El escenario en Chile tiende a parecerse al de un país azotado por una plaga bíblica.
A la revuelta social que tenía al gobierno contra las cuerdas, y a la pandemia que la reemplazó momentáneamente -y que puede cobrar dimensiones pavorosas- se suma el lock out del capital decretado por Piñera, un brutal golpe de mano palaciego que traspasa el costo del desastre a los trabajadores y a la población más desvalida, en nombre de la «protección del empleo».
Piñera, avezado especulador, especialista en pelea corta y ventajista de baldosa, sabe que el que pega primero, pega dos veces.