En una sociedad dividida en clases sociales, en ricos y en pobres, en explotadores y explotados creer que el poder es neutro es una tremenda ingenuidad y por eso cuando en el año 79 nos presentamos a las elecciones municipales pensamos que teníamos que dar a lugar un poder de clase, un poder que se comprometiera hasta las últimas consecuencias con los trabajadores con los que menos tenían, con los que le habían robado hasta la palabra.