Nadie firmó declaración para que los testimonios de miles de torturados fueran guardados por 60 años para cuidar la intimidad de los miles de chilenos y extranjeros que fueron agredidos, violentados, maltratados en todos los cuarteles de militares, carabineros e investigaciones. Guardar esa información constituye amparar con un manto de impunidad a los responsables de practicar el más violento de todos los delitos, el más perverso para agradar y entregar información al alto mando, sabiendo que todo era un juego macabro.