A los tres directivos de Ford se les imputa facilitar los datos y listas de trabajadores a la inteligencia militar lo que significó el secuestro en 1976 de 24 obreros, pero más grave aún es haber permitido a los militares interrogarlos y torturarlos dentro del edificio de la propia empresa, que se convirtió temporalmente en un centro clandestino de detención, en la localidad de Pacheco, en el oeste de esta capital, sobre lo que hay pruebas y testimonios.