Las migraciones humanas no dejan de ser el fenómeno transnacional más compulsivo e indicador de la vejez de los antiguos mundos que no terminan de morir o que tratan de renacer bajo formas más regresivas. Frente a la globalización capitalista “de la destrucción” como lo recalcó el reciente Foro social mundial de migraciones desarrollado en Brasil (julio 2016), los y las migrantes se constituyen como partículas éticas, interculturales, eróticas, comunicacionales, civilizatorias, portadoras de alternativas y de otros mundos que chocan con las fronteras excluyentes de un mundo peligrosamente enredado en el pasado.