Álvaro Yunque prologa sus libros Versos rantes con la siguiente anécdota: “Le habían alcanzado a Carlos Gardel un tango para que lo cantara. En él se pintaba al suburbio como una madriguera de delincuentes-–¿Pero, che! –exclamó el cantor, indignado–. ¿Estos qué se creen? ¡La madona! ¡Ni que fuésemos todos delincuentes!–Y… escriben de ese modo –dijo el que llevaba el tango– porque así ven el arrabal.–¡Grupo! –gritó Gardel–. Yo sí conozco el arrabal, y allí no hay vida pa’ chorros. Además, che, si allí vive algún malandra, en cualquier suburbio hay también veinte mil laburantes que se levantan a las cinco de la matina… ¡Qué se dejen de macanear! ¡Yo no canto eso!”.