En la iglesia católica existen sacerdotes que cumplen funciones sólo al servicio de los ricos y poderosos – el famoso escritor, Luis Orrego Luco, los llamaba “pastores de vacas gordas”. Por desgracia, muchos de  los religiosos han convertido al Jesucristo en un banquero y en un chupamedias de los saciados en la tierra, que nunca han entendido la parábola el rico Epulón y el pobre Lázaro que, a la larga, la  miseria y falta de caridad  la pagarán cuando esté en la otra vida.