El lugar donde Julian ha pasado los últimos seis años de su vida es realmente un espacio muy chiquito, un piso con pocos cuartos, un baño para su uso y una media cocina. No hay patio ni balcón donde pueda salir a tomar sol o respirar aire fresco, y no ha podido abrir la ventana y sacar su cabeza por las amenazas y peligros que están afuera. En la cárcel, los privados de libertad tienen acceso al sol y el aire libre, aunque sea por una hora diaria. Pero Julian no lo ha tenido en más de seis años, y su cuerpo, y su salud mental están sufriendo. Y todo eso por cometer ‘el crimen’ del periodismo.