La institucionalidad de Carabineros, como las de las Fuerzas Armadas, es anacrónica. Internamente es un régimen de castas. En la práctica son dos cuerpos en uno, que siguen carreras distintas. Por una parte, está la suboficialidad, para quien están vetadas las altas posiciones en la institución; y por otra, está la oficialidad, la cual es formada y accede a los puestos de mando. Pero son estos últimos los que han venido metiendo las manos hasta los codos en los fondos públicos y el primero en esconder la cabeza cual avestruz en la responsabilidad que le compete en los crímenes contra el pueblo, deslindándola “valientemente” en la tropa.