En el film «El Rebelde sin Causa», un muchacho de la escuela reta a otro a una carrera de autos que termina en un abismo. El juego se llama Gallina. El piloto debe de llevar el auto a la mayor velocidad al abismo y saltar justo antes. El que salta primero es el que pierde. Huelga decir que uno de los muchachos muere. Muy macho, cuando quiere saltar se le atora la manga en la manija de la puerta y ya sobre el abismo no hay nada que hacer.
A cuatro días de la fecha límite para resolver si el techo de la deuda pública sube o no por encima de 100% del PIB, los congresistas en Estados Unidos están jugando a Gallina.