Así como en este contexto de precariedad reflexiva, individualismo exacerbado, miedo milenarista e inseguridad urbana que atraviesa todas las clases sociales, es muy fácil generar actitudes reaccionarias que deriven en detrimento de sus propios creyentes: la elección de Trump en Estados Unidos y de Bolsonaro en Brasil es un indicador de que un discurso de odio y de intolerancia –a contrario sensu de lo imaginable en países que han sufrido dictaduras– podría abrir la ventana para nuevos movimientos que, con la adecuada maquinaria y apoyo de la derecha más dura, puedan eventualmente presentar fiera competencia en nuestras próximas elecciones parlamentarias y presidenciales.