Cuando vuelvan las clases, quiero que los niños no estén en el aula, sino que estén al menos una semana corriendo, saltando, ensuciándose, que vuelvan a casa con la ropa rota y los ojos brillando. Quiero que hagan barro, bailen y griten hasta quedarse sin voz; que tomen el sol durante horas y horas, se revuelquen por los suelos y se rían hasta el agotamiento. Que se besen y se abracen sin miedo.