Como dice esa maravillosa carta: “Para decirlo con brevedad, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo.” (Carta a Diogneto, de autor anónimo).
Aquella misiva es una verdadera apología del auténtico cristianismo, y por contraste se convierte en una prueba contundente del fracaso de la cristiandad. Surge así la evidencia de la fecundidad apostólica que produce la radicalidad evangélica, sentando el precedente histórico que los tres primeros siglos del cristianismo dieron frutos más visibles y abundantes en la historia de la humanidad, que los últimos diecisiete siglos de cristiandad.