¡¡¡FELIZ 2016!!!
Días después de los atentados yihadistas de París[1], me encontré en el centro de la ciudad de Cartagena a tres chicas musulmanas que estaban de pie cerca del Gran Hotel, el edificio modernista más importante de la región, portando unos carteles de cartón que decían: “No somos terroristas, venid y dadnos un abrazo”. Heroínas como ellas ya han empezado a portar la antorcha de la nueva mujer musulmana (o atea) del siglo XXI que pugna por conquistar sus derechos.