En Chile, marzo de 1973, el contubernio de la derecha con la democracia cristiana esperaba que la política de desabastecimiento, de atentados, las asonadas callejeras, y los asesinatos incluso de militares, reducirían el apoyo al gobierno de Salvador Allende a su más mínima expresión. […] Fracasaron rotundamente. No sólo el apoyo electoral a Unidad Popular había aumentado considerablemente, sino que el número de diputados y senadores obtenidos por la izquierda reducía los planes de la derecha a papel mojado. Lo peor era que, extrapolando, ineludiblemente para 1976 la Unidad Popular habría alcanzado la mayoría suficiente para continuar gobernando.