Sí, en mi pesadilla vi
una vereda
llena de manos,
manos tendidas hacia el cielo,
manos rígidas, abiertas, agarrotadas
en un último llamado.
Y al despertarme supe
que la realidad era todavía más terrible
que la más horrible pesadilla.
Puesto que al amanecer
los periódicos estaban llenos
de los gritos mudos de los refugiados
ahogados en el Mediterráneo.