Hace pocos días, siempre bajo la lluvia, hubo otra marcha que no terminó en una plaza sacra sino en el Palacio de Justicia de San Salvador. La primera fue una peregrinación devota para acompañar la canonización de un mártir; la segunda, una marcha con pancartas para reclamar mayor celeridad en el proceso contra los autores materiales e intelectuales del asesinato de monseñor Romero, que siguen en la sombra desde hace 38 años.