Llegué a Calama un año antes del golpe militar, hacía poco se había iniciado una experiencia de sacerdotes obreros en Chuquicamata. Estos sacerdotes obreros formaban un equipo en el que había algunos teólogos destacados. Trabajaban en la mina y, al mismo tiempo llevaban un proceso de reflexión teológica que me parecía seguido con mucha profundidad, incluso en consulta a Karl Rahner que era un teólogo muy querido y admirado por mí y que, como es sabido, tuvo una gran participación en el Concilio. Pero el sacerdote ideólogo de esta experiencia tenía una psicología muy difícil y complicada de modo que se hizo insoportable para los otros sacerdotes de la pastoral ordinaria.