Una izquierda moderna debe ser capaz de combinar una política de clase con una política identitaria. Hay que valorar el poder transformador de los nuevos movimientos emancipatorios, pero son insuficientes por sí mismos. Para que el medio-ambientalismo, feminismo, el movimiento homosexual, los pensionados, los trabajadores precarios, las trabajadoras domésticas, los sin casa o el regionalismo, puedan alcanzar pleno éxito necesitan integrarse a una estrategia global transformadora. Los movimientos sociales, trabajando independientemente, pueden llegar sólo hasta un determinado límite.  Eso se vio claramente el 2011 y también posteriormente en la lucha contra las AFP.