Sin embargo, nunca la ética y la insobornabilidad están ausentes de la insumisión. El poder no puede comprar a todos/as. Ni siquiera puede matar a todos/as, aunque cuente con los recursos y medios para ello. Allí se encuentra el espanto de quienes aún mandan y ahí está la oportunidad y la armadura ética, épica y política de quienes resisten. Asimismo, si bien únicamente se puede confiar en las fuerzas propias de la desobediencia socialmente organizada, la lucha de clases permea hasta el clero y las religiones.