Este sacerdote jesuita tiene la cualidad muy escasa en este país, dominado por ricos y fariseos, y llama al pan pan y al vino vino y, es decir, una especie de “tábano” que cala hondo en esta mediocre e hipócrita sociedad chilena: en primer lugar, les cantó claro a algunos príncipes de la iglesia, heredera de Constantino y al servicio de los ricos, diciéndoles que “la Iglesia ha lucrado creyéndose la dueña de la salvación y lucrar con eso… la mayoría dice que cree en Jesucristo, pero en el fondo, cree en el Dios del consumo, pero crea un vacío enorme”.