Más que ser víctimas del robo de banderas por parte del comunismo, como argumenta el Papa Francisco, lo cierto es que el cristianismo monopolizado por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana –en tanto institución al servicio de intereses y pasiones humanas-, y convertido así en religión imperial de Occidente, desde hace muchos siglos renunció a la pobreza para abrazarse al poder político y económico del reino de este mundo.