En enero de 1856 el deán de la Catedral Metropolitana expulsó un sacristán, acusándolo de haber destrozado la claraboya de la sacristía y de beberse, con sus amiguetes, el vino consagrado. Los descreídos deben saber que la consagración destina al culto de dios una cosa común o profana. Ahora bien, emplear en usos profanos algo consagrado al culto de dios es un sacrilegio. Tú ya sabes: el pan ácimo consagrado es el cuerpo de Cristo gracias al milagro de la transubstanciación. Las hostias consagradas no entran en las dietas vegetarianas.