La acracia se niega a ser calificada como una utopía, pero en la realidad lo fue: quiso terminar con el Estado, la propiedad privada, la religión – como enajenación- en base a una huelga revolucionaria: ni dios, ni amo. Para Bakunin, la Comuna de París significaba la destrucción del Estado, la religión y la propiedad privada y, en su reemplazo, la construcción de una sociedad libertaria y solidaria. El príncipe ruso Pedro Kropotkin sostiene que sin igualdad no hay justicia y sin justicia no hay moral. Su obra, La conquista del pan, fue un verdadero evangelio para los revolucionarios antiestatistas.