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Carta abierta a Rodrigo Cisternas hijo

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ARAUCO TIENE UNA PENA: QUE NO LA PUEDO CALLAR
La crónica de los días y la clase emerge en la lluvia de un Arauco herido, entre barricadas y fuerza obrera, en medio de la noche, en medio de los tiros, en medio de las inexplicables sentencias que la pólvora teje en la historia de los oprimidos. A lo lejos, Rodrigo sonríe, a lo lejos juega a talar las grietas del huérfano dolor como en el forestal oficio de su estirpe. Lo veo caminar tranquilo, me mira, no es Rodrigo, es la sabia de su esencia, es Rodrigo hijo retomando las banderas de sus luchas, queriendo que le explique orfandades entre textos y pretextos oficiales, que le muestre las heridas de su padre por pedir algo de justicia para su futuro, me avergüenzo en la comodidad de mi discurso y de mi oficio, en sus banderas veo las luchas de una infancia que me exige explicaciones; es la prole de un obrero masacrado sin remedio, es Rodrigo Cisternas, hijo de un obrero forestal de Arauco, huérfano de pan en medio del desvelo.

Una y otra vez las imágenes del noticiero me sorprenden, me impactan, me mutilan los sentidos. Se percutan estridentes las memorias del pasado cuando un contingente policiaco armado hasta los huesos salpica de pólvora y plomo las entrañas de un obrero que con sus 26 septiembres embiste con la fuerza de los valientes la historia que lo margina y lo explota día a día.

Una vez más la clase se organiza, se agrupa la esperanza de los ningunos que tiroteados de utopías nos vuelven lo evidente catastrófico. En la paradoja de los equilibrios del libre mercado con administraciones “socialistas”, con gobiernos ciudadanos e igualdad con crecimiento; la patronal policía dispara contra uno de los hijos de esta patria, contra un obrero, mientras el gobierno en su cómplice equilibrio intenta disfrazar de tedio la tragedia lamentando lo ocurrido. Días y más días y la prensa rosa teñirá la crónica de olvido, así la patria nuevamente esconde sus vergüenzas, lamenta el infortunio… y Rodrigo.

Como le explicamos a Rodrigo la mutilación de su familia, la necesidad del fuego criminal que el noticiero trasmite día y noche, en donde el cuerpo de su padre obrero es masacrado en pleno estado de derecho. Rodrigo, tu padre es la memoria de un discurso que renace, en su sangre no hay mas que fuerza y grito de justicia, no hay mas que juventud obrera reclamando el sindical descontento de una economía que nos condena a una vida indigna. No atiendas a los hombres del verde criminal ni de las solemnes respuestas, la alegría de sus pasadas promesas da vergüenza, mientras tanto juguemos una ronda, miremos las banderas, aprende a ocupar las herramientas, mañana no talarán obreros con sus balas asesinas, porque nuestro canto aunque les moleste prevalece en la bondad humilde de los sacrificios verdaderos, ahí donde tu padre logró escribir mas alto que ninguno de nosotros.
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