La tutela –fenómeno que ya vive el pueblo de Chile, que no es soberano sino un cuerpo tutelado– es la autoridad que se confiere a quien ejerce derechos en lugar y nombre de un incapaz civil.
Esa es la tesis que sostuve frente a Pablo Ruiz-Tagle (ahora decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile) en un debate en la sede central de la Universidad Católica en el año 2009: el pueblo de Chile es tratado como “un incapaz civil”, o sea alguien que padece de una enfermedad mental de carácter persistente que le impide gobernar su persona o sus bienes por sí misma.
La tutela la ejerce la costra política parasitaria que hace de tutor, de procónsul. Esa que pretende, una vez más, sustituir al pueblo de Chile en el ejercicio de su irrenunciable soberanía.
Lo suyo, lo de la Concertación y buena parte del Frente amplio, no es “convergencia” de ideas admitiendo que tengan alguna: es sumisión, servidumbre, “vassalisation”.
Desde luego nadie les pide que se sacrifiquen en el altar de la Patria, ni que derramen una gota de su sangre por los derechos del pueblo de Chile. Para eso hace falta llamarse Salvador Allende.
Simplemente queremos que dejen de ser los perros de presa del empresariado.