Dejé mis zapatillas en un estante que estaba debajo del edificio y entré por una puerta grande que estaba abierta. Ya era de día. Pasé por un pasillo largo y llegué a una sala donde habían unos señores rezando. Claramente eran musulmanes y me había metido en una mezquita. No sentí que estuviera invadiendo su espacio, eso sí, venía de celebrar, así que me senté en una banca al lado para no molestar mucho, no quería faltarles el respeto y me quedé mirando alucinado por lo que estaba viendo.