Se veía venir. El barco ya no aguantaba tanta presión en sus máquinas y calderas como para aumentar la velocidad, y quizás ni siquiera podría haber continuado su avance a ritmo lento. Una parte de la tripulación parecía no ser la apropiada para responder las exigencias que planteaba esa nave de buen calado… incluso, eso se dice ahora, había roces al interior de la tripulación, específicamente una malquerencia producida entre el segundo de a bordo –Peñailillo- y el encargado de las comunicaciones, Aleuy.