No cabe duda que el imperio está aplicando una política de escarmiento para tratar de sepultar más de una década de soberanías reconquistadas, mutilar nuestras historias surcadas de victorias políticas, frenar sociedades empoderadas y doblegar dominios nacionales sobre los recursos naturales. Cuanto más amplio sea el horizonte de transformaciones populares en América Latina menos posibilidades existirán de vivir bajo dominio extranjero. Al parecer, después de lo sucedido en México, estamos en el camino correcto. La indignación de los pobres y de los indios se proyecta en otros rostros multiculturales, en mujeres, jóvenes, comunidades sexuales diversas, iglesias o universidades progresistas.