No hay animal más maloliente y desagradable que el economista macho chileno. Es el tipo que aparece en la foto, satisfecho de sí mismo, después de haber afirmado el notable hallazgo de que la propuesta de aporte patronal a las pensiones constituye un «impuesto al trabajo». Nada hace más feliz a un economista macho que amenazar con la desinversión y la cesantía.