Junto a su hijo Joaquín, de 6 años, fueron llevados a la Tercera Comisaría de Carabineros, donde quedaron en manos de la Dirección de Inteligencia Policial (DIPOLCAR), entre quienes pudo identificar a un uniformado de apellido Araya. “Fui torturado (…) en presencia de mi hijo inválido (…) Querían arrancarme confesiones y que delatara a compañeros”, escribió “Pepe” en el relato publicado reciententemente. “Me colgaron de los brazos en un árbol y al niño lo dejaron dentro de un calabozo oscuro”, narró ese año ’91. Y agregó: “Joaquín comenzó a lanzar gritos de terror cada vez más fuertes, sin que pudieran hacerlo callar.