectó a fines de 2003, aún no se determina su origen ni la forma en que se propaga. Según fuentes del SAG, hasta ahora esta especie nunca había presentado este problema. Sólo en Nueva Zelanda se registró un fenómeno similar, pero con otras particularidades.

Buscando un remedio
Por esta razón, las empresas forestales se metieron de lleno desde mediados del año pasado a estudiar esta enfermedad. Aunque en Arauco todavía no calculan cuánto se ha gastado en buscar una cura para esta plaga, sólo las acciones realizadas hasta ahora suman cientos de millones de pesos.

Los primeros estudios apuntaron a la incidencia de factores ambientales: analizaron la radiación ultravioleta y llevaron tierra de la costa a la cordillera y viceversa, pero fueron descartados. Contrataron decenas de investigadores chilenos y nada. Incluso, Angelini trajo expertos en fitopatología desde Estados Unidos y Sudáfrica, pero sin resultados positivos.

Uno de los ingenieros de la Controladora de Plagas Forestales asegura que lo más probable es que se trate de algún hongo desconocido, hipótesis que avala el profesor Sanfuentes. “Según los estudios, todo indica que hay un problema de hongos. De hecho, ya tenemos cuatro o cinco aislados, que son los candidatos. Mi impresión es que nos hemos ido acercando al origen del problema y este año ya podríamos tener resultados concretos”, sostiene el experto.

En paralelo, las forestales afectadas, en conjunto con el SAG y la Conaf, están trabajando en un programa de vigilancia fitosanitaria que permita analizar en profundidad el fenómeno y buscar así cómo mitigar sus efectos y prevenirlos. Una de sus principales líneas de acción se centra en evaluar los problemas de crecimiento de las plantaciones dañadas y su inevitable impacto económico, tal vez el aspecto más sensible para Angelini.

La clave del éxito
“Este es un tema delicado”, advierte un ejecutivo de Arauco. Por esta razón, los esfuerzos de la industria forestal también se han centrado en que este problema se trate con el más bajo perfil posible. Sus principales ejecutivos tienen claro que cualquier anomalía en la producción tiene un efecto negativo inmediato en sus relaciones comerciales, especialmente con sus compradores europeos y japoneses, los más exigentes. Y el efecto se multiplica cuando se desconocen el origen y la forma de propagación de la plaga, y la única certeza son sus consecuencias.

Lo que sí está claro es que ni la madera ni la corteza se ven dañadas, pero sí su crecimiento. Ahí radica la inquietud de las forestales, debido a que el éxito de Arauco está en su política de contención de costos. El año pasado, la compañía registró una rentabilidad sobre patrimonio de 13,46%, cifra superior al 4,6% que tuvo CMPC, su competidor más cercano.

Como explica un analista de una importante corredora de bolsa, una de las variables clave de la rentabilidad de Arauco, y de la industria forestal en general, es la tasa de crecimiento de los árboles. Mientras en Canadá un árbol tarda unos 100 años en alcanzar una edad productiva, y en Estados Unidos unos 50, en Brasil y Chile ese período fluctúa entre los 15 y 22 años. Esa es la razón por la que estos dos últimos países lideran la producción mundial de celulosa.

“ésa es también la clave del éxito de los bajos costos de Arauco, junto con la mano de obra barata y la cercanía de las plantas respecto a los bosques y a los puertos. Por eso, si esta plaga afecta la tasa de crecimiento de los pinos, la compañía tiene mucho margen para defenderse respecto a sus competidores del hemisferio norte, pero sí perdería su posición competitiva respecto a los brasileños”, explica el ejecutivo.

La misma fuente confiesa que, en una de las últimas reuniones entre la compañía y las corredoras de bolsa, los gerentes de Arauco comentaron brevemente la existencia de esta plaga, pero “aseguraron que tenían un tratamiento para paliar el problema”.

A los accionistas, sin embargo, no se les ha dicho nada ni en la junta anual de Copec ni a través de un hecho esencial a la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), que es el mecanismo que tienen las sociedades anónimas para informar los aspectos que podrían influir en su producción.

En la SVS explican que le corresponde al directorio de cada firma determinar cuáles son los hechos que ellos consideran esenciales para informarlos a la autoridad. Consultada al respecto, la empresa de Angelini no quiso referirse a este punto en específico ni a la plaga en general.

El mismo corredor de bolsa asegura que, pese a que esta enfermedad era de conocimiento público, no ha afectado el precio de las acciones de Copec –la matriz de Arauco–, como sí lo hicieron los desastres ambientales de Valdivia y Licantén, otros de los grandes dolores de cabeza del holding. LND

Fumigaciones peligrosas
Para evitar el surgimiento de hongos secundarios que se aprovecharan de la debilidad de los pinos afectados por el daño foliar, a fines de diciembre del año pasado Bosque Arauco inició una serie de fumigaciones aéreas. Según vecinos de las comunas de Lebu, Los álamos y Curanilahue, los aviones pasaron a menos de 100 metros de las poblaciones urbanas (que están rodeadas completamente de plantaciones) y de fuentes de agua que abastecen a las personas. En Los álamos, por ejemplo, las aplicaciones se hicieron sobre la bocatoma del río Pilpilco.

Algunos pobladores aseguran que una vez que pasaron los aviones, adultos y niños comenzaron a presentar síntomas como irritación en los ojos, dolores de cabeza, náuseas, vómitos y diarrea. Incluso varios apicultores, entre ellos el veterinario de Los álamos, René Ojeda, aseguran que los fungicidas provocaron la muerte de casi la mitad de sus colmenas de abejas.

Según un documento de Arauco y el SAG, todos los productos químicos utilizados están en la categoría de riesgo toxicológico 4; es decir, que no ofrecen peligro para los seres vivos y el medio ambiente. Sin embargo, según la ONG Red de Acción en Plaguicidas, todos estos plaguicidas pueden producir diversos síntomas, como náuseas e intoxicación aguda. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, en tanto, asegura que su toxicidad es crónica y podría tener efectos cancerígenos en los humanos.

Domingo 8 de julio de 2007 

* Fuente: www.lanacion.cl
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