La inhalación causa una sensación inicial irritante de cosquilleo en la nariz, seguida de estornudos y un flujo de moco viscoso similar al que acompaña un resfriado fuerte. La irritación se disemina hacia abajo hasta la garganta y causa tos y ahogo. Finalmente, las vías aéreas y los pulmones también se afectan. La cefalea, especialmente en la frente, que aumenta en intensidad hasta volverse casi insoportable, se acompaña de una sensación de presión en los oídos y dolor en los maxilares y en los dientes. Simultáneamente con estos síntomas, hay un dolor opresivo torácico, disnea, náuseas (seguidas poco después de arcadas violentas y vómito), marcha inestable, vértigo, debilidad en las piernas y temblor generalizado. Se puede presentar depresión mental a medida que progresan los síntomas. Las dosis muy altas pueden lesionar los pulmones. Se han reportado muertes, así como la aparición de ampollas en los brazos expuestos, el tórax y el cuello en trabajadores de fábricas que cargaban polvo de adamsite en municiones.