En el bloque de países al que Macri nos acerca, como México o Colombia, la vida de millones de personas vale tanto como la de una mosca. Asesinan a líderes populares, a periodistas opositores, a docentes, a sindicalistas. No los mandan a la luna ni a la cárcel: los interceptan de noche y los acuchillan o los ametrallan, y dejan sus cuerpos a la vista para que nadie se atreva.